
Si algo caracterizó al gobierno de Cambiemos fue la nula capacidad para, valga la redundancia, cambiar. Se mantuvo en el mismo camino, aunque le falló el plan económico y día a día Mauricio Macri vio cómo se dilapidaba el caudal de votos propios, sobre todo desde las elecciones de medio término de 2017.
La jugada de convocar a Miguel Ángel Pichetto fue audaz. Algo que no se ha visto mucho desde el inicio de la administración actual iniciada en 2015. Muchos analistas hablan de la derrota de una facción: la dupla Jaime Durán Barba (estratega ecuatoriano) y Marcos Peña (Jefe de Gabinete y hombre fuerte de la mesa chica del macrismo).
A este binomio se le acredita el proyecto del fallido “gradualismo”, aquella idea de no hacer reformas de fondo, especulando que la imagen de Macri iba a ser sinónimo de inversiones y financiamiento barato. La dupla Durán Barba-Peña logró venderle mejor su propuesta al presidente, que se decidió por un camino y un estilo, dejando de lado al economista Carlos Melconian, que al abandonar el Banco Nación, advirtió: “Ojo que se puede ir todo a la mierda”. Y se fue.
2018 fue una pesadilla total para un gobierno que se mantuvo en pie, exclusivamente porque en la vereda de enfrente se encontraba la multiprocesada Cristina Fernández de Kirchner como jefa de la oposición.
Pero a Durán Barba y Peña no solo se les achaca el gradualismo económico, sino también el “estilo” político. La idea de “lo nuevo versus lo viejo”, el optimismo, los globos amarillos, las redes sociales y la estética del PRO. Una de las principales banderas del binomio fue el discurso edulcorado que le escapó a cualquier definición medianamente ideológica. Cambiemos 2015-2019 fue muy difuso, excepto por una cosa: el relato políticamente correcto, totalmente alejado de cualquier definición “de derecha”. Aunque esto desilusionó a muchos votantes propios, el oficialismo hizo gala de un progresismo sobreactuado que no le ha servido para nada. No consiguió votos de la izquierda y en las próximas elecciones deberá luchar para que José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión no le saquen muchos votos “por derecha”.
La convocatoria a Pichetto, en medio del derrumbe en las encuestas, es en muchos aspectos una capitulación. El nuevo candidato a vicepresidente, que ya aparece en las reuniones de Gabinete, dice que hay que vincularse con Estados Unidos, que hay que desarrollar un capitalismo moderno, que hay que reducir los planes sociales y que hay que expulsar a los inmigrantes que delinquen. También reivindica a Carlos Menem y dice que se sentaría con el mismo Espert para pensar una agenda a futuro. Que este hombre sea la carta de Macri significa que el oficialismo, en cierta manera, terminó un ciclo. Ahora comienza uno nuevo muy diferentes. El volantazo fue a tiempo y todavía tiene chances.
¿Puede haber batacazo del otro lado?
La “jugada Pichetto” hizo que el exCambiemos, ahora Juntos por el Cambio, pase de punto a banca. El gobierno en decadencia volvió a ser candidato en cuestión de horas. Los que perfilaban como preferidos (la dupla de los Fernández) ahora se miran entre ellos y se preguntan qué pasó. Por ahora se limitaron a enviar a la dirigencia de segunda línea a tildar de “traidor” al exsenador propio y actual compañero de fórmula de Macri.
Todavía para la inscripción de candidaturas falta una semana. Desde el peronismo que quedó del lado de Cristina y Alberto todavía tienen una bala para revertir la situación. Pero la jugada es todavía más osada que la del mismo Macri: bajar a Kirchner de la fórmula, para darle el espacio a Sergio Massa, que todavía no se sabe dónde irá de candidato.
Esa estrategia sin dudas incrementaría considerablemente las posibilidades del armado opositor, pero para que se materialice hace falta esperar algo que muchos llaman un milagro. Más de uno dice que todavía hay tiempo. Y lo hay, poquito…hasta la semana que viene.