Luego de una semana de incertidumbre, finalmente tuvimos noticias de uno de los fundadores del Movimiento Libertario Anarcocapitalista de Cuba —recientemente renovado en la isla e inaugurado en la provincia oriental de Camagüey—, quien fue detenido por las fuerzas del Estado sin aviso de su paradero.
Sucede que en Cuba solo es legal el Partido Comunista, por lo cual toda acción política por fuera del régimen es prohibida. Por este motivo, la seguridad del Estado retiró por la fuerza a Nelson Rodríguez Chartand del lugar donde se hospedaba, la madrugada del sábado pasado, luego de haber sido liberado de una detención arbitraria en la cual su teléfono fue quemado con ácido para inutilizarlo e impedir que pudiera conectarse a internet. Sin teléfono, a Rodríguez le fue imposible notificar sobre su situación.
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Sin embargo, integrantes del movimiento recientemente formado en Camagüey acudieron a la policía para indagar sobre el bienestar de Nelson. Ahí se les indicó que no se permitiría el ejercicio de las actividades que este adelanta, por lo que fue desterrado de la provincia de Camagüey. Aunque aclaran que puede estar en la provincia de oriente, mientras no sea en actividades políticas. Puede escuchar la grabación aquí.
Las autoridades indicaron que no permitirían ningún tipo de activismo. Nelson debía aceptar el silencio o partir, ya que la víspera estuvo poniendo y repartiendo carteles con frases libertarias.
Debido a que el PanAm Post reportó lo sucedido con Rodríguez, el medio fue denominado “subversivo” por las fuerzas de seguridad durante el interrogatorio de Nelson y en los días que fue detenido.
No es la primera vez que surgen acusaciones de esta índole. Hace poco más de un mes, apareció una nota en un portal partidario del socialismo que acusó al PanAm Post de estar en guerra contra el régimen Castrista. Dato que no resulta sorprendente bajo un régimen donde la libertad de prensa no existe.
En Cuba solo existen medios autorizados, y lo mismo aplica a las asociaciones civiles (es decir, la reunión voluntaria entre personas). Por ello, Nelson fue acusado de asociación contrarrevolucionaria y creación de una asociación contrarrevolucionaria.
Durante el primer día de su detención, fue enviado a una entidad conocida como el técnico. El domingo fue traslado a una segunda unidad, y el lunes en la tarde fue enviado en bus —como le dicen en Cuba, “guagua”—, que venía de la ciudad oriental de Holguín, al centro de detención Vivac, prisión donde permanecen presos con juicios pendientes, todavía en la provincia de Camagüey. Sin embargo, las autoridades le indicaron a los activistas que consultaron por su bienestar, que ya había sido enviado de regreso a La Habana.
Pasó de un lugar a otro sin la posibilidad de comunicarse, de notificar sobre su bienestar, y luego de una semana reapareció.
Esta es la realidad de los opositores de Cuba, desaparecer a medianoche y permanecer por tiempo indefinido bajo vigilancia.
Fue deportado a La Habana, y no fue hasta hace poco que logró comunicarse, pues, además de no tener teléfono —y sin la computadora que le confiscaron las fuerzas del Estado hace meses— su acceso a Internet fue denegado.
Ya que el Gobierno es el único proveedor de Internet, los cubanos acceden a través de una misma red “Nauta”, el usuario de Nelson fue bloqueado hasta previo aviso.
Casos como estos demuestran cómo las libertades económicas y civiles van de la mano. Al no poder acceder ni ofrecer un servicio, no tener opciones para elegir y depender económicamente del régimen y su capacidad de oferta y acceso a permisos, el acceso a la comunicación y la información es enormemente limitado.
En un régimen como el cubano el monopolio de los servicios está a la par del control, la censura y la negación de las libertades civiles más fundamentales.