A un par de semanas de haber iniciado la gestión de Alberto Fernández, una de las declaraciones de su flamante gabinete que más ruido generó vino del Ministerio de Seguridad. La encargada de la cartera en cuestión, Sabina Frederic, había hecho referencia a la organización islámica Hezbollah, generando un importante revuelo en Argentina, pero seguramente también en algunos círculos del exterior.
Al momento de la asunción, la funcionaria había dicho que reconocer como “terrorista” a Hezbollah desde la Argentina era lisa y llanamente “comprarse un problema”. Luego de los atentados locales a la Embajada de Israel en 1992 y a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, donde la organización es la sospechosa de ser la autora intelectual de los siniestros, sus palabras generaron un repudio desde muchos espacios.
La referencia al problema “comprado” no dejaba mucho a la interpretación. Si esas cuestiones son externas, es decir, no propias de los argentinos, una vez más se hace referencia a la repudiable consideración del judío argentino como casi un extranjero. Lamentablemente, esta idea, portadora de un tufillo un tanto antisemita, excede al oficialismo actual. Miguel Ángel Pichetto, compañero de fórmula de Mauricio Macri en las últimas elecciones y uno de los mayores referentes opositores actuales, dijo una vez desde su banca del Senado que en el país habían “argentinos de religión judía” y “argentinos-argentinos”, dando a entender que existen dos categorías dignas de distinción.
Hoy, a dos semanas del nuevo Gobierno, Frederic, como se dice vulgarmente, “fue para atrás”. De su idea del no meterse en estos asuntos, y las críticas que le generó esta posición, la funcionaria ahora reconoció que puede haber cambiado de opinión: “Yo entiendo que hay que seguir el criterio de mayor protección para toda la comunidad; si la orientación política es mantener a Hezbollah como organización terrorista y eso nos protege más a nosotros, estoy de acuerdo, el punto es ese”, aseguró.
Queda a la interpretación de cada uno si el tirón de orejas vino desde la Casa Rosada, de la misma oficina de Fernández, o si el llamado atención vino desde otra casa de gobierno, de color más clarita y ubicada más al norte. Lo cierto es que no pasó un mes de albertismo y la primera bravuconada en materia de política internacional ya quedó sin efecto.
“El principio para mí es de protección de la ciudadanía argentina y la comunidad judía es parte integral de la sociedad argentina y hay que protegerla tanto como al resto de la sociedad”, afirmó la ministra.
Con respecto al futuro de Hezbollah en la lista de organizaciones terroristas o no, Frederic reconoció que la decisión quedará en manos de la Presidencia y la Cancillería.