La gestión de Cambiemos viene de obtener una rotunda victoria en las elecciones legislativas. Los candidatos de Mauricio Macri hicieron una gran elección en casi todo el país. En algunos casos los triunfos fueron muy importantes, como el de Elisa “Lilita” Carrió en la Ciudad de Buenos Aires, que obtuvo una enorme cantidad de votos, o el de Esteban Bullrich en la Provincia de Buenos Aires, que le ganó a la expresidente Cristina Fernández de Kirchner en su distrito más fuerte.
Ante la falta de reformas de fondo en Argentina, luego del desastre que dejó el kirchnerismo, los funcionarios de Cambiemos solían argumentar que la situación de minoría en el Parlamento impedía una política concreta hacia un nuevo rumbo. En conversaciones informales, fuera de los micrófonos, repetían una y otra vez que había que fortalecerse políticamente para poder impulsar el cambio necesario.
Lamentablemente, luego de la gran victoria en las elecciones legislativas, el oficialismo no solo mantiene, sino que a veces hasta profundiza el discurso demagogo y populista.
Un ejemplo de esto lo dio el diputado Eduardo Amadeo, quien denunció desde su cuenta de Twitter un supuesto “apriete” de Coca Cola al Gobierno. El legislador debería entender que un “apriete” sería si la empresa amenazara a alguien con la finalidad de que compre sus productos en contra de su voluntad u obligue a una persona a trabajar en la compañía a la fuerza. Claro que nada de esto pasó.
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, la semana pasada comunicó que subiría los impuestos a las bebidas azucaradas. Este cambio en las reglas de juego hizo que la empresa considere frenar ciertas inversiones, para desarrollarlas en otro lado, donde les resulte más rentable.
Esta decisión empresarial, absolutamente comprensible y lógica, tiene un solo responsable: el Gobierno argentino que busca subir los impuestos. El “apriete” al que hace mención el diputado está exclusivamente en su cabeza.
Cabe destacar que si el comunicado de Coca Cola tuvo como finalidad persuadir a las autoridades para que desistan del impuesto, esto es algo completamente razonable. Sería una estrategia sencilla y lógica. Lo único que escapa de la razón es el planteo infantil del diputado, que se parece más al discurso que supo utilizar el kirchnerismo durante los últimos 12 años, que a cualquier propuesta de cambio.
https://t.co/18RAZwH88o
Este comunicado de Coca Cola es un resabio de otros tiempos q nosotros NO aceptamos.Como Diputados rechazamos estos aprietes.— Eduardo Amadeo (@eduardoamadeo) November 10, 2017
Otro funcionario oficialista, que hasta el momento decide mantener el discurso voluntarista y vacío, es el jefe de Gabinete, Marcos Peña. También, desde su cuenta de Twitter, el hombre fuerte de Macri manifestó impunemente que no pueden esperar “el crecimiento económico”, al que considera “insuficiente para terminar con la pobreza”. Por lo tanto, lo indispensable para revertir la situación es un rol “dinámico” del Estado.
Peña sabe que no hay absolutamente nada que pueda repartir el Estado si no se produce antes en el sector privado. El mismo Gobierno es el que reconoció que hay que bajar los impuestos, así que no hay absolutamente nada por hacer que no sea facilitar ese “crecimiento económico”.
Nuestra política social se basa en la convicción de que no se puede esperar a los resultados del crecimiento económico, al que consideramos insuficiente para terminar con la pobreza, y que para lograr resultados profundos es indispensable un rol dinámico del Estado.
— Marcos Peña (@marquitospena) November 9, 2017
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Lamentablemente, estas palabras aportan a la confusión total en la que ha vivido Argentina durante los últimos años. Es comprensible que no se le pueda pedir al Gobierno que remonte en poco tiempo la debacle populista que se construyó durante más de una década. Lo que es inadmisible es que se siga fortaleciendo el discurso estatista, populista y mentiroso que nos llevó al desastre en el que estamos.
Argentina necesita, además de reformas concretas que pongan al país en la senda del desarrollo, una nueva clase política que lleve a cabo una batalla cultural. Dirigentes que se tomen en serio el rol de la docencia pública, en lugar de repetir los eslóganes vacíos que la sociedad se acostumbró a escuchar, con el pobre objetivo de evitar cuestionamientos políticos del kirchnerismo y la izquierda