Los que estamos en el mundillo que gira alrededor de la política nos enteramos de cosas que por ahí no llegan a toda la opinión pública. Lamentablemente muchas de ellas no pueden publicarse…al menos por un tiempo considerable. Recuerdo que en pleno primer kirchnerismo, con la sociedad absolutamente polarizada, un prestigioso referente liberal me contó una historia, que por más que a simple vista sonaba absolutamente bizarra, todo daba a entender que, en el fondo, no tenía nada de raro.
Miguel Ángel Pichetto, el jefe de bancada de la Cristina presidente en el senado, cuando tenía que votar las leyes desastrosas del kirchnerismo, como las estatizaciones, consultaba a referentes “ortodoxos”. Resulta que estaba interesado en saber cuál sería el impacto negativo de las barbaridades que él mismo ayudaba a aprobar en la Cámara Alta. Las historias cuentan que en los intercambios hasta habían insultos para la actual vicepresidente. No de la fuente técnica liberal consultada, sino del senador kirchnerista que, aunque se llenaba de resentimiento, iba al senado y defendía para las cámaras las políticas del oficialismo.
Cuando llegó el 2015 y CFK dejó la presidencia, Pichetto se desmarcó al instante. Hasta hizo público que se sentía aliviado de haber terminado su “responsabilidad” oficialista. Salió del espacio K huérfano. Para el sector de la expresidente era un traidor y para los demás era un kirchnerista. ¿Cómo hizo para cuatro años después terminar siendo ovacionado por el macrismo? Haciendo lo que no hizo durante 12 años: diciendo lo que piensa. Así se ganó el indulto del antikirchnerismo. Indulto complicado de conseguir, si tenemos en cuenta que esa misma platea a la que hoy entusiasma se cansó de insultarlo durante 12 años.
Honestidad brutal
“La Iglesia jugó fuerte con el Frente de Todos. Ahora que se fumen el aborto”. Con estas duras palabras, Pichetto hizo referencia al posicionamiento político de la Iglesia argentina durante la campaña presidencial. Para el compañero de fórmula de Mauricio Macri, los supuestos prejuicios con el candidato que representaba al “neoliberalismo” aportaron al triunfo de Alberto Fernández. “La visión de la Iglesia es nefasta”, señala con referencia a la política de asistencialismo gubernamental que supuestamente la institución católica defiende.
Las palabras del exsenador muestran que no tiene ganas de volver a someterse a un discurso que no comparta. Ningún dirigente político se había animado a realizar críticas tan descarnadas a la Iglesia, pero a Pichetto parece que ya no le importa nada. Lo curioso es que esta nueva actitud le ha sido un buen negocio.
El referente de la centro derecha menos pensado
Por estos días, Pichetto, que terminó entusiasmando en la campaña a los macristas más que el mismo Macri, aseguró que se encuentra trabajando en la formación de un partido que represente lo contrario a lo que expresa el kirchnerismo. Dice que quiere representar a “la derecha”, para ofrecer algo que no tenga nada que ver con el “proyecto bolivariano” que en su opinión hoy representa el peronismo, cooptado por el kirchnerismo.
El peronismo lo quiere echar, pero él dice que no le importa
Desde el Partido Justicialista, al que técnicamente Pichetto pertenece, aseguran que el hecho de formar parte del espacio de Mauricio Macri es “traición”, por lo que el tribunal de disciplina partidario se encuentra abocado al proceso de desafiliación.
Para Pichetto, la iniciativa se trata de “una pavada” ya que indicó que él no pertenece al peronismo formal, por lo que toda la movida carece de sentido. Sin embargo, no se privó de calificar el proceso como “stalinista” y de “purga”.
Lección para la política
El hecho de que el exjefe de bancada del kirchnerismo haya pasado de legislador sin posicionamiento político propio a referente del espacio antagónico deja una lección importante. El mainstream sigue convencido que la opinión pública mayoritaria no está dispuesta a considerar un discurso alejado de lo políticamente correcto, la socialdemocracia y el progresismo. La proyección de Pichetto causada por la utilización de un discurso abandonado, que ni Macri se animó tomar, tendría que dejar bastante para meditar.