“La inflación dio cero”. El titular del diario Clarín del 3 de marzo de 1995 reflejaba los números de febrero del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) y dejaba una tapa inusual para la historia del país. La bajada agregaba que el costo de vida “resultó más bajo de lo que se había pronosticado” y que el índice en relación a los precios mayoristas fue incluso menor: -0,3 %. Argentina tenía por esos días la inflación más baja del mundo. El año pasado cerró en 53,8 %, con la trampa de los precios “regulados” y “acordados”. Solamente Venezuela y Zimbabue ostentan records monetarios más desastrosos en la actualidad.
¿Qué pasó entonces y qué salió tan mal después?
Carlos Menem ganó las elecciones de 1989 sin ningún plan económico como propuesta. En la actualidad muchos aseguran que ya sabía lo que iba a hacer desde hace años, otros afirman que es lo que único que podía hacer bajo tales circunstancias, mientras que un tercer grupo establece que el mismo riojano habría confirmado en algún momento de los noventa, que si decía lo que iba a hacer en campaña no lo votaba nadie. Lo cierto es que el gobernador norteño asumió con la promesa de una “revolución productiva” y nada más. No es poca cosa que, siendo parte del peronismo, podía moverse en cualquier dirección sin inconvenientes ideológicos.
Raúl Alfonsín, que se fue antes del Gobierno luego de las elecciones en las que triunfó el peronismo, dejó el país con una hiperinflación del 3 079 %. El “plan Austral”, que comenzó en 1985 con una moneda (en teoría) más fuerte que el mismo dólar, fracasó a la velocidad de la impresora de billetes. El déficit histórico y el lastre de las empresas deficitarias del Estado se cargaron al signo monetario radical en cuatro años. 1990 fue complicado, pero Menem pudo extender su “luna de miel” por la complicada herencia recibida y para 1991 vino la reforma.
Junto a Domingo Cavallo, el presidente peronista (devenido en reformista ortodoxo) lanzó el “plan de Convertibilidad”, que aunque se percibió como un “milagro”, como el alemán de la posguerra, fue absolutamente predecible. El programa era un Banco Central impedido de imprimir pesos por encima de la reservas en dólares y la garantía de que cada unidad de la moneda nacional equivalía a un billete de la FED. De la noche a la mañana, los argentinos dejaron de tener pánico y hasta comenzaron a ahorrar en pesos.
La década del noventa fue la excepción, ya que desde 1945 y el inicio del Banco Central peronista, el país convive históricamente con una inflación insoportable.
Aunque para gran parte de la opinión pública, la Convertibilidad fue la responsable de la crisis de 2002, lo cierto es que la regla monetaria no tuvo nada que ver. A lo sumo lo único que hizo es dejar en evidencia la existencia del déficit fiscal.
Aunque Menem renunció a la máquina de imprimir billetes para financiar el déficit, lo cierto es que el gasto de la política, sobre todo en las provincias, siguió arrojando un rojo constante. Aunque Argentina había privatizado sus empresas públicas, el Estado siguió gastando más de lo que recaudaba. La ola de reformas le dio al riojano el aval total del FMI y del Banco Mundial, que cubrían el déficit año tras año esperando que, como llegaron las privatizaciones, llegaría la reforma estructural que limite el gasto público. Esto fue lo que Menem no hizo. Para ser justo, tampoco lo hicieron sus predecesores y sus sucesores mucho menos.
Fernando de la Rúa tuvo la oportunidad de corregir el rumbo al nombrar a Ricardo López Murphy al frente del ministerio de Economía, pero el presidente radical le pidió la renuncia cuando la izquierda cuestionó su plan en las calles. Cuando los organismos internacionales dejaron de pagar la cuenta explotó la crisis.
En 2002, el interino Eduardo Duhalde salió de la convertibilidad y el Banco Central volvió a hacer de las suyas. El peso que compraba un dólar hasta 2001 empezó a perder el valor año tras año. En la actualidad, hacen falta 80 para adquirir un “verde” en el mercado negro.
Lamentablemente, el desastre monetario que se profundizó en el segundo mandato de Cristina Kirchner, que continuó con Mauricio Macri y que persiste hoy con Alberto Fernández, tiene como único tratamiento el fracasado control de precios.
Homenaje a Menem en la Casa Rosada
Esta mañana se confirmó que el próximo 2 de julio, en concordancia con el cumpleaños número 90 del exmandatario y actual senador, en la Casa Rosada Alberto Fernández descubrirá un busto con el rostro de Menem. La iniciativa puede generar ruidos en la coalición gobernante, ya que desde el kirchnerismo seguramente no aprueben con beneplácito la iniciativa de homenajear al expresidente.