Colombia está en un proceso de transformación con el triunfo de la izquierda y la muestra más clara es que en Bogotá designaron a una persona trans de origen cubano, para estar al frente del Departamento para la Prosperidad Social. Este es el caso de Charlotte Schneider Callejas, cuyo nombramiento no pasó desapercibido y fue teñido con todos los guiños ideológicos que lo rodean.
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“Bienvenida Charlotte Schneider Callejas como directora regional Bogotá. Activista por los derechos de las mujeres, sectores LGBTI y grupos étnicos. Especialista en estudios Feministas y de Género de la Universidad Nacional Colombia, con más de 30 años de experiencia profesional en Cuba y Colombia”, celebró la entidad en Twitter.
Su currículum incluye más de 30 años de experiencia profesional entre Cuba y Colombia. Estudió bioquímica en la Facultad de Biología de la Universidad de la Habana, su país natal. Se nacionalizó en Colombia, donde se especializó en Feminismo y Estudios de Género y ahora con su nuevo cargo se convirtió, sobre todo, en el rostro de la nueva izquierda.
El “pinkwashing” llegó a Colombia
En el ámbito activista, se conoce como “pinkwashing” al hecho de usar personas LGBT para ocultar o tapar los abusos de un gobierno. Por ejemplo, con Raúl Castro a la cabeza, su hija, Mariela, fue la encargada de temas LGBT, a cargo de la transformación de una tiranía comunista que antes torturaba a los homosexuales, así como a los transexuales, y ahora los usa como instrumento político.
Ahora, en el gobierno de Gustavo Petro una de las seis banderas de su plan de gobierno llamado ‘Colombia, potencia mundial de la vida’, propone “reducir los casos de violencia contra las mujeres y reunir esfuerzos para eliminar las brechas de género y agresiones contra gais, lesbianas, personas trans, no binarias y queer”.
Y refuerza que “tanto el mandatario como la vicepresidenta Francia Márquez plantearon, desde la campaña, reforzar las políticas públicas de género para reducir los casos de violencia contra la comunidad”.
Aunque destaca que en la Ley 1448 de 2011 (de Víctimas y Restitución de Tierras), ya cuenta con un “enfoque de género”, sostiene que el gobierno insiste que no era suficiente. Por eso anunció “un plan de choque para el desarrollo y la prevención y eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres”. No obstante, usan de ejemplo a un hombre biológico.
Cuba y la condición de los trans
Desde el inicio de Fidel Castro en el poder, el régimen comunista impuso el servicio militar obligatorio para todos los varones. Y consideraba “contrarrevolucionarios” a los hombres que se maquillaban y/o que eran homosexuales. También los religiosos, pues su obediencia no era al partido sino a Dios.
Es decir, lo que se castigaba en Cuba era la voluntad individual. Pensar y actuar por fuera de los mandatos del régimen era motivo de trabajo forzado y privaba a un hombre de la capacidad de servir a la revolución de forma armada.
Cabe destacar que a menudo los hombres con maquillaje no eran travestidos ni transgéneros o transexuales, sino estudiantes de teatro. Había mujeres a cargo de pasar un algodón por su rostro. Al ver maquillaje, los denunciaban por “conducta impropia”. Este término que a simple vista se parece moralista en realidad es utilitaria. El régimen establece lo apropiado y por ende castiga lo impropio: aquello que no sirve a la revolución.
Como la lucha actual no es armada sino ideológica, la subversión moral usa a la “diversidad sexual” para el cambio cultural. En lugar de guerrilleros como antaño exporta elementos “diversos”.
Ante las condiciones precarias que viven los cubanos, los trans están entre los más perjudicados. Pues para vivir su identidad plenamente requieren de cirugías y hormonas, en una isla donde los medicamentos escasean.
Cuando en mayo del 2019 hubo una manifestación por parte de personas LGBT quedó en claro que no gozan de un privilegio especial, solo en cuanto sirven al régimen. Si protestan en contra, son perseguidos como cualquier disidente.