Es de público conocimiento que el Gobierno de Mauricio Macri heredó una difícil crisis fiscal relacionada con la problemática de la inflación que terminó, bajo la pesadilla del kirchnerismo, en un nuevo (y fracasado) control de cambios para la historia argentina. El Gobierno anterior hizo del Estado una bolsa de trabajo para militantes, situación que agravó el rojo en las cuentas públicas por el ya altísimo nivel de subsidios y gasto público de todas las acciones de un Gobierno que intervenía todo lo que podía.
Al momento de asumir, la gestión de Cambiemos tuvo que hacerse cargo de una difícil situación: liberar el dólar, lo que fue mal interpretado como una devaluación, y en lugar de eso fue un “sinceramiento”, pero, por sobre todo, la actualización, o mejor dicho, el proceso de inicio de actualización de tarifas, que estaban congeladas y subsidiadas desde que un peso valía un dólar antes de 2002.
Las malas noticias, o el “ajuste” que Argentina tuvo que enfrentar estos años no fue culpa del nuevo Gobierno, sino de la fiesta populista de la gestión kirchnerista. De lo que sí tiene la culpa el macrismo es de no “hacer los deberes” con los gastos del Estado, de la misma manera que la población, sin beneficios políticos, debió comenzar a hacer.
Es comprensible que la nueva gestión tenga dificultades a la hora reducir la enorme cantidad de empleados públicos que llegó a tener el país en los niveles nacional, provincial y municipal. Lo que no se comprende, ni se puede justificar, es que continúen impunemente con la creación de la burocracia ante la grave situación fiscal en la que se encuentra Argentina.
La novedad que generó indignación en la semana, que si bien había sido confirmada hace unos meses pero trascendió recién, fue la creación de un cargo público dentro del ministerio de Modernización, creado por Mauricio Macri al momento de su asunción a finales de 2015. Este puesto cuenta nada más y nada menos que con 45 palabras, por lo que sería realmente complicado escribirlo completo en la tarjeta de la persona que se va a desempeñar en el flamante y cuestionable cargo. Estamos hablando nada más y nada menos que del trabajo del:
“Coordinador de la COORDINACIÓN DE FORTALECIMIENTO DE LA CULTURA ORGANIZACIONAL de la DIRECCIÓN DE FORTALECIMIENTO DE LAS CAPACIDADES INSTITUCIONALES de la OFICINA NACIONAL DE INNOVACIÓN DE GESTIÓN de la SUBSECRETARÍA DE PLANIFICACIÓN DE EMPLEO PÚBLICO de la SECRETARÍA DE EMPLEO PÚBLICO del MINISTERIO DE MODERNIZACIÓN”.
El nombre oficial, del puesto del ministerio, que supuestamente venía a modernizar la burocracia, hace dos referencias al trabajo de “coordinador”, repite dos veces “empleo público”, menciona una secretaría y una subsecretaría. Ni en la Unión Soviética seguramente un burócrata gozó de un cargo semejante.
El nombre de la persona y su salario es irrelevante, porque como dice el dicho, “la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer”.
Lo insólito de la situación es que estas impúdicas acciones le dan letra a los que durante doce años fueron los responsables de la orgía de gasto público más catastrófica que vivió el país durante su historia.
Sin dudas que el Gobierno de Mauricio Macri tiene un escenario inmejorable: la atomización de una oposición en un contexto de peronismo fragmentado, con la impresentable de Cristina Fernández de Kirchner como la dirigente de más apoyo dentro del espacio no oficialista.
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Pero esta situación debería ser el mejor incentivo para el Gobierno de hacer las cosas bien y no descansar en la tranquilidad de que probablemente le queden dos años de mandato luego de ganar una elección legislativa, con grandes oportunidades de reelección en 2019, tanto en la nación como en los más importantes distritos.
Que todas las otras opciones electorales sean mucho peores no quiere decir que la gestión actual sea suficientemente buena. Argentina está ante una nueva oportunidad histórica y no podrá voltear la página negra del populismo solamente con dos períodos de los “menos malos”. Mauricio Macri puede pasar a la historia como el mejor presidente en casi un siglo de historia. Hasta el momento no estuvo a la altura de las circunstancias. Ojalá lo esté.