No importa si la gestión de un gobierno es medianamente sensata, como en el caso de la economía del Brasil de Jair Bolsonaro, o si es un delirio absoluto como ocurre en Argentina. Parece que los funcionarios, más allá de su plan y desempeño, suelen caer en la tentación del pecado capital de la soberbia.
El ministro de Economía brasilero, Paulo Guedes, se decidió por una cuestionable explicación a la hora de justificar una supuesta distorsión de la política monetaria y el valor del real: “Hasta las empleadas domésticas iban a Disney cuando el dólar estaba 1,80”, señaló el funcionario. Para Guedes, esos días se acabaron, por lo que ahora hay que ir “a pasear a Foz de Iguazú y las playas del noreste”.
Sus dichos no hacen otra cosa que recordar las palabras del extitular del Banco Nación del macrismo, Javier González Fraga, que dijo que durante el kirchnerismo los trabajadores “compraban plasmas” o las expresiones del gobierno actual de Argentina, donde, en total sintonía con Guedes, manifiestan que se debe “vacacionar en el país”.
Mientras los gobiernos se dediquen a intervenir en las cuestiones monetarias, y por lo tanto, sigan distorsionando el valor de la moneda (tanto para arriba como para abajo) los desajustes en la economía serán moneda corriente. Claro que a más intervención, déficit y emisión, las distorsiones serán mayores. Pero los países más “civilizados” y “responsables” que deciden jugar demasiado con la expansión monetaria y la tasa de interés, también pueden generar serios problemas, como se corroboró en la historia reciente en Estados Unidos y Europa.
Las palabras de Guedes para justificar la devaluación parecen hasta responsabilizar a las empleadas domésticas por la osadía de vacacionar en el exterior. En el caso de que el valor del real haya sido sostenido artificialmente, no son los trabajadores a los que debe de señalar, sino a sus antecesores. Y en el caso de reparar en la responsabilidad de ellos, como usualmente lo hace con los funcionarios del PT, ni siquiera debería nombrar a la gente humilde, que nada de responsabilidad tienen al respecto.
Si la gestión de Bolsonaro representa el sentido común en materia económica, al menos en comparación al espacio opositor del PT, estas cuestiones deberían ser observadas. Una cosa es entretener a la izquierda indignada con una estupidez como “el celeste para los nenes y el rosa para las nenas”, mientras se realizan reformas de fondo, y otra cosa es darle de comer a la oposición con afirmaciones semejantes.
El futuro de la innovación en las economías libres y capitalizadas representa un mejor nivel de vida para todos. Incluso los que más se beneficiarán con esto son los trabajadores y las personas de menores recursos. Un multimillonario no percibe grandes diferencias si pasa de tener un avión a tres. Pero la persona que pasa de tener la posibilidad de vacacionar en el exterior y de acceder a un ticket aéreo sí percibirá la diferencia. Eso es el futuro de la libertad y de los países con impuestos bajos, Estado limitado, poca burocracia y fuerte iniciativa privada, lo que supuestamente representa la gestión de Guedes. Pero el discurso para consolidar ese camino es el optimismo. No el clasismo conservador anclado psicológicamente en el pasado, que no concibe que un trabajador humilde viaje por el mundo.