Alberto Fernández ya reconoció el “ajuste”. El presidente argentino dijo que no le tiene miedo a esta palabra tabú en el país y aseguró que “si ajustar es ordenar las cuentas públicas“, su Gobierno, que está dando los primeros pasos, sin dudas está haciendo “un ajuste”. El Fondo Monetario Internacional (FMI) lo celebra. Al organismo no le importa mucho si el Estado arregla sus números ajustando a la pesada, inútil y contraproducente burocracia argentina, o si lo hace a costa de un sector privado cada vez más ahogado y castigado.
Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, afirmó que “El Gobierno anunció medidas importantes que tienen como objetivo proteger a los más vulnerables, estabilizar la situación de los últimos meses y todo esto en un contexto en el que cualquier aumento de gastos vaya de la mano de un aumento de ingresos para que sea de manera sana”. Para Werner es muy importante que “las cuentas fiscales no se vean afectadas” por las políticas expansivas del peronismo. Ahora, cómo se hace esto y se garantiza la sustentabilidad del programa… es una cuestión diferente.
El FMI tiene un punto claro a la hora de reparar la brecha entre gastos e ingresos del Estado argentino, y tiene razón sobre la insustentabilidad del déficit fiscal y el endeudamiento permanente. Pero, lamentablemente, el nuevo Gobierno peronista ha apostado por el incremento de impuestos y por la inflación para licuar pasivos. De seguir en esta dirección, Argentina puede comenzar a “sanear sus cuentas” en cierta manera, pero de una forma complicada: salarios destruidos, mayor pobreza, menor poder adquisitivo para las personas de menores recursos y recesión extendida por tiempo indeterminado. Incluso habría que analizar si con los recientes aumentos de impuestos la actividad privada no va a caer aún más, generando una disminución en la recaudación fiscal por menor actividad. Werner aseguró que “las primeras medidas nos hacen ver que el Gobierno se está moviendo en una dirección positiva”.
Lo que parece no percibir el director del FMI es la insustentabilidad en el mediano plazo de los aumentos de impuestos para acompañar el gasto público. Si Fernández sigue en esta dirección, aunque aumente más los impuestos que los gastos que realiza el Estado (que no reduce de ninguna manera), eventualmente la curva que mide los ingresos fiscales comenzará a manifestar el principio del fin.
Luego de la última crisis que afrontó Mauricio Macri, Argentina le solicitó al FMI 57 mil millones de dólares, de los cuales se entregaron 44 mil. En acuerdo con el equipo económico de Fernández, ambas partes decidieron, luego de las elecciones, congelar los desembolsos y empezar a discutir el pago del endeudamiento irresponsable del macrismo. En teoría, la cuenta debería estar saldada para 2022, pero el presidente argentino ya aclaró que es imposible. Que hay intención, pero que hay que rediscutir los términos y plazos. Evitar el default parece ser la preocupación número uno de la gestión peronista.
El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán, ya tuvo un diálogo con la directora del Fondo, Kristalina Georgieva, que supuestamente mostró voluntad para acercar las partes. Sin embargo, para formalizar un nuevo acuerdo, es indispensable el visto bueno de Washington y, para esto, es necesario un acuerdo político, sobre todo en materia de relaciones internacionales. Donald Trump no está nada contento ni con la posición ambigua sobre Venezuela ni con el estatus de refugiado que se le otorgó el Gobierno argentino a Evo Morales.