España se ha visto conmocionada en los últimos días. Primero por la desaparición, luego por la confirmación del asesinato y, por último, por la confesión que Gabriel Cruz, un niño de 8 años cuyo cuerpo fue hallado sin vida, fue asesinado por su madrastra, Ana Julia Quezada, una migrante dominicana.
Desde América Latina nos planteamos cómo y cuánta influencia pueden tener los cambios culturales sobre la jurisprudencia, pues corresponden a los usos y costumbres.
Pero, sobre todo, cuál es el impacto social y cognitivo que ha llevado a que genere más indignación en ciertos sectores el trato a la asesina que al asesinado, pues se acusa al pueblo español —indignado— de “machismo”, racismo y xenofobia por arremeter contra la asesina.
Es decir, para este sector, sus actos quedan en segundo plano respecto a sus rasgos y origen.
Aunque la publicación fue removida de la red social Twitter, encontramos en el archivo que el periódico español El País planteó la posibilidad de que la mujer actuó en “legítima defensa” contra un niño de 8 años.
Luego fue esclarecido que la asesina cavó una fosa para arrojar el cadáver antes de matar a Gabriel Cruz, con lo cual pesa evidencia en su contra, ya que se podría establecer que el asesinato fue premeditado.
PanAm Post contactó al psicólogo y escritor español, Bernardo Peña Herrera, quien da cátedra en América Latina y puede dar la perspectiva desde ambos continentes.
Políticas de género e igualdad ante la ley
“Antes de comenzar, me gustaría dejar claro que aborrezco y condeno la violencia intrafamiliar, venga de donde venga”, nos dice.
Considera que este caso es ejemplo de cómo una ley llevada al extremo puede atropellar los derechos de la mitad de la población y crear profundas heridas y resentimiento entre los miembros de la comunidad.
Ya que desde la adopción de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, impulsada por el gobierno de Zapatero, el espíritu de la ley, explica que la violencia es unidireccional: “se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
Según la ley, nos comenta que los hombres maltratan a las mujeres por considerarlas como seres inferiores y carentes de derechos, por considerarlas objetos. La ley solo contempla agresiones que hombres cometen contra mujeres, y son juzgados en tribunales especiales nada benevolentes.
Mientras que si la mujer agrede a varones o niños, ni se contempla y si sucede, es juzgada en otros tribunales.
La ley ataca a la presunción de inocencia
Asimismo, agrega que las mujeres que hayan denunciado a un hombre por violencia de género son acreedoras de ayudas sociales, ventajas laborales y a la hora de conseguir vivienda, se quedan automáticamente con la custodia de los niños, e incluso pueden recibir una paga.
Bajo la normativa de no “revictimizar a la víctima”, no exige prueba la denuncia. Basta la declaración de la mujer para encerrar al hombre en prisión a espera de juicio. En el proceso judicial la versión de la mujer prevalece sobre la del hombre.
Denuncias falsas
De acuerdo a Peña Herrera, algunos analistas sostienen que hasta el 80 % de las denuncias son falsas. En caso de demostrar la falsedad, las consecuencias son mínimas para la denunciante.
Atención mediática: criminal mujer sobre víctima varón
Y esta impunidad llega a todas las esferas. Hace unos días, la alcaldesa de Madrid —Manuela Carmena—, exjuez y comunista, dijo que la maldad y la violencia están en el ADN del hombre. Por tanto, la mujer no puede ser violenta, y sólo puede ser víctima.
Esta forma de pensar refleja la creencia predominante en la ideología marxista que divide a la sociedad entre oprimidos y opresores.
Por ello, en España, hay una tendencia a pensar que las mujeres y los miembros de otras razas no pueden ser malos. En contraposición, el varón que es blanco, ya carga con culpa histórica sin haber cometido siquiera un delito.
Debido a nuestras leyes sexistas, alega Peña Herrera, por el mismo delito el hombre recibe mayor condena que la mujer.
Ideologización de la justicia
El psicólogo nos explica que uno se adhiere a una ideología como una forma de explicarse los hechos que ocurren en el mundo, para buscar un sentido a los fenómenos históricos y sociales.
Explica que en el caso de estas ideologías de izquierda chocan constantemente contra realidad, y sus medios tienen que mentir, ocultar y tergiversar la información a diario. Es el tan cacareado “Establishment“, que constantemente nos vigilia, merma nuestra libertad y nos dice lo que tenemos que pensar a todas horas.
Les llama revolucionarios. Pues controlan los medios, la cultura y el mundo del pensamiento y de las ideas.
Tanto es así que ya existe el lema “Todos Somos Ana Julia Quezada“, donde se martiriza a la asesina y el periodista que da inicio a la campaña, culpa del asesinato y a la cobertura del tema al capitalismo.
Bajo esta tendencia ya mencionada que divide a la sociedad de acuerdo a su grado de victimismo, según su composición genética, origen geográfico y demográfico, los ideólogos de izquierda, culpan a todo y a todos, pero sobre todo a las figuras y estructuras que pretenden desmontar, pero nunca a los culpables.
Decía la filósofa objetivista, defensora de la minoría más pequeña, el individuo, Ayn Rand, que “piedad por el culpable es traición al inocente”. Ahora estamos frente al asesinato premeditado, a sangre fría, de un niño y vemos cómo hasta se ha pretendido plantear que de alguna manera su asesina era víctima de un ataque. Pues cuando impera el colectivismo, los hechos y los individuos se anulan, prima la retórica divisora que prejuzga.
Para concluir, el entrevistado nos dice: “En Iberoamérica deben tomar nota de lo que está ocurriendo al otro lado del océano, e impedir que ocurra en sus respectivos países. Ya existe un precedente, por tanto, han de estar vigilantes”.