
En la jornada de ayer cientos de viajeros se encontraron varados sin respuesta en el Aeroparque Jorge Newbery de la Ciudad de Buenos Aires por una nueva protesta del personal de Aerolíneas Argentinas. Probablemente el motivo de reclamo de ayer haya sido el más indignante que las protestas hasta la fecha.
El personal de la aerolínea estatal argentina, este jueves 7 de septiembre, eligió darle la espalda a todos los usuarios, con sus respectivos compromisos, porque decidieron protestar por la presencia de las nuevas low cost que llegaron a ofrecer sus servicios al país.
Más allá de que la apertura haya sido ínfima, y que Aerolíneas Argentinas haya mantenido privilegios en un mercado regulado, muy lejano al de una política de “cielos abiertos”, los empleados de la empresa ayer dejaron en claro que consideran que la sociedad les debe garantizar sus ingresos y puestos de trabajo.
Si bien es normal encontrarse en Aeroparque con protestas salariales, pedidos de aumento de sueldo y otros reclamos gremiales más usuales, que decidan suspender el servicio porque consideran que son seres privilegiados que no deben estar sujeto a ninguna competencia, como el resto de los mortales, es por demás indignante.
Si el gobierno considera, erróneamente, que no tiene la fortaleza política para enfrentarse a este grupo de actitudes mafiosas, que directamente le otorguen un salario a los empleados sin pedir nada a cambio y que cierren la empresa. A los usuarios y contribuyentes le saldría más barato, ya que no se incrementaría más el número de “trabajadores” y la diferencia, o ganancia, la tendrían al poder viajar por precios mucho más accesibles que los actuales.
Si bien esta propuesta puede sonar un tanto absurda, la verdad que más absurdo es aceptar una protesta que suspende el servicio justificando la defensa de un privilegio monopólico.