El 27 de octubre de 2010 en El Calafate (Santa Cruz) murió el expresidente Néstor Kirchner, que había ocupado el poder Ejecutivo entre 2003 y 2007. Tres años antes su esposa, Cristina Fernández, lo había reemplazado en el cargo. Ante la imposibilidad de renovar más allá de dos mandatos consecutivos, la especulación era sucederse mutuamente. El entramado de apoderarse de las estructuras del Estado y controlar a los medios de comunicación ya estaba en marcha. Sin embargo, Kirchner murió de forma prematura por complicaciones cardíacas. Cristina logró la reelección en 2011 vestida de luto, pero ya no pudo aspirar a un nuevo mandato. Una vez fuera del poder, los escándalos de corrupción explotaron por todas partes.
Desde hace ocho años Néstor es el modelo ideal del kirchnerismo. El faro moral del movimiento liderado por la senadora y viuda, que hoy tiene más posibilidades de terminar presa que de volver a ser presidente. La construcción de un mito fue una exitosa estrategia kirchnerista para potenciar a la viuda Cristina. La empatía natural con el fallecido se utilizó como idealización política mediante el aparato de difusión oficialista: canciones, películas y documentales proliferaron por doquier. Cristina incluso comenzó a llamarlo “él”, evitando su nombre, como si hablara de una divinidad. A veces, mientras lo hacía, miraba al cielo. Pero el escándalo de los cuadernos puso en evidencia que detrás del patriota moderno preferido de la izquierda peronista, no había más que un ambicioso corrupto que hasta golpeaba a sus colaboradores.
Dormitorio repleto de dinero
Claudio Uberti, primer exfuncionario K “arrepentido” en la causa de los cuadernos, confesó que él mismo entregaba los bolsos de dinero de la corrupción al matrimonio presidencial y que una vez vio, en el dormitorio de Néstor y Cristina, una gran cantidad de bolsos y valijas llenas de dinero. Entró al cuarto porque no los había visto en el departamento. Esa noche llevaba una recaudación de 10 millones de dólares. El bolso quedó alojado con todos los demás.
“Yo le llevaba a Néstor Kirchner bolsos con el dinero que recaudaba de las concesionarias viales que estaban bajo mi órbita. Las entregas se hacían en el despacho presidencial de la Casa Rosada o en la Quinta de Olivos. También hubo entregas en el domicilio de De Vido (exministro de Planificación Federal, hoy en prisión)”.
Uberti declaró ante la justicia que la expresidente, y viuda de Néstor, no estaba exenta del esquema de corrupción y que estaba al tanto de todo: “Cristina Kirchner estuvo presente varias veces en las que yo fui a dejar los bolsos. Ella sabía todo lo que se hacía”, declaró el funcionario arrepentido.
Dólares, nunca pesos
Según la declaración de Uberti, “El Malo”, como se lo conocía en el entorno a Néstor Kirchner, no quería saber nada con cobrar los dineros de la corrupción en la moneda argentina. Todo tenía que ser en dólares, o en su defecto en Euros. Si llegaban pesos había problemas. “Una vez le entregué un bolso y le conté que una empresa había aportado solamente pesos. Explotó, su ira fue tal que empezó a pegarle patadas al bolso y volaron los pesos por todo el despacho. El Malo tenía esos modales”.
Anécdotas insólitas y violentas
La declaración de Uberti como arrepentido ha sido un verdadero puñal para la mística kirchnerista y para la imagen del prócer que sacrificó hasta su vida y su salud por el bien de los argentinos (según el relato K, lógicamente). “Me maltrataban mucho. Un día, Néstor Kirchner repentinamente se dio vuelta en un avión en el que viajábamos los dos y me pegó sin ninguna razón aparente”.
El exfuncionario de vialidad, y repartidor de coimas de la corrupción, según su propia delcaración, también contó que un día en un viaje a Madrid Kirchner estaba furioso por la demora en la entrega de los diarios. Entonces miró a su secretario, Daniel Muñoz, y le dijo: “Dale tres”. La orden tenía como destinatario al jefe de protocolo, Rubén Zacarías. Muñoz, sin dudarlo, se paró y le dio a Zacarías tres golpes que lo dejaron en el suelo.
Sigue Bonadio
En las últimas horas, la Cámara Federal confirmó al juez Claudio Bonadio al frente de la causa de corrupción de los cuadernos. La expresidente el lunes lo había recusado, pero su solicitud fue rechazada. Ahora el Senado discute si habilita los pedidos de allanamiento a las propiedades de la expresidente.