La candidata a senadora por el frente Nueva Izquierda, Vilma Ripoll, empapeló la Ciudad de Buenos Aires con la ingenua propuesta del salario mínimo obligatorio, con el detalle de la política de género: “$25 mil para todxs” (1500 dólares).
Esta propuesta a manos de la izquierda trae dos paradojas. Por un lado, elevar el salario mínimo arbitrariamente no sólo que no mejora la situación de los trabajadores (efectivamente perjudica a los más necesitados), sino que los mismos espacios políticos socialistas son los que se oponen a cualquier política que sí podría incrementar los salarios.
Más allá que suene odioso, un salario es un precio, y como todos los precios no es algo fijo, sino que es una señal variable que marca un punto de encuentro entre una oferta y una demanda. De la misma manera que fijar un precio de algo en el supermercado, por debajo de lo que indica el mercado, causa el desabastecimiento de ese producto, cuando se fija un salario mínimo por encima de lo que el mercado indica que vale la pena contratar, se obtiene desocupación con salarios mínimos “teóricos”.
Claro que el Estado siempre tiene más herramientas como obligar a contratar por un salario determinado, o directamente ocupar la fabrica y empresa. Claro que también el único resultado de esas iniciativas es la Venezuela de hoy en día.
El #Macrismo y el #Kirchnerismo son iguales, no caigas en la #Polarización, la unica #Alternativa es el #MST en #IzquierdaAlFrente pic.twitter.com/iy4nNKu0d8
— MST-Quilmes (@MstQuilmes) May 15, 2017
Es cierto que los salarios básicos en Argentina son miserables y realmente es complicado para una familia llegar a fin de mes. Ni hablar de generar algún ahorro a futuro.
Pero también es cierto que la izquierda que busca implementar estas medidas infantiles, es el mismo espacio político que lucha contra cualquier reforma que pueda generar un aumento real en los salarios y el poder adquisitivo de la gente.
Los salarios más altos, cuando miramos el mundo, coinciden con los países más productivos… que dicho sea de paso coinciden con los países que cuentan una mayor libertad económica.
Claro que alguien puede argumentar que varios países que abrieron su economía recientemente, como China o India, tienen salarios muy pobres, inclusive en comparación a los argentinos. Es cierto. Pero la comparación en ese caso no es con Estados Unidos o Canadá, sino con el mismo país cuando la dictadura comunista hacía que la gente se mueriera de hambre y no tuviese acceso a los dos platos de comida diarios que hoy tiene. A medida que se gana productividad se incrementan los salarios inevitablemente. No es una cuestión moral, sino científica.
Si la candidata Ripoll desea incrementar realmente los salarios debería luchar por eliminar estos requisitos de contratación, que son los salarios mínimos, como así defender una baja de impuestos, sobre todo al trabajo, que Argentina tiene uno de los más altos del mundo.
La productividad no viene de la mano de altos impuestos, regulaciones y salarios mínimos, sino de impuestos bajos, apertura, facilidad para invertir y emprender y libres contratos entre las partes.
Aunque la candidata a senadora no lo acepte ni lo sepa, sus propuestas son parte del problema que hoy tiene a casi medio país sumergido en la pobreza.