Un acto de vandalismo contra una iglesia católica en Connecticut durante el fin de semana marcó un hito sombrío. Con este suceso se contabilizan unos 300 ataques contra estas infraestructuras en Estados Unidos desde mayo de 2020, justo cuando se desataron las protestas lideradas por la organización Black Lives Matter, tras la muerte de George Floyd.
- Lea también: ¿Por qué BLM calla ante la masacre de cristianos africanos?
- Lea también: El caso de Allen West que desmonta la narrativa estéril de BLM
Las manifestaciones, desde aquel entonces, iniciaron una ola de violencia contra las iglesias, que ha venido creciendo de manera progesiva y se aceleró después de que cesaron los disturbios, lo que despierta cierta suspicacias sobre el origen de estos indicios de vandalismo y sus posibles nexos con este movimiento.
Y es que, desde su génesis, Black Lives Matter se ha volcado en la promoción del socialismo racializado, así los dicen las fundadoras del movimiento: Patrisse Cullors, Alicia Garza y Opal Tometi. Es tanto el compromiso de sus referentes con la izquierda radical que en 2015 Tometi viajó personalmente a Venezuela, en carácter de «fiscalizadora», para supervisar el recuento de votos en las elecciones parlamentarias. En esta oportunidad hasta BLM condecoró a Nicolás Maduro.
La funcionalidad de BLM al socialismo se demuestra principalmente en que la destrucción de la iglesia implica que la moral será una situación estatal. Derriban un dios para implatar el suyo propio, el culto al Estado. Es por ello, que existe esta preocupación generalizada sobre lo que demuestran tales ataques. Es decir, 300 iglesias vandalizadas equivalen a una cada tres días, lo que se traduce en 100 por cada año.