Ayer fue claro el nuevo titular del Banco Central argentino. En su primera presentación pública, Guido Sandleris dijo algunas obviedades, no obstante, en la Argentina son manifestaciones trascendentes. Pese a esto, en la primera jornada posanuncio el dólar volvió a trepar por encima de los 40 pesos, por lo que la pregunta obligada es si el cambio de rumbo llegó demasiado tarde.
Dentro de sus definiciones lógicas y evidentes, pero importantes teniendo en cuenta la delirante política monetaria de la historia del país, el economista hizo referencia a la emisión excesiva. No podría tomar por sorpresa a ningún estudiante de economía la frase de Sandleris sobre la “probada existencia” de la relación entre la inflación y la expansión de la base monetaria, pero esta afirmación no es poca cosa debido a su puesto como banquero central de Argentina.
Cabe destacar que hasta no hace mucho tiempo su lugar lo ocupaba la kirchnerista Mercedes Marcó del Pont, que sostenía ideas “alternativas”. Para ella, la relación entre la emisión monetaria y la inflación no era más que un “mito neoliberal”. No hace falta recordar que su gestión terminó con el control de cambios, tras la imposibilidad de esquivar ese “mito”, que no es otra cosa que la ley de la oferta y la demanda aplicada al dinero.
Parece que la política argentina comprendió que no se puede financiar al tesoro emitiendo billetes, por lo que a partir de octubre la impresión de nuevos pesos será del 0 %. Como decía Milton Friedman, la inflación es “siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. Pero…¿alcanza con detener la maquinita de imprimir papelitos para solucionar las cosas? Depende.
De la misma manera en que no en todo el mundo la expansión de la base monetaria repercute con la misma rapidez en los precios, la corrección puede arrojar también diversos resultados. En Argentina las últimas corridas que llevaron al dólar por encima de los 40 pesos no revelaron solamente la relación entre las monedas de Argentina y Estados Unidos en circulación, también evidenció una caída en la demanda de dinero. Cuando el peso, o la moneda que sea, pasa a ser repudiada, su valor cae indefectiblemente sin importar las restricciones en la oferta. Si la gente no quiere determinado bien, haya poco o mucho del mismo, no va a impactar en su valor, que tenderá a la baja.
Sin duda los anuncios de ayer, de haberlos realizados en diciembre de 2015 con el levantamiento del cepo, hubieran arrojado mejores resultados. Ahora, además de apagar las imprentas hay que restablecer la confianza. En un mundo de monedas fiat (no convertibles, basadas en la mera aceptación de estas) las expectativas que genere el valor de los billetes a futuro es absolutamente fundamental. La nueva política monetaria es, sin dudas, condición sine qua non. No es discutible que el país vaya o no a una regla monetaria más rígida si queremos terminar con la pesadilla de la inflación. Hay que hacerlo.
Pero de cumplir al pie de la letra con el programa, el macrismo estará solo a mitad de camino. Para frenar la caída en la demanda de dinero hay que abandonar soluciones efímeras y contraproducentes en el mediano plazo, como el “juego” de la tasa de interés y terminar con el déficit fiscal. Si el Estado logra tener sus cuentas en orden y se deja atrás la irresponsable emisión de billetes, el dólar y la inflación dejarán de ser noticia en Argentina.
La experiencia de la década del 90 tiene que decirnos algo. La rígida política monetaria de la convertibilidad logró fulminar a la inflación, pero el desorden fiscal hizo que el país volara por los aires en 2001. En aquella crisis, el peso fue nuevamente la variable de ajuste. Es decir, el poder de compra de todos los argentinos.
Con desorden fiscal y monetario no vamos a ningún lado. Pero ordenando una sola variable todavía no alcanza. Vamos mejor, pero falta que el gasto público haga lo suyo. Con “crecimiento 0 %” como la emisión monetaria no alcanza. Ya el gradualismo fallido que nos llevó hasta aquí dejó en evidencia que la solución de congelar el gasto y esperar que el pasivo se licúe mediante crecimiento es inviable, simplemente porque con estas condiciones no hay crecimiento sostenido como para hacerlo.