Una de las imágenes de “éxito” de la gestión de Cambiemos, iniciada a finales de 2015, es la de los constantes operativos donde se incautan enormes cantidades de narcóticos. El mismo presidente Mauricio Macri suele mencionar como casos de decencia, honestidad y valor las labores de dos de las mujeres fuertes de su Gobierno: la ministra de Seguridad, Patricia Bullirch, y la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Sin duda, dos cuadros fundamentales en la lucha contra el narcotráfico que busca llevar a cabo el Gobierno argentino.
- Lea más: Macrismo redobla apuesta contra mafias sindicales: 10 gremialistas de la construcción detenidos
A pesar de que todos los gobiernos suelen difundir estas imágenes donde caen algunos narcotraficantes y se incautan grandes cantidades de droga, las autoridades argentinas parecen estar tomándose en serio esta difícil (o imposible) tarea. Sin embargo, es necesario analizar los resultados de esta política que pareciera estar cumpliendo con sus objetivos.
Una investigación de Infobae reveló que el precio de las dosis de sustancias como la cocaína se incrementó en un 100 %, mientras que la pureza bajó de un 75 % a un 42 %. Estas modificaciones, sin duda, tienen mucho que ver con los “logros” del Gobierno en su lucha contra el narcotráfico.
Estos resultados, relacionados con el gran incremento del precio y la merma de calidad, no pueden tomarnos por sorpresa. Todas las lecciones respecto a las prohibiciones de sustancias y el mercado negro han sido aprendidas en la historia desde la tristemente célebre “ley seca” en los Estados Unidos, país que aprendió que no debía prohibir el alcohol, pero que encabeza el delirante “war on drugs” que ya lleva décadas de fracaso alrededor del mundo.
Si pudiéramos conocer en detalle la serie de sucesos desencadenados detrás de este aumento de precio y caída de calidad, encontraríamos un costado muy negativo. La necesidad de utilizar más dinero para las sustancias seguramente ha tenido que ver en varias actividades delictivas y el derrumbe de la calidad seguramente tendrá vinculación con un gran número de intoxicaciones y casos de sobredosis. Estas realidades, que parecieran no estar muy vinculadas a una noticia de un exitoso operativo antidrogas, es su contracara inevitable.
En Argentina, como en muchos países, se está avanzando hacia un marco de legislación que disminuye o desaparece las penalidades a los consumidores, mientras busca concentrarse en los vendedores. Esta incoherencia (peor sería castigar a los adictos, claro) hace que las “exitosas” políticas de combate al narcotráfico terminen en un ajuste mediante la oferta y la demanda que concluye en los resultados que vemos hoy: drogas más caras y de peor calidad.
Claro que mantener la prohibición de venta y mirar para otro lado ante el narcotráfico tampoco es la solución, ya que esa convivencia es sinónimo de corrupción política, policial y judicial.
La salida más optima es que el Estado abandone el rol paternalista y deje a los ciudadanos que estos decidan qué es bueno para ellos. Una vez que se termine esta delirante política, ya fracasada en todas partes del mundo, se percibirán resultados positivos, como el fin del despilfarro fiscal de recursos de los contribuyentes utilizados en una causa perdida, la merma en la corrupción judicial y policial y algo que hoy puede resultar difícil de imaginar: un incremento de calidad producto de investigación y mejora en las sustancias hoy prohibidas. Sin duda que una gran cantidad de víctimas fatales por el consumo de estupefacientes hubiesen tenido otro destino en un marco de venta legal con productos en un mercado abierto.
Con esto no decimos que las sustancias no generarán víctimas ni adictos, pero sí es claro que la opción de la prohibición siempre será peor. En el mundo de hoy el consumo de alcohol y tabaco genera serias dificultades para las personas que hacen abuso, pero solo el hecho de imaginar las inevitables consecuencias de un intento de prohibición hacen descartar de cuajo esta idea.
La prohibición de las drogas ya ha mostrado todas las caras posibles de los fracasos y ninguna de éxito. Las opciones de la continuidad de esta política son los fusilamientos y las duras condenas que imponen los países de políticas más “duras” en relación con el narcotráfico, la corrupción de todo el aparato estatal en los lugares donde “se mira para el otro lado” ante la compra y venta de sustancias o lo que vemos hoy en Argentina, el incremento de los precios y la caída de calidad de un mercado que tiene menos oferta, pero mantiene su demanda intacta.