Murió una criatura de ocho meses de gestación en las puertas de un hospital, en vista que no le permitieron a su madre ingresar porque su prueba de COVID tenía cuatro horas vencida. La “tiranía sanitaria” que se viene denunciando internacionalmente por causa de las estrictas medidas para combatir la pandemia del coronavirus cobró la vida del más inocente, el niño por nacer. Y ya van dos casos conocidos en la primera semana de 2022.
Rodeada de sangre, la mujer aparece sentada en un taburete, ni siquiera una silla, a las afueras del hospital Xi’an Gaoxin, China. Una sobrina de la mujer subió el video a Weibo, el equivalente chino de Twitter. 290 millones de personas pudieron verlo antes de que fuera eliminado. Pues el régimen comunista tiene el control de las redes sociales, interconectadas entre sí para formar parte del sistema de “crédito social” que Pekín usa para medir la obediencia de sus ciudadanos.
La Agencia France-Presse (AFP) reseñó el suceso, destacando que ocurrió el primer día del año. El gobierno de la ciudad de Xi’an reconoció en un comunicado que el incidente en el Hospital Xi’an Gaoxin había despertado “una preocupación generalizada y causado un mal impacto social”. Dos funcionarios del hospital fueron despedidos y su gerente general fue suspendido.
De hecho, la publicación que detalla lo ocurrido en el hospital Xi’an Gaoxin se volvió viral después de que se publicó nuevamente en las cuentas de las redes sociales controladas por el Diario del Pueblo, que es el periódico insignia del Partido Comunista de China (PCCh). El gobierno central del gigante asiático despidió al teniente alcalde de Xi’an y castigó a otras dos docenas de funcionarios por no haber podido contener el brote.
Incluso la viceprimera ministra china, Sun Chunlan, dijo a Xinhua, la agencia estatal de noticias, que se sentía “profundamente avergonzada” de que los esfuerzos del hospital para contener el coronavirus hayan llevado a la pérdida de un niño por nacer, y agregó: “La lección aprendida fue profunda”.
“Después de una investigación, encontramos que el hospital Goaxin proveyó un servicio médico ineficiente y a destiempo y no le brindó a la paciente un plan de contingencia. Fue un accidente debido a la negligencia. Le hemos pedido al hospital disculparse con la paciente y compensarla”, anunció el gobierno municipal de Xian, en una rueda de prensa posterior al incidente.
Causó tal indignación la muerte del hijo y la desatención a la madre que las autoridades pidieron disculpas oficiales a la paciente, algo poco usual bajo una tiranía de partido único como es el Partido Comunista Chino. El director de los servicios de salud del ayuntamiento de la ciudad se disculpó públicamente en una rueda de prensa.
Otra mujer abortó luego que dos hospitales la rechazaron
El caso ocurrido en el hospital Xi’an Gaoxin no ha sido el único. The Wall Street Journal informó que una segunda mujer afirmó en una larga publicación de Weibo que ella también había sufrido un aborto después de que dos hospitales la rechazaran.
Sucedió el 29 de diciembre cuando buscó tratamiento por un sangrado presentado al final de su embarazo. Recién lo hizo público el jueves 6 de enero, a raíz de la viralización del atropello contra su compatriota. Sin embargo, su publicación también fue eliminada, pero no antes de conseguir 630.000 “me gusta” y de ser compartida más de 110.000 veces.
Asimismo, una tercera mujer alegó en Weibo el miércoles 5 de enero que su padre murió de un ataque al corazón el lunes después de que varios hospitales, incluido el Centro Médico Internacional de Xi’an, se negaran a tratarlo “debido a las reglas relacionadas con la pandemia“.
El país donde surgió el coronavirus es la sede de estas atrocidades. Los tres casos ocurrieron en la ciudad china de Xi’an, donde están los icónicos soldados de terracota. Con el mismo estoicismo de esas figuras, 13 millones de habitantes han permanecido confinados bajo la política “Covid cero” por causa de un nuevo brote de coronavirus.
Confinamientos estrictos
Desde el 22 de diciembre, los residentes de la ciudad deben permanecer en sus casas. Solo una persona por hogar pueda salir cada dos días para comprar artículos de primera necesidad. Las estrictas medidas sanitarias son una respuesta a un brote de casi 1900 casos de COVID-19, un recuento que palidece en comparación con los más de 1 millón de casos reportados en EE. UU. solo el lunes. Y sin embargo no se ha impuesto un confinamiento de la población.
En Xian, a los días del encierro, los residentes se quejaron en redes sociales por la falta de comida. Además, la escasez hizo que servicios de entrega a domicilio aumenten los precios. La decisión del gobierno municipal de colocar a todos los contactos cercanos de casos confirmados en una instalación de cuarentena centralizada se sumó al caos.
Posteriormente, el sistema de aplicación del código de salud de la ciudad colapsó, lo que imposibilitó temporalmente que los residentes verificaran su estado de infección. En medio de ese caos, dos mujeres requerían pruebas negativas que vencieron e imposibilitaron su ingreso a los servicios de salud, lo que resultó en la muerte de sus hijos en sus vientres, en el caso de una en medio de un sangrado que duró más de dos horas en la vía pública.
De modo que China no solo fue la cuna del brote del coronavirus que no supo contener y ocultó por meses, por medio de la censura y persecución a médicos que lo advirtieron, impidiendo a la población global la oportunidad de prevenirlo, sino que ahora también muestra qué puede pasar cuando el gobierno tiene el poder de negar acceso a la salud por medidas sanitarias arbitrarias: mueren los más inocentes.
En medio de las restricciones a la población local, China organiza los Juegos Olímpicos de Invierno este año en Pekín, que recibirá a miles de visitantes internacionales. Y es que el régimen se vale de la publicidad para seguir en pie. Mientras censura y encierra a sus ciudadanos, da la bienvenida a los turistas.