El escritor cubano Angel Santiesteban-Prats no pudo salir de la isla porque el régimen de los Castro y Miguel Díaz-Canel lo arrestó por un crimen que no cometió. Fue retenido para impedir que asistiera al Festival de Arte y Literatura Independiente Vista en Colombia, donde se reuniría con escritores y editores exiliados. Finalmente pudo llegar tras la presión internacional producto de la Declaración de Bogotá, donde sus colegas exiliados invocaron solidaridad internacional y exigencias al régimen. Ahora, que sus compañeros volvieron a sus países de residencia, Ángel permanece en Bogotá a la espera de una visa humanitaria.
“Me detuvieron en el aeropuerto. Me dijeron que estaba ‘regulado’, sin otra intención que no permitirme que asistiera a la presentación de dos libros de mi autoría. Me condujeron a un calabozo acusado de narcotraficante, luego por estafador. Gracias al apoyo internacional, me liberaron bajo el pretexto de ser un error en el sistema. Entonces pude abordar el avión a los dos días”, explicó Ángel.
Ahora necesita una visa humanitaria por razones de salud. Luego de un arresto previo, dos años y medio en la cárcel, con un tumor en el estómago que ameritó radiación, lo operaron de dos lipomas. Ademas tiene un tercer lipoma en una pierna, que durante la cirugia no pudieron removerlo porque estaba vascularizado y muy cerca de la vena femoral. “Necesito operarme”, insiste.
A pesar de no haber cometido delito alguno, Santiesteban-Prats tiene un abultado prontuario en Cuba. Su primer arresto ocurrió cuando tenia 17 años. Fue encarcelado por el simple hecho de acompañar a sus hermanos mayores a la costa, en un intento de abandonar el país.
“Me mantuvieron encarcelado por un año y dos meses. Para aislarme de aquel infierno, mi subconsciente comenzó a crear una historia, fue mi defensa para escapar de mi realidad. Una vez que me liberaron del cautiverio, ya estaba convencido de que dedicaría mi vida a escribir”, explica Ángel.
A eso se suma el delito de “encubrimiento”, que supuestamente había cometido por no delatar a sus hermanos. El día del juicio fue absuelto, pues hasta ese momento el código penal no lo consideraba un delito. Sus hermanos y hermanas sí fueron sentenciados a diez años de cárcel.
En Cuba, los suministros de los presos son provistos por sus familiares. Por ende, todavía sin ser mayor de edad, Ángel tuvo que ayudar a su madre con los gastos de sus hermanos en prisión.
Luego de trabajar en la televisión cubana, pues estudió Dirección de Cine, escribió el libro “Dichosos los que no lloran” con el cual ganó el premio Casa de las Américas en 2006. “Finalmente la literatura me ganó y me dediqué a escribir a tiempo completo”, señaló.
“Mi activismo consiste en brindar aquella realidad sobre mi país y que la dictadura oculta, que persigue y castiga a los que deciden no aceptar sus imposiciones. No quiero ser político, solo me interesa vivir en un país donde pueda decir en alta voz lo que pienso sin temer a las represalias”, explicó Ángel.
Ganar premios para obligar a las editoriales a perder el miedo de publicar a opositores
En 1995 ganó el premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), con el conjunto de relatos “Sueño de un día de verano”. En el 2001 obtuvo el premio Alejo Carpentier con el libro “Los hijos que nadie quiso”.
Explica que ganar un premio es casi una obligación para lograr ser publicado, de lo contrario las editoriales cubanas no se atreven por los problemas que podría provocar “la magnitud crítica de los relatos”. Una vez premiado, tienen la obligación, según las bases del concurso, de publicar las obras.
En 2008 abrió un blog “Los hijos que nadie quiso”, que dio comienzo a su “calvario como opositor”. Después de muchas detenciones y golpizas, esto lo llevó a la prisión “por una infundada e injusta acusación que el tiempo y el juicio oral demostraron mi inocencia”, explicó Ángel.
Obtuvo el premio Franz Kafka de novela en 2013. Un año después, fue escogido entre los 100 héroes de la comunicación y en 2016 obtuvo el premio Reinaldo Arenas (llamado así por el activista homosexual reconocido internacionalmente por su cautiverio en los campos de labor forzada donde el Che Guevara sostenía que “el trabajo os hará hombres”) con el conjunto de relatos “El regreso de Mambrú”. Hace dos años recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente, que se otorga desde la diáspora.
La pesadilla de los cubanos, el sueño del latinoamericano intelectualoide
Sus premios le dieron renombre y la oportunidad de viajar. Fuera de Cuba conoció a personas que consideraban que la pesadilla de él, su familia y conciudadanos, era un sueño anhelado. Por ejemplo, en México conoció a una profesora universitaria que “vivía enamorada desde su inocente romanticismo, de la ‘revolución’ cubana y la leyenda del enfrentamiento de Fidel Castro con los ‘yanquis'”.
Cuenta que ella vivía en una mansión, con piscina, dos autos y vacacionaba en Europa, Asia. Pero cuando Ángel estuvo en su casa, estaba en paro, exigiendo -junto a otros docentes- que le elevaran sus sueldos. Un fenómeno común entre docentes de establecimientos estatales, pretendiendo que el Estado les dé más sin palpar lo que sucede cuando el Estado controla todo. “Quería vivir mejor y eso es natural en el ser humano”, agrega Ángel, “pero luego apoya la dictadura sin importarle los sufrimientos de los cubanos”.
Por ello propone crear una agencia de viajes, sin fines lucrativos, para hospedar a esos “románticos”, por seis meses en Cuba, pero no como turistas, sino como cubanos de a pie, en sus casas, con sus trabajos, según el oficio que tengan, y ganando el sueldo que percibe un profesor, un doctor, licenciados, ingenieros.
“Estoy seguro de que en menos de seis meses o está preso por robar en su trabajo para subsistir o por salir a la calle con una pancarta protestando por la misera vida que lleva, eso sin contar a los que tienen hijos y no saben que alimentos darles”, afirma, “creo que con esa prueba se les acabará su romanticismo”.