Cualquier manual de estrategia política en un escenario de polarización indica que ambos extremos, que cuentan con sus seguidores convencidos (que odian al bando opuesto), deben ir por el tercio de indecisos. Lo que ya tienen seguramente no se irá y lo que está enfrente no lo van a alcanzar nunca. Es por esto que el espacio independiente, en este caso el alejado de la denominada “grieta”, se convertirá en la llave que abra la puerta a la acción de oro.
Sin embargo, el séquito de Cristina Fernández de Kirchner, que al día de hoy aparece como favorita en muchas mediciones, parece ignorar el ABC que requiere esta circunstancia en particular para ganar la elección. Aunque el votante kirchnerista sea el más incondicional de todo el abanico político argentino, los referentes de este espacio parecen obsesionados con la radicalización del nicho propio en lugar de ir en búsqueda del votante moderado que necesitan para ganar las elecciones.
Ante el colapso absoluto de Venezuela, curiosa resultó una manifestación de la exmandataria en un acto público. Allí afirmó que la división de poderes, como la conocemos en la actualidad, es tan absurda como sería hoy en día sacarse una muela de la manera que se hacía en la época de Montesquieu. Pero esto fue solamente el comienzo. En la última semana, el escritor kirchnerista Mempo Giardinelli fue aún más lejos y dijo que a la Constitución no hay que modificarla, sino cambiarla por una completamente diferente. En su proyecto, que estará relacionado con el futuro político de Cristina y sus posibilidades, se plantea directamente la eliminación del Poder Judicial como poder independiente.
Estas declaraciones no hicieron otra cosa que “darle letra” al oficialismo, que ante una grave crisis económica y sin respuestas concretas, recibe como maná del cielo los delirios que vienen del lado del kirchnerismo.
¿Quiere ganar?
Estas declaraciones atemporales y “gratuitas” no parecen tener un sentido aparente. Ningún periodista les pregunta sobre estas cuestiones, los temas no están en la agenda de la actualidad, pero igualmente desde el kirchnerismo se insiste con un discurso tan delirante como peligroso. Esto lleva a una pregunta concreta y es el misterio detrás de la actitud de la jefe del kirchnerismo. ¿Por qué desearía no ganar las elecciones presidenciales Cristina Fernández?
Esta pregunta, aunque para muchos analistas y comunicadores sea una especulación poco probable -sobre todo teniendo en cuenta la ambición de poder desmedida de la exmandatiaria-, podría tener algún sentido si miramos la situación económica. Los recursos para el populismo ya se terminaron en 2015 cuando CFK se fue de la Casa Rosada y el “gradualismo” heterodoxo macrista fracasó hace más de un año. El próximo gobierno, si desea tener aunque sea una pequeña probabilidad de éxito, está condenado a poner en marcha las reformas antipáticas a las que Cambiemos se negó desde el día uno. De más está decir que el paquete ortodoxo que debe ser puesto en funcionamiento de inmediato es algo poco compatible con el discurso político de Cristina y los requerimientos de su espacio político.
La expresidente necesita hacer una buena eleccion parlamentaria para mantener las bancas suficientes y asegurar la imposibilidad del desafuero. Su libertad depende en la actualidad pura y exlcusivamente del número de parlamentarios afines. Cabe destacar que CFK ya tiene en varios procesos judiciales el pedido de prisión preventiva, que no se hace efectivo porque el senado no le suelta la mano. Pero en el caso de acceder a la presidencia, sobre todo si desea implementar el proyecto chavista que sus voceros vienen proponiendo, todo volará por los aires inmediatamente. Ella no es tonta y lo sabe. La pregunta es por qué su espacio insiste en este discurso de campaña, cuando lo único que debería hacer es limitarse a criticar la inflación y la situación económica. Por ahora, todo un misterio.
Cuando debió retirarse del poder hace tres años, la expresidente prefirió que el peronismo pierda y Macri sea presidente a liberarle el camino a una fórmula del PJ que no le responda. En aquella oportunidad, Cristina mandó a competir a Aníbal Fernández a la provincia de Buenos Aires y le puso a Carlos Zannini de candidato a vice a Daniel Scioli. Ambos personajes por entonces tenían un gran índice de repudio en la opinión pública. El poco margen con el que triunfó Cambiemos dejó en evidencia que si la expresidente se alejaba del armado político, el peronismo no iba a tener inconveniente de triunfar en una segunda vuelta. Para el orden de preferencias de la exmandataria, era preferible que Macri ocupe su lugar y así posicionarse como jefa de la oposición. Con un peronismo ajeno, esto no era posible y el olvido aparecía como una posibilidad concreta.
Con estos antecedentes queda claro que las estrategias de Cristina Fernández pueden no ser tan sencillas ni lineales. Por ahora, el kirchnerismo parece cerrado en un discurso que, por sobre todas las cosas, perjudica a su propio espacio. Siempre que quiera ganar las próximas elecciones, claro.