El domingo en la noche fue la premiación más esperada del año por los aficionados al cine, los premios de la academia, la entrega del Oscar. Pero como sucede hace algunos años, el evento fue no solo politizado e ideologizado, sino que incluso el anfitrión invitó a los ganadores a incluir consignas en sus discursos. En particular se dejó algo en claro: no existe el individuo.
Esto implica que en lugar de medir el mérito de cada persona, cobra protagonismo su composición genética. Es decir, colectiviza a los individuos en grupos cuyos rasgos no eligen sino que nacen con ellos.
Para “combatir el racismo”, en vez de evaluar a los individuos más allá de su color, cobra un rol protagónico. Para “combatir el sexismo”, no tratan a hombres y mujeres como iguales sino que exigen que haya cuotas asignadas para los sexos por medio de una norma legal que lo exige.
Activismo
Para ahondar la campaña, subieron al escenario una decena de activistas, entre ambientalistas, abortistas, sindicalistas, feministas, detractores de la portación de armas, etc.
Irónicamente, mientras realzaban la importancia de la integración de minorías étnicas frente y detrás de cámaras, posó en la alfombra roja junto a uno de los organizadores de la organización Black Lives Matter (las vidas negras importan, que se dedica a visibilizar atropellos policiales frente a la comunidad negra), la presidenta de Planned Parenthood, Cecile Richards, bajo cuyo mandato han abortado a no nacidos de raza negra por encima de cualquier grupo étnico.
De acuerdo a las estadísticas de la propia organización, solo entre 1998 y 2015, 16,1 millones de mujeres abortaron, de las cuales 108 murieron. Entonces impidió el nacimiento de alrededor de un millón de bebés —en su mayoría de madres negras— por año, solo por parte de esa organización que recibe fondos estatales.
Cabe mencionar que miles tenían edad suficiente para sobrevivir fuera del vientre, ya que en EE UU. se derogó la ley que buscaba prohibir el aborto luego de los cinco meses de gestación, cuando el feto —aunque prematuro— tiene el desarrollo suficiente para sentir el proceso, por ende sufrir.
Por lo tanto, la organización que exige mejor trato a la población negra por parte de las fuerzas del Estado, posa junto a quien usa fondos del Estado para negar el derecho a la vida a millones.
Según el Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York, donde nació Planned Parenthood, en 2012, el 42.4 % de los abortos fueron de negros y el 31 % de hispanos, sumando entre ambos el 73 % del total.
Sin embargo, en la premiación se destacó a miembros de la comunidad latina. Entre ellas, la actriz mexicana Salma Hayek, que encabezó anoche la campaña de las víctimas de abuso sexual, dada su experiencia con el productor de cine Harvey Weinstein.
Weinstein exigía favores sexuales a cambio de la financiación y respaldo logístico para la película Frida, donde Hayek encarnó a la pintora mexicana que fue enterrada con una bandera comunista, se retrató a sí misma junto al dictador vitalicio de la Unión Soviética -Stalin- que ordenó limpiezas étnicas y purgas ideológicas donde morían millones por vez, entre ellos el amante de Frida, quien fue líder del ejército rojo que arrasó con la vida de millones, Trotsky.
Interseccionalidad
Compartió el escenario con la actriz Ashley Judd, que también actuó en Frida y ha sido figura prominente de las recientes marchas feministas abiertamente declaradas contra el gobierno de Trump, quien emitió una de las frases más ideológicas de la noche: “igualdad, diversidad, inclusión e interseccionalidad”.
Lo cual despierta reflexión sobre la contradicción lógica que implica exigir dos antónimos: igualdad y diversidad. Luego, menciona la interseccionalidad que es un término neo-marxista que alude a la vinculación de supuestas formas de discriminación colectiva como sexismo, racismo, clasismo y “edadismo”, que no se abordan como problemas separados sino entrelazados.
Inclusión
De este modo, desaparecen por completo los individuos para ser parte de colectivos asignados para cumplir “cuotas de inclusión”. No se juzga a las personas por sus actos sino por su pertenencia.
Así, no llegan donde están por su talento, mérito o esfuerzo, sino por sus cromosomas.
La polarización y politización de la premiación logró que el público disminuya en un 19 %, respecto al año pasado; sumado al hecho que los medios digitales permiten ver los premios en otro horario y en otros canales.
De acuerdo a LA Times, el momento que más controversia generó fue durante el premio a la mejor actriz, la ganadora cerró su discurso con una exigencia: la inclusión de una cláusula que exige paridad entre los sexos en el elenco por contrato. Es decir, que haya más mujeres por decreto.
También en la introducción del evento, el presentador, remarcó que apenas el 11 % de los directores eran mujeres; como si el sexo fuese relevante.
Es más, el anfitrión dijo que la estatuilla del Óscar era cómo deberían ser los hombres: llenos de limitaciones, con las manos en su lugar, sin la capacidad de decir groserías y sin pene. De paso dijo que quisiera ser mujer. En total, describió al hombre como una bestia incontenible.
Mientras, concluyó que la película taquillera La forma del agua demostró que era tal el fracaso de los hombres, que las mujeres empezaron a tener amoríos con peces.
En vista que la película refleja cómo en la cultura posmoderna el rechazo a la belleza como estándar, convirtió a una historia donde un científico rescata a una hermosa sirena con cualidades humanas —Splash, con Tom Hanks y Daryl Hannah— a una mujer que salva a un monstruo marino del cual se enamora.
Lejos de crear, optan por “resignificar”, tomar lo existente y deformarlo. O sea, no solo que no nos consideran iguales, entre hombres y mujeres, como pretenden ostentar, sino que remarcan las diferencias y pretenden que las mujeres se integren de manera forzosa, por obligación, en lugar de manera colaborativa, como individuo, lo buscan imponer.
Desde la cima, adornados con brillantes y esmeraldas, pretenden inculcarle a la persona promedio que son víctimas, pues la interseccionalidad les da esa posibilidad. No importa lo que hagan, importa cuáles son sus genes. Del mismo modo que quien queda fuera de los grupos asignados, pierde toda condición individual y consigo la presunción de inocencia, haga lo que haga, está en otro estrato predefinido por sus cromosomas.
Así que bien pueden ostentar, desde sus aviones privados, que defienden energías limpias, como exigen el desarme de los civiles mientras son custodiados por sus custodios privados. Porque afirman la dicotomía de la justicia social que divide a la sociedad entre víctimas y victimarios, entonces sus constantes contradicciones se anulan entre sí; negando al individuo la capacidad de elegir qué hacer, pues la guillotina interseccional le ubicará en un bando por el mero hecho de ser.