
Cuando se instala una falacia económica en Argentina es muy difícil revertir la situación. Por estos momentos uno de los mitos destacados, difundidos y repetidos es el de los “formadores de precios”. Políticos de todos los partidos y periodistas de todos los medios repiten hasta el hartazgo que existe un complot de “grupos concentrados” de la economía a los que hay que combatir con estrategias insólitas, como que el armado de las góndolas de supermercados sea dirigido por el Estado.
A pesar de que el gobierno redujo considerablemente la inflación, el índice todavía es alto y la compra de alimentos es realmente una dificultad para el argentino de bolsillo promedio que tiene que abastecer a una familia.
Mientras que las propuestas de la oposición son absolutamente estatistas y dirigistas, el gobierno, ante una opinión pública que sigue creyendo que el Estado es la solución de todos los problemas, desarrolla algunas políticas absurdas, que desde el mismo equipo económico de Cambiemos, saben que no sirven para nada.
Ahora, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia iniciará una investigación por presuntas “conductas anticompetitivas”. Este organismo estará abocado a estudiar la relación entre los supermercados y algunas marcas para ver cómo se arman las góndolas y cómo se deciden las promociones de las empresas en la búsqueda de “conductas irregulares”.
De la CNDC advirtieron ya que, a pesar de la inflación, podríamos estar en un escenario donde “la competencia no funciona”, por lo que los precios podrían estar “distorsionados o altos”
En este proceso las autoridades podrían estar citando a los empresarios supermercadistas buscando explicaciones por algunas conductas.
Funcionarios del gobierno en privado suelen reconocer que estas cuestiones no son más que cortinas de humo para demostrar que “algo” se está haciendo para controlar los precios. A pesar de que son conscientes de la inutilidad de estas medidas, justifican que estas acciones permiten evitar otras propuestas más contraproducentes como los controles de precios.
De toda esta situación actual, lo único cierto es el diagnóstico: los alimentos son caros y los argentinos tienen problema a la hora de llenar el carro en el supermercado. Pero lamentablemente las soluciones propuestas a esta problemática son equivocadas
El gobierno puede hacer algo para favorecer la competencia, pero esto nada tiene que ver con controlar las góndolas de los supermercados. Es necesaria una reforma fiscal para bajar los impuestos de las pequeñas y medianas empresas que producen alimentos, así también como generar una reforma laboral para favorecer la creación de empleo en el sector. Otra cuestión fundamental es abrir la importación de alimentos para favorecer una real competencia.
Uno de los motivos principales de los astronómicos precios en las cadenas de supermercados es que, dada su estructura y exposición, es un sector donde es imposible la evasión fiscal. Los altos costos laborales, sumados a los impuestos descomunales que se cobran en Argentina, tienen a los supermercados como el escenario más claro para analizar que es lo que está mal en relación a lo que pagamos los argentinos para comer todos los días.