Dentro del pensamiento anarquista, es decir, la defensa de un modelo social sin la presencia de un Estado, existe una corriente mayoritaria (arraigada probablemente más en la cultura que en la academia) y otra de menor influencia cultural y teórica.
Por un lado existe el clásico anarquismo de izquierda,”anarcosocialismo”, que aboga por la eliminación del Estado, pero también de otras instituciones como la propiedad privada y la religión, por considerarlas instrumentos de opresión de igual magnitud que el mismo Estado.
En contraposición a este modelo, que ha contado con amplia difusión, logrando incluso diversas manifestaciones culturales que trascendieron el pensamiento teórico académico, tenemos la corriente anarquista-libertaria promercado conocida como “anarcocapitalismo”. Esta filosofía, a pesar de tener hasta el momento menor difusión e influencia que su variante de izquierda, tiene a su favor que al menos no presenta a simple vista la gran imposibilidad teórica del clásico anarquismo tradicional.
Para el anarquismo de izquierda es necesario abolir el Estado, pero también la propiedad privada, a modo de generar una convivencia en libertad, sin aparentes desigualdades sociales.
Supongamos que una ciudad, un pueblo o un país, decidiera ir por un proceso en este sentido y se logran eliminar tanto las autoridades gubernamentales como también la propiedad privada. Hagamos el esfuerzo teórico que todos los bienes disponibles pueden asignarse de forma colectiva o que fuera posible hacer una redistribución total para que todas las personas, bajo el modelo anarquista, tengan exactamente lo mismo… ¿Se habría llegado a la utopía definitiva que los anarquistas de izquierda buscan? De ninguna manera.
Ya que hicimos todas esas contemplaciones teóricas para analizar la situación, supongamos también que esta utopía lograra cambiar a las personas, eliminando sus miserias, y ya no existiesen los conflictos humanos como la violencia o el fraude que requieran algún tipo de arbitraje y represión…aún así sigue existiendo una imposibilidad teórica que hace imposible el sueño “anarcosocialista”.
Aunque que el nuevo mundo haya repartido todos los bienes existentes o que la humanidad lograse sobrevivir en paz en un hipotético modelo no consumista, cosechando felizmente la comida necesaria para vivir (tal cual sueñan los utopistas trasnochados que cuentan con Internet, seguro médico y teléfonos inteligentes) lo cierto es que las valoraciones para cada individuo son distintas.
Una vez que este hipotético grupo de hombres se encuentre en ese mundo igualitario en lo material sin autoridad estatal, los primeros intercambios (y nuevas propiedades privadas) estarán a la vuelta de la esquina.
Si el experimento anarcosocialista se desarrollara, por ejemplo en una isla, donde se sobrevive gracias a la agricultura, la caza y la pesca ¿Qué pasará cuando un individuo se dé cuenta que es más útil para pescar y desee cambiar un pescado por dos cocos (y otro quisiera hacer el intercambio)? ¿Cuál será la reacción del colectivo si una bella muchacha decide intercambiar un servicio sexual diario a un vecino determinado que recolecte los alimentos por ella? ¿Qué pasaría si uno de los hombres logra construir un palo más eficiente para bajar cocos, por lo que trabajaría la mitad de tiempo que los demás, y en términos generales se convirtiera en “más rico” por tener más horas de ocio y descanso?
Ante cualquiera de estos intercambios libres y voluntarios, si el colectivo eligiera reprimirlos, ya estaría actuando con la potestad de “Estado” por lo que refutaría la vigencia del anarquismo.
Pero si estos intercambios fuesen permitidos estaríamos en vísperas de un nuevo mercado y por lo tanto de nuevas “propiedades”, por lo que se anularía el concepto de “igualitarismo”.
Esto concluye a que, dada la delirante hipótesis de llegar a una sociedad sin Estado ni propiedad privada, la misma acción humana y las mismas valoraciones subjetivas de las personas generarían un nuevo escenario donde, para mantener el modelo, o se vulnera el principio de la falta del Estado, o se necesita reconocer la existencia de la propiedad privada y el mercado.
Una de dos. No hay otra opción. Y cualquiera de las dos caminos anula el concepto teórico del anarquismo de izquierda.
En contraposición, el modelo anarcocapitalista, gracias a su compatibilidad con los acuerdos libres y voluntarios, no presenta (al menos) esta contradicción o imposibilidad teórica, ya que invita a pensar el mundo en un marco libre de Estado, pero no libre de normas o reglas, y respetando todos los logros de los individuos. Esquemas privados de seguridad y justicia serían las herramientas para defender esos logros y esa libertad.
Sin dudas la mera idea de la vida cotidiana sin la presencia de un Estado controlador parece utópica a simple vista, pero ante el creciente aparato gubernamental en todo el mundo y las fallas diarias que presentan los roles dados como “indelegables” al Estado, vale comenzar a analizar modelos alternativos en materia de seguridad, justicia, educación, salud y otros tantos aspectos regidos por los gobiernos.