Con el fin de lograr una mayor igualdad entre varones y mujeres, la prestigiosa Universidad de Oxford, en el Reino Unido, ha adoptado diversas medidas para facilitar que las calificaciones de las estudiantes sean tan altas como las de sus compañeros de estudios.
Han surgido críticas porque buscan lograr la igualdad no solo por medio del trato diferenciado sino asumiendo que las mujeres tienen necesidades y capacidades distintas y por tanto merecen este acondicionamiento académico.
Es decir, para que haya mayor igualdad, asumen diferencias y brindan trato diferenciado. Adicionalmente, se enfoca solamente en áreas donde las mujeres son minoría. En las carreras donde los varones son minoría, no es un asunto que merece atención, mucho menos trato diferenciado.
Con el fin de aumentar el número de egresados con calificaciones sobresalientes—que hasta el momento eran predominantemente varones—, la Universidad de Oxford determinó que los estudiantes podrían llevar los exámenes de historia para completarlos en casa sin presiones para así lograr mayor representatividad femenina.
Ya que los docentes aducen que “las alumnas podrían tener más probabilidades de verse afectadas negativamente por la presión del tiempo”.
Según reporta el diario inglés, Daily Mail: “Si bien los expertos sugieren que no hay diferencias de género en la capacidad matemática, Sarah Hart, profesora de matemáticas en Birkbeck, Universidad de Londres, dijo que había notado que las estudiantes femeninas revisaban sus respuestas antes de sugerirlas en clase”.
Sostienen que los alumnos responden con mayor rapidez, mientras que las alumnas revisan sus respuestas. Por ende, necesitan más tiempo para repasar.
Sumado al hecho que en ciencias exactas, como matemática e informática, es menor la cantidad de alumnas en proporción a los alumnos, la Universidad de Oxford agregó 15 minutos adicionales en los exámenes para carreras técnicas.
Fue justamente apelando a esta premisa (entre otras), que las mujeres se incomodan más fácilmente frente al estrés y la presión, que un ingeniero de Google fue despedido por intentar explicar los motivos —que surgen de la biología y psicología— de la “brecha de género” entre los sexos el área tecnológica para “remediar el problema” de manera científica.
Lo que a él le costó su trabajo, hoy se aplica en las universidades como “discriminación positiva”, agregando más tiempo a los exámenes y permitiendo que los alumnos desarrollen exámenes en casa para evitar el estrés, la presión y así lograr mejores calificaciones y representatividad para alumnas mujeres.
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Desde un enfoque liberal, los derechos individuales son la vía hacia un trato igualitario, donde las personas no son prejuzgadas por sus condiciones genéticas, ninguna de las cuales es electiva.
Esto aplica ante la ley, donde la presunción de inocencia exige que nos traten a todos por igual.
Pero cuando se trata del sector privado, cada entidad es libre de dar el trato que designe a los consumidores de su producto, siempre y cuando haya un acuerdo voluntario de por medio.
Para comprender la operatividad de estas medidas y cómo podrían repercutir en América Latina, consultamos con Federico Johansen. Se jubiló el año pasado, después de 44 años de experiencia como docente, donde ocupó varios cargos directivos. Actualmente, tiene en Argentina la representación de un programa de doble titulación con EE. UU. y dicta capacitaciones para directivos y docentes.
Trato diferenciado
Johansen sostiene que un buen docente establece trato diferenciado con cada alumno, tratando de sacar sus mejores potencialidades. Es decir, no agrupa a sus alumnos en dos bandos: hombres y mujeres.
En términos generales, y tomando en cuenta muchas excepciones, el experto sostiene que “las mujeres suelen tener un proceso de maduración intelectual más veloz que el de los varones”. Esto implica la “capacidad de manejar tanto cantidad como calidad de variables al mismo tiempo”.
A su vez, agrega que “los varones, más lentos para madurar intelectualmente, suelen ser más pragmáticos y directos”.
Un docente que tome en cuenta estas particularidades del desarrollo cognitivo, podría aplicar las diferencias desde etapas tempranas.
Repercusiones laborales
Tratándose de adultos en formación, el entorno educativo puede adaptarse a las necesidades individuales de los educandos. Pero en el ámbito laboral, donde prima la productividad, podría no adaptarse. Lo cual despierta la inquietud sobre cómo operarían en una profesión quienes han visto el sistema educativo adaptado a las “capacidades cognitivas de su sexo”.
Frente a esto Johansen sugiere una adaptación a la circunstancia más que a la persona, donde valga las aptitudes particulares sobre los estándares. Como ejemplo cita el caso de un pianista sometido a tareas de rendimiento físico, que sucede cuando la educación se impone sin tomar en cuenta los rasgos individuales.
Sesgo perjudicial o preferencial por sexo
Relata Johansen que en su formación académica en Ciencias de la Educación, los profesores eran proclives a prestar atención especial a las minorías. En carreras pedagógicas los varones tienden a ser minoría. Siendo, en su caso, incluso 70 a 1 en un curso.
Sin embargo, cuando los varones son minoría, no se asume como un problema.
Cuando disminuyen la cantidad de varones en un rubro, se percibe como un triunfo en contraste a las mujeres que aumentan en el rubro.
De hecho, en el Reino Unido los varones tienen un 33 % menos de probabilidades de acceder a la universidad. Políticas como las antes mencionadas, forman un entorno hostil, donde en lugar de compañeros los estudiantes se vuelven contendientes.
En números, 133.280 mujeres británicas de 18 años lograron ingresar a la universidad, el año pasado, en comparación con 103.800 hombres británicos de la misma edad, según datos del servicio británico de admisión de estudiantes.
Imposición de la igualdad versus el reconocimiento de la diferencia
Al respecto, Johansen cree que “uno de los grandes problemas de la educación actual es poner la igualdad —que efectivamente es una virtud— por encima de la equidad”.
Si pudiese crear una “escuela utópica”, la educación seguiría siendo mixta. Habría momentos en que varones y mujeres estuvieran juntos , otros momentos en los que estén separados. Así como sucede con las clases de educación física, podría aceptarse a materias como psicología. Aunque reconoce que es una afirmación sea políticamente incorrecta.
Estamos en un momento histórico donde la igualdad se pregona como máxima virtud pero donde, en lugar de haber igualdad de condiciones, se están adoptando cambios para lograr una igualdad de resultados.
Entonces cabe preguntarnos si en efecto somos iguales, si deben tratarnos como tal y si no resulta una contradicción que haya trato diferenciado para lograr una supuesta igualdad que no hace más que reconocer diferencias.
El único ser humano que ha ganado el premio Nobel en dos ciencias distintas fue mujer, Marie Curie. Ella decía: “Nunca he creído que por ser mujer deba merecer tratos especiales. De creerlo, estaría reconociendo que soy inferior a los hombres, y yo no soy inferior a ninguno de ellos”.
Si ella fue galardonada como eminencia científica, sin tratos especiales, ¿por qué no podrían hacerlo las estudiantes de ciencia hoy? Nos queda descubrirlo.