Una encuesta reciente del Instituto Brookings de políticas públicas mostró una tendencia entre los estudiantes universitarios de EE. UU. de rechazo hacia la libertad de expresión, al punto que el 20 % creen que la violencia es legítima para silenciar discursos ofensivos. Varios medios lo reportaron como preocupante mientras que otros lo descartaron como un método poco científico.
Este fin de semana, la plataforma digital Reason publicó un artículo donde sugiere que no nos debemos apresurar en descartar la encuesta. Según el investigador principal en ese estudio, John Villasenor de la universidad de California, Los Ángeles (UCLA), “los resultados de la encuesta establecen con datos lo que ha sido claro para cualquier persona que ha estado observando la dinámica en las universidades en los últimos años: la libertad de expresión está profundamente en peligro en las universidades estadounidenses “.
Entre otras cosas, la encuesta encontró que el 44 % de los estudiantes de cuarto año en las universidades no saben que la Primera Enmienda de la Constitución —que garantiza la libertad de expresión— protege al llamado discurso de odio de la censura. Es decir, se puede decir lo que se quiera, hiera a quien le hiera.
En una columna de opinión de The Washington Post, titulada Un estudio escalofriante muestra cuán hostiles son los estudiantes universitarios hacia la libertad de expresión, la autora plantea: “si el habla es violencia, entonces la violencia se convierte en una respuesta justificable frente al habla”. Destaca cómo se ha vuelto un problema la existencia de “espacios seguros” en las universidades, donde los estudiantes están “resguardados” de palabras que les pueden incomodar.
Asimismo, para poder implementar estos espacios, dentro de las universidades, se está procurando equiparar a las ideas incómodas con agresiones físicas. Bajo este argumento, si una palabra incomoda a un estudiante, este podría acogerse la legítima defensa que entra en efecto una vez que se quiebra el principio de no agresión. Esto significa que, el uso de una palabra, término o expresión que resulte ofensiva para el receptor puede justificar una agresión física hacia el emisor. Esto a su vez alteraría el principio de proporcionalidad, donde se mide la fuerza de la respuesta, al igual que el nivel del ataque que originalmente distingue la violencia verbal de las agresiones físicas.
La encuesta, donde participaron 1500 estudiantes de 49 (de los 50) estados, lucía así:
Sobre la pregunta: Un grupo de estudiantes que se opone al hablante interrumpe el discurso gritando en voz alta y repetidamente para que el público no pueda escuchar al orador.
Uno de los medios que expuso el estudio como “ciencia basura” fue el diario inglés The Guardian. Citaron a según Cliff Zukin, expresidente de la Asociación Americana de Sondeo de Opinión Pública, que establece las normas de transparencia para las encuestas. Dijo que “La forma en que se han presentado los resultados de la encuesta es “mala praxis” y “ciencia basura”, y “nunca debería haber aparecido en la prensa”.
Agregó: “Si no es una muestra de probabilidad, no es una muestra de nadie, son sólo 1.500 estudiantes universitarios que acuden a responder”.
Para determinar un fenómeno a escala nacional, una “muestra de probabilidad” implicaría encuestar a grupos de estudiantes universitarios seleccionados aleatoriamente en todo el país. Esta encuesta, en cambio, se hizo con la modalidad “opt-in panel” (encuestas de no probabilística). Esto significa que personas que se identifican como estudiantes podían llenar la encuesta voluntariamente en Internet.
En su defensa, el creador de la encuesta, John Villaseñor, profesor de ingeniería eléctrica en la Universidad de California en Los Ángeles, comparó al estudio a una ventana importante para poder evidenciar un ambiente preocupante en las universidades de EE. UU.; ya que él sostiene que “la libertad de expresión está profundamente en peligro”. Adicionalmente, cobra relevancia el estudio porque fue de carácter voluntario; con lo cual no apuntaba a ningún nicho específico, entonces no era tendencioso ni marcaba una sesgo.
Varios profesores se indignaron frente a los datos del estudio, por ejemplo:
Survey of college students: wide misconceptions, illiberalism re free speech. Faculty have failed them. https://t.co/Yhr1x0I6jV | @crampell
— Nicholas A. Christakis (@NAChristakis) September 19, 2017
Tweet: Nicholas Cristakis (profesor de Yale) Encuesta a estudiantes universitarios: vastos conceptos erróneos, iliberalismo frente a la libertad de expresión. Sus profesores/la facultad les ha/n fallado.
Opinión: Estudio escalofriante demuestra lo hostiles que son los estudiantes universitarios…
Una nueva encuesta muestra que personas a lo largo del espectro político están sorprendentemente dispuestos a silenciar la libertad de expresión.
Pese a la crítica de la encuesta en The Guardian, expusieron que para el experto en encuestas del Centro de Estudios Políticos de la Universidad de Michigan, Michael Traugott, “Si representa la proporción de todos los estudiantes universitarios que creen que esto es desconocido”, “es interesante”.
Asimismo, el investigador que inicialmente refutó el estudio, Cliff Zukin, en el artículo de The Guardian dijo: “Tal vez no sienta lo mismo en dos años”; “Hay mucha investigación que se está haciendo, y [las encuestas de no probabilística] han mejorado mucho de lo que solían ser, pero todavía hay una brecha”.
Sobre la veracidad del método en cuestión, el instituto de investigación Pew condujo un informe. Considera que en la era digital es mucho más económico, práctico y cómodo. Pues se puede responder desde una computadora o un teléfono inteligente, desde la comodidad de tu casa que responder una encuesta de pie en la calle o bien en un cuarto de observación, como suele hacerse en encuestas académicas, con lo cual este método que por el momento no es considerado como serio, podría pasar a ser un método no solo reconocido sino recurrente. Sin embargo, aun no cuenta con muestras de procedimiento ni pruebas de autenticidad de los encuestados como existen en métodos tradicionales.
Es decir, si bien el método aun tiene muchos detalles por pulir, es una tendencia en auge que podría ser adoptada —una vez mejorada— como método de estudio. Como tal, este estudio abre una ventana —como indica su creador— hacia conductas cada vez más frecuentes en las universidades de EE. UU., sobre el rechazo —basado en el desconocimiento de la garantía constitucional— a la libertad de expresión; así sea de discursos incómodos.