En el marco del feriado por el Día de la Bandera, la ex presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner realizó un acto en la provincia de Buenos Aires para presentar su frente “Unidad Ciudadana”.
A cuatro días de la presentación oficial de candidatos, la ex presidente evitó referirse a su postulación al senado, pero en varias oportunidades la concurrencia interrumpió el discurso con el cántico “Cristina senadora”.
El acto tuvo momentos de sobreactuación, que incluso superaron los índices previsibles del teatro usual en las presentaciones del kirchnerismo. Probablemente el momento de mayor melodrama fue cuando Cristina se tomó el pecho con angustia pidiéndole a alguien del público que no llore, porque ella hoy no puede llorar. Pero lloró.
Según Cristina, los desafíos que enfrenta el país hoy no tienen que ver con los partidos políticos, ya que los aumentos de tarifas son para todos por igual. “Las boletas de luz, gas o agua no llegan diferenciadas por los escudos de los partidos políticos de la gente. Vienen con los logos de las empresas y los costos subieron para todos por igual”.
Este tema, el del ajuste de tarifas, fue el elegido por la ex mandataria para criticar con dureza al gobierno de Mauricio Macri e impulsar su frente político, que todavía no la lleva oficialmente como candidata a senadora.
Durante la presentación, que la tuvo como única oradora, invitó al escenario a varias víctimas del “ajuste tarifario neoliberal”. Los mencionados subieron de a uno, cercando a la ex presidente que leía sus nombres y sus historias, donde los denominadores comunes fueron las extremas complicaciones que el ajuste (o sinceramiento) de tarifas de servicios públicos les había generado. Clubes de barrio que cerraban, panaderías que vendían maquinarias para sobrevivir, pequeñas empresas que despedían trabajadores, y ancianos que usaban solamente la calefacción por dos horas al día por temor a los costos fueron los protagonistas secundarios para dar el panorama sombrío que la actriz principal eligió para la escena.
Cabe destacar que la manipulación impúdica de la jornada no tiene que ver con que las historias presentadas sean verídicas o no, sino con que ella y sus ex funcionarios son los únicos responsables por la situación que esas personas atraviesan hoy, aunque ni los perjudicados perciban esta realidad.
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Lo único cierto del discurso fue que durante su gobierno la gente pagaba tarifas menores a las actuales. Pero ahí no puede detenerse el análisis, que es algo un poco más complejo.
Para la salida de la convertibilidad en 2002, cuando un peso argentino dejó de tener el mismo valor que un dólar, Eduardo Duhalde primero y Néstor Kirchner después, congelaron las tarifas en pesos y subsidiaron a las empresas, que dejaron de percibir las ganancias por parte de las personas cada mes y comenzaron a recibir cheques del Estado. No hace falta aclarar que este panorama de incertidumbre congeló la inversión (junto a las tarifas) y el país comenzó consumir y depredar sus reservas energéticas.
Hoy, luego de 12 años de kirchnerismo, hacen falta 16 unidades de moneda nacional para adquirir una norteamericana. ¿Quién puede opinar seriamente que el valor nominal de la energía podía mantenerse por mucho tiempo más igualado a los de 2001?
La mentira se financió mediante emisión monetaria y los ingresos extraordinarios del fisco gracias al precio internacional de la soja. De haber mantenido la farsa por más tiempo, el sistema hubiese volado por los aires ante cualquier adversidad en el contexto internacional, ya que el recurso inflacionario estaba liquidado y el país, con control de cambios, estaba al borde de la hiperinflación.
Es cierto que el gobierno de Mauricio Macri no ha sabido comunicar correctamente la herencia recibida, ni tampoco explicar con efectividad que muchas de las medidas adoptadas no tuvieron alternativa posible.
También es verdad que la nueva gestión de Cambiemos todavía no logra consolidar las reformas necesarias para reemplazar el modelo populista vigente. En todo caso, la crítica que merece Mauricio Macri es la de no dejar atrás el modelo estatista heredado.
Criticar al gobierno por comenzar a blanquear el mercado tarifario es como enojarse con la resaca luego de una larga borrachera. El termino “comenzar” es el correcto porque todavía el Estado continúa subsidiando las tarifas, pero con la intención de reducir el porcentual, mientras se busca incrementar la inversión y productividad en el sector.
En las próximas elecciones el “Frente Ciudadano” comandado por Cristina Kirchner buscará sensibilizar con los dramas que viven muchos argentinos. Pero las soluciones que brindará serán recetas mágicas, que de volver a ser aplicadas no harán otra cosa que profundizar el problema.