La educación argentina está, hace años, en un proceso terminal. O mejor dicho, ha muerto hace tiempo y parece que ni los políticos, ni los maestros y, lamentablemente, ni los padres lo advierten.
El nivel de los egresados es cada vez más bajo, la violencia en las aulas es moneda corriente, las autoridades no encuentran solución al bullying (matoneo), los alumnos no comprenden textos y lo único que importa en el debate político es que los chicos “no pierdan días de clase” por culpa de los paros. La situación es tan precaria que uno podría preguntarse si la educación pública en Argentina no es hasta contraproducente para el desarrollo intelectual de los jóvenes.
Claro que la realidad social es tan delicada que no podemos dejar fuera del panorama que para muchas familias en situación de emergencia, la escuela brinda una oportunidad, al menos, de una comida al día para sus hijos. Pero esta realidad no puede alejarnos del debate necesario para encontrar un modelo educativo superador.
Mientras que todos los partidos políticos dicen que este asunto es totalmente prioritario, las propuestas se limitan a dar un aumento salarial y se patea el conflicto hacia adelante. Sin embargo la misma problemática nos brinda una imagen que puede darnos las herramientas para analizar la salida.
Todas las marchas docentes nos brindan la escena de miles de maestros juntos con el mismo reclamo. Una masa uniforme bajo la misma consigna y con la misma necesidad. Uno puede estar a favor o en contra con el reclamo pero….¿Nadie se pone a pensar por qué esos miles de maestros tienen que cobrar lo mismo?
Imaginemos cualquier oficio y preguntémonos cual hubiese sido el resultado en la historia si sus trabajadores hubiesen estado agremiados bajo una misma organización sindical, percibiendo los mismos ingresos (sin importar el desempeño) y sin posibilidades de innovar. El resultado ante ese escenario es el estancamiento inevitable.
Aunque debiera sonar absurdo en pleno Siglo XXI las provincias argentinas acuerdan un salario docente de forma colectiva y todos los docentes, sin importar su actitud y aptitud son acreedores del mismo salario. No existen posibilidades de innovar ni en las metodologías ni en los currículos. El resultado es el fracaso del socialismo…es decir, del colectivismo impulsado desde el mismo Estado.
Cabe destacar, a pesar de que suene más absurdo todavía, la única propuesta para revertir esta situación es terminar con la supuesta “autonomía provincial”, para que todo quede centralizado bajo la órbita del Estado nacional. El desastre sería aún peor.
Si la supuesta “autonomía provincial” pasara a una verdadera autonomía de cada centro educativo, el resultado sería revolucionario. El monopolio de modelo educativo no permite ninguna competencia simultánea, por lo que no hay ninguna posibilidad de salir de este laberinto. La única respuesta es la libertad y la competencia.
Dentro del sector privado la reforma es simple. Los ministerios de educación deberían dejar de intervenir e imponer metodologías y contenidos para dar rienda suelta a la innovación y a los incentivos productivos. En el sector estatal esta reforma podría ser aplicada perfectamente si se reemplaza el subsidio gubernamental a la demanda en lugar de la oferta. Es decir, a los padres mediante bonos o cheques educativos en lugar de las escuelas que reciben sus ingresos, sin importar su eficiencia. La actitud del sector educativo si se encontrara en la necesidad de atraer a la clientela, si desea asegurar su subsistencia, brindaría los resultados de todos los otros sectores que progresan, mientras que la escuela es la misma de hace 200 años.
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De la misma forma que fracasó el socialismo en cada país que fue implementado, continuarán fracasando los sectores que sean sometidos al colectivismo, que no tengan posibilidades de innovación y donde no exista la competencia.
Cuando un maestro argentino sea libre de proponer novedades y de animarse a buscar un desempeño destacado, que le garantice mayores retribuciones económicas, y que su espectáculo sea sinónimo de alumnos y padres que lo elijan, cambiará la situación y se revertirá una decadencia insoportable.