Si algo le faltaba al desastre de la educación en Argentina era el escándalo de la “maestra nazi”. Después de la vergüenza de los sindicatos kirchneristas con el caso Maldonado, y mientras el país busca dejar atrás el papelón de las pruebas Pisa (tras ser explulsado por falsear datos), la defensora de Hitler en Mar del Plata saltó a la fama y le recordó a un país el nivel de su sistema educativo secundario (bachillerato).
La docente de historia y construcción ciudadana de la ciudad balnearia de Buenos Aires, Denise Yanet Evequoz, se proponía a dar su clase sobre el período nacional socialista alemán, cuando un joven, que seguramente sospechaba lo que se venía, decidió registrar la lección con su teléfono celular.
Con un léxico pobre para una docente, con serias dificultades para explicar de corrido sin repetir palabras y con grandes evidencias de poca lectura, Evequoz se introdujo en el período en cuestión, narrando las exigencias de los aliados para con Alemania luego de la Primera Guerra Mundial.
Pero ya a la hora de explicar el surgimiento del nazismo, Evequoz comenzó a hacer énfasis en el comportamiento de los judíos alemanes. Que eran cerrados, que se dedicaban a las finanzas, que no ayudaban a los que no eran judíos y que la mayoría de los europeos no los querían.
“No era solamente Hitler“, justificaba la docente, que hacía énfasis en los aspectos “virtuosos” del Gobierno del Tercer Reich. “Yo se que no es lo que van a leer en los libros o en internet, donde Hitler es demonizado, pero no fue tan así”, manifestó la profesora, sin saber que la estaban grabando y que sus dichos le costarían el puesto.
Algunas de las frases imperdibles de la “maestra nazi”
-“Los judíos se dedicaban al manejo de finanzas y muchas veces se aprovechaban de la gente que necesitaba dinero y después los perseguían para que les devuelvan la plata, siempre con intereses. Estas cosas generaron odio hacia el judío en toda Europa”.
-“Toda Europa era antisemita… semita quiere decir… anti… que no están de acuerdo… semita se le dice a la raza judía”.
-“Los judíos tenían una ideología comunista en esta época, llevando a Alemania más a la miseria”.
-“No ayudaban en nada a Alemania. Por eso la gente les tenía más bronca”.
-“Por ahí leyeron por ahí que Hitler era un dictador. Que tomó el poder por la fuerza. Pero fue a elecciones limpias y ganó como Canciller de Alemania”.
-“Yo les quiero dar un panorama de las cosas buenas del nazismo, porque no fue todo malo”.
El “Burlesque Sangriento” de noche
Apenas el caso trascendió en todos los medios del país, los periodistas comenzaron a buscar más información sobre la docente que era expulsada de su cargo, como era previsible. Más allá de varias fotos en redes sociales donde Evequoz se mostraba en medio de simbología nazi, aparecieron imágenes sobre el trabajo de noche de la profesora.
Denise Yanet Evequoz cambiaba de nombre por el de Anna Elisa Duprat y se convertía en la estrella del “Burlesque Sangriento”, un show erótico gore donde, curiosamente, aparecían nuevamente las referencias hitlerianas. Bañada en sangre o semidesnuda, en sus actuaciones aparecía con un brazalete nazi, con una gorra estilo SS y siempre con el brazo en alto. Hasta la semana pasada esta mujer tenía a su cargo la clase de historia de dos colegios secundarios.
El problema de fondo
Más allá de lo absurdo y escandaloso del caso en cuestión, quedarse en la anécdota no sería muy productivo si pensamos solucionar los problemas de la educación en Argentina. Más allá de la incompatibilidad del contenido de la clase y de las ideas de la docente, su nivel paupérrimo, que se advertía al instante que abría la boca, nos dice varias cosas.
Claro que una defensa del nazismo no debería ser predicada desde un aula, pero lo cierto es que la ideología puede esconderse o disfrazarse a la hora de conseguir un empleo. Pero nadie que haya visto hablar de cualquier cosa a esta mujer podría confiarle un curso secundario. Las autoridades de la escuela podrán esgrimir desconocimiento sobre sus ideas políticas, pero no podrán negar que es evidente que esta señora carece del mínimo nivel académico educativo necesario.
Pero lo cierto es que el nivel paupérrimo de los docentes (que claro, en su mayoría no son fascistas) tiene mucho que ver con la disociación de incentivos que el Estado genera en las escuelas. Las currículos obligatorios, los reglamentos y códigos de disciplina regulados de forma centralizada y las metodologías idénticas matan cualquier incentivo de innovación y calidad.
Tanto la educación pública como la privada tienen un esquema rígido que separa el producto de las aulas de la excelencia. La decadencia del caso en cuestión no es más que una anécdota de lo que genera un sistema fracasado que necesita una reforma revolucionaria.