Luego del fallo de la Corte Suprema de Justicia que benefició al represor Luis Miña con la polémica ley del 2 x 1, agrupaciones de izquierda y peronistas convocaron a una marcha en Plaza de Mayo en repudio del fallo y en una supuesta defensa de los derechos humanos.
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A pesar que el Congreso Nacional argentino convocó esta semana a una sesión extraordinaria donde votó en tiempo récord y por unanimidad limitar el beneficio para los delitos de lesa humanidad, la marcha se realizó igual y fue multitudinaria.
Con consignas como “son 30.000 fue genocidio”, “cárcel común a los represores” y “ningún genocida libre” marcharon los sectores sindicales, Abuelas de Plaza de Mayo, referentes kirchneristas, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, el gremio docente y la Central de Trabajadores Argentina.
Mientras transcurría la marcha, todos los medios de comunicación destacaban el éxito de que la ley haya salido con apoyo de todos los partidos políticos. Incluso los más críticos al kirchnerismo festejaban que la manifestación y la votación en el Congreso ya no eran monopolio del espacio de los Kirchner, sino de “todo el pueblo argentino”. No obstante lo cierto es que tanto el voto de todos los legisladores y la marcha significó la victoria de ese espacio político que logró imponer su falsa visión de los setenta y los derechos humanos como un dogma incuestionable.
Lo cierto es que la marcha, en lugar de ser un triunfo de la causa por los derechos humanos, fue una manifestación del doble discurso y de la hipocresía de la que el kirchnerismo hizo gala durante 12 años.
Para comprender este aspecto podemos analizar rápidamente tres cuestiones puntuales, dos históricas y una actual:
La responsabilidad del peronismo antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976
A pesar de que ayer marcharon todas las líneas peronistas bajo el mismo reclamo de “memoria y justicia”, lo cierto es que fueron responsables, tanto del inicio de la violencia política de los setenta como del comienzo del Terrorismo de Estado.
Desde su exilio en España, Juan Domingo Perón manipuló a su gusto a las antagónicas interpretaciones izquierdistas y derechistas de su legado político. A unos les decía que el Che Guevara era “el mejor de los nuestros” y a los otros que el peronismo era “la falange” española en Argentina.
Su plan funcionó a la perfección hasta el momento de su retorno cuando ambos bandos literalmente se mataron a los tiros. El viejo caudillo se quedó con el sindicalismo tradicional de su ala derecha y echó de la Plaza de Mayo a los Montoneros tratándolos de “estúpidos” e “imberbes”. La izquierda entró en la clandestinidad para combatir al gobierno constitucional y el Poder Ejecutivo, en democracia y bajo un gobierno peronista, comenzó con el Terrorismo de Estado de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).
Para la interpretación actual y simplista, todo empezó con Videla en 1976, a pesar de que toda la documentación histórica demuestre lo contrario.
Los “jóvenes idealistas” masacrados por la dictadura neoliberal
Esta creencia es otro dogma vigente que llegó hasta los libros de texto con los que estudian los jóvenes secundarios y universitarios en Argentina. Lo cierto es que los jóvenes víctimas de la dictadura no eran tan “idealistas” y los gobernantes poco tenían de “liberales”.
En relación a las víctimas del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” hay que dejar en claro que fueron reprimidas y asesinadas de la forma más cobarde que exista: desde el Estado y mediante el terrorismo. Esto se desarrolló por medio de secuestros ilegales, torturas aplicadas por oscuros policías y militares en centros clandestinos y asesinatos con desaparición de los restos mortales.
Esta metodología siniestra, que como dijimos empezó con el peronismo y en democracia, causó aproximadamente siete mil muertes entre 1976 y 1982. El número de 30.000 surgió como una forma de llamar la atención en Europa sobre los trágicos hechos que tenían lugar en Argentina.
Lamentablemente en todos los foros públicos se sigue repitiendo la cifra de 30.000, que no figura en ningún documento, y el que decida apegarse a los números de las investigaciones formales, es señalado como un defensor del accionar militar automáticamente.
Dejando en claro el cobarde y repudiable accionar de las Fuerzas Armadas, hay que reconocer que las organizaciones guerrilleras (criminalmente combatidas) poco tienen que ver con la idea que las supuestas organizaciones de los derechos humanos quieren adjudicarles en la actualidad. Durante los últimos años se repitió hasta el hartazgo de que se trataban de “jóvenes idealistas”, que luchaban por “un mundo justo y solidario”. Inclusive, en plena re escritura del pasado reciente, el kirchnerismo buscó asociarlos a la idea de “luchadores por la democracia” en pleno gobierno militar.
El plan de organizaciones como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, ya entrados en la clandestinidad, no era otro que el de una dictadura al estilo stalinista, más sangrienta que la del mismo Videla. Para las organizaciones armadas, Argentina debía sufrir un millón de muertos para alcanzar el plan socialista que tenían en mente.
En relación al plan económico “neoliberal”, la segunda mitad de los setenta fue otro fracaso más del estatismo consolidado por Perón: los militares mantuvieron las empresas y medios de comunicación en manos del Estado (inclusoe se generaron estatizaciones en lugar de privatizaciones), existieron controles de cambios y precios, devaluaciones programadas, se disparó la deuda externa en lugar de achicar el gasto público y se estatizaron deudas privadas.
El descontrol era tal, que la gente perdía su patrimonio o se enriquecía de la noche a la mañana.Los militares otorgaban privilegios al estilo kirchnerista pero con más ocurrencia: sacaron una Ley para las empresas que contrataban con el Estado, donde quedaba claro que si no obtenían ganancias (dada la inestabilidad que el mismo plan económico generaba) serían indemnizados por estar realizando el noble trabajo de “construir la patria”.
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El compromiso con los Derechos Humanos hoy
Había una coincidencia entre las organizaciones que convocaron y se hicieron presentes el día de ayer con los voceros del chavismo en Argentina.
Los sectores de la izquierda y el kirchnerismo que, en teoría, ayer marcharon por los derechos humanos, siguen manteniendo una posición inadmisible en relación al gobierno asesino de Nicolás Maduro.
Ante cada pregunta sobre la crisis en Venezuela estos voceros del socialismo tienen sus frases hechas, tanto para la crisis económica como para la salvaje represión.
Cuando se habla de la economía repiten que los faltantes, la inflación, las colas y el desabastecimiento no es otra cosa que la especulación de los acaparadores que buscan ganancias extraordinarias atentando contra el pueblo venezolano.
Si las preguntas van en relación a la gran mayoría que pide un cambio argumentan que el gobierno cuenta con marchas similares, que no son cubiertas por los medios de “la derecha”.
Ante cuestiones más sensibles como la represión, los voceros de la izquierda suelen interrumpir para hacer referencia al discurso épico: “¿Sabés lo que es enfrentar a los Estados Unidos?”, ¿Tenés idea de los costos que enfrentaron Chávez y Maduro por querer implementar un modelo más justo de sociedad?”, “El imperio no va a permitir que se fortalezcan los modelos de justicia social alternativos al capitalismo”. Lamentablemente en la mayoría de los casos los periodistas e interlocutores compran el argumento y pasan a otro tema.
El silencio, en algunos casos, y la complicidad, en otros, sobre los hechos que sacuden a Venezuela hoy, son la muestra cabal de que para algunos sectores los “derechos humanos” son solo para los propios…para los demás, como dijo Perón, “ni justicia”.