La premisa marxista (de Groucho, no de Karl) de que si no le gustan los principios que uno tiene, igualmente hay otros, aparece nuevamente en el ámbito político electoral argentino.
No es una novedad que el país sufre una presión impositiva imposible, y que el sector privado es cada vez más frágil, producto del peso del Estado. Las inversiones prometidas por Mauricio Macri no llegaron, los comercios bajan sus persianas y las pymes tienen serios problemas para sobrevivir. Mejorar la producción y crear nuevos empleos está fuera de agenda. Muchas pequeñas y medianas empresas deben conformarse solamente con seguir existiendo, en el marco de una economía de guerra.
Luego del desastre del kirchnerismo y la nula reacción del macrismo para revertir la difícil situación económica, los medios de comunicación le hicieron lugar a los economistas liberales, que lograron introducir en la discusión pública la problemática impositiva de Argentina. El tema de a poco fue ganando espacio en el debate y la presión fiscal se puso en la agenda. Ahora, a cinco meses de las primarias, oficialismo y oposición parecen haberse dado cuenta de que así no se puede seguir. ¿Oportunismo u honestidad? Lamentablemente parece haber más de lo primero que de lo segundo.
Sergio Massa, que formó parte del kirchnerismo hasta que se distanció de Cristina Fernández (pero para formar un espacio político igual de estatista y dirigista), irrumpió hace unas semanas con un mensaje insólito. El exdirigente K y fundador del Frente Renovador, que se caracteriza por un mercantilismo que atrasa cuatro siglos, ahora pretende mostrarse con un discurso prácticamente liberal. “La gente está harta de trabajar la mitad del mes para pagarle al Estado. La presión impositiva no da para más”, indicó esta semana. Para Massa (al menos para su última versión), la gente y las pequeñas empresas tienen que hacer “malabares” para poder cumplir con la Administración Federal de Ingresos Públicos. Tiene razón.
La gravedad de la situación argentina no permite demasiado el “chicaneo” político para cuestionar la tardía reacción del dirigente peronista. En buena hora que haya reparado en el tema, le toque ser oficialismo u oposición a partir del año que viene. Pero lo cierto es que para que su propuesta sea seria debería acompañarla con otra cuestión: la propuesta de la reducción del gasto público.
Si bien Massa dijo concretamente que bajaría y eliminaría algunos impuestos (como el IVA a los servicios, para mitigar el impacto del “tarifazo”), también debería indicar las dependencias gubernamentales que propone liquidar para que su propuesta sea coherente. El déficit fiscal argentino no permite una cosa sin la otra.
En el oficialismo, también se acordaron
La diputada nacional Elisa Carrió, que confirmó recientemente que no será candidata este año, indicó que en un segundo mandato de Cambiemos habría que tener un recorte impositivo. Para “Lilita” hay que ajar “todos” los impuestos, las tasas y el “costo laboral”. No queda claro por qué nada de esto fue implementado en el primer mandato de Macri y, lamentablemente, tampoco indica si también hay que reducir el gasto público.
Para un segundo mandato de #Cambiemos creo que tenemos que ir hacia una simplificación y reducción de todos los impuestos, hay que bajar el costo laboral. Bajar impuestos y tasas. #TerapiaDeNoticias
— Elisa Lilita Carrió (@elisacarrio) January 26, 2019
Luego de mucho trabajo de las organizaciones liberales argentinas, la problemática fiscal ya es parte del debate público. Ahora queda discutir enfáticamente el tamaño de un Estado bobo, caro e ineficiente, que tranquilamente podría reducir dramáticamente funciones y dependencias inútiles.