Hace semanas, el mayor buscador de Internet, Google está envuelto en discordia por las quejas sobre el sesgo en sus contenidos. Poco a poco, fue negando acceso a páginas con contenidos controvertidos. Primero fueron los extremistas, Neo-Nazis, nacionalistas blancos y afines, luego a simpatizantes de Trump de todos los colores, después a plataformas libertarias. Pero el punto quiebre llegó cuando el comentarista Dave Rubin -que de extremista no tiene nada- denunció que YouTube, el canal de videos que opera bajo Google, le desmonetizó; es decir que ya no puede ganar dinero a través de la página. Rubin es de ascendencia judía y está casado con un hombre hace dos años, con lo cual no podría estar más alejado de la primera ola de censura de Google.
Comenzó con el despido de James Damore, un empleado que expuso cómo Google tiene un sesgo marcado en sus contenidos; donde predomina la retórica de izquierda y se limitan tanto en las búsquedas como dentro de la empresa posturas conservadoras e incluso libertarias. Así mismo, desde su rama de estudios -biología de sistemas- planteó que no es solamente la cultura lo que influye sobre las preferencias de las personas y cómo tanto la biología como la psicología repercuten.
Lo hizo para plantear una solución, desde una perspectiva diferente a la predominante (que sostiene que es únicamente por motivos culturales), sobre cómo achicar la “brecha de género” que logra que haya más hombres que mujeres trabajando en el área de tecnología. Pero esto fue inexcusable para una empresa con un departamento entero dedicado a la diversidad. Es decir, que institucionaliza tanto el sexismo como el racismo a través de la “discriminación positiva”. O sea, cumple cuotas. En lugar de que prime el esfuerzo y la aptitud de sus empleados, más allá del sexo o raza, los toma como un parámetro de contratación.
Bajo el lema de la diversidad, tanto dentro de la empresa como en su herramienta principal -el buscador en Internet Google- está silenciando posturas no solo promotoras de ideas conservadoras y libertarias, sino que además también se está impidiendo a cualquier vocero que cuestione a la izquierda, así sea o haya sido parte de ella.
Tal es el caso de Dave Rubin, un comentarista político que se enfoca en temas como libertad de expresión, corrección política, política extranjera y el quiebre entre el progresismo y el liberalismo.
Hace meses que conduce su propio programa a través de YouTube, justamente por la libertad de expresión que le da ser su propio director y guionista. Previamente renunció a la plataforma progresista The Young Turks. O sea, renunció a su trabajo en medios masivos para tener mayor libertad de expresión y ahora una plataforma digital le niega la posibilidad de crear ingresos con sus contenidos. Es precisamente esta paulatina censura la que logró su distanciamiento de la izquierda.
Lo comenta en uno de sus programas más polémicos, que luego fue publicado por la Universidad Prager, “Por qué dejé la izquierda“, indica cómo la izquierda -que él indica que fue tan ardiente defensora de tantas causas nobles en el pasado- ahora es quien más ataca la libertad de expresión diciendo “La izquierda ya no es liberal“.
“Esta ideología regresiva no juzga a las personas como individuos, sino como un colectivo” “Si eres negro, mujer, musulmán o hispano o miembro de cualquier otra minoría, te juzgan distinto que al peor de los males. La izquierda regresiva categoriza a las minorías para competir en una especie de olimpiadas de la opresión. La medalla de oro es para el más ofendido.”
En contraposición, menciona el discurso de Martin Luther King Jr. que soñaba con el día en que sus hijos sean juzgados no por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. Recalca que eso es liberal, pero no progresista. Ya que el progresismo está vinculado a las políticas de identidad.
Esta exacerbación de las políticas de identidad llevó al gigante informático a desmonetizar anteriormente a Diamond and Silk, dos comentaristas políticas negras que apoyaron activamente la campaña de Donald Trump y visibilizaron inumerables casos de las denuncias de corrupción de Hillary Clinton.
Su formato es singular. Es muy informal. Lo hacen desde su casa y conversan entre ellas, eso sí con mucha pasión. Una brinda los detalles y la otra hace eco de la parte principal. Por ejemplo, en una reciente entrevista para Fox Business titulado “Diamond and Silk: estamos siendo censuradas por Google“. Diamond dice: “personas blancas, negras, asiáticas, hispanas”. Silk responde: “americanos”. Luego Diamond sigue y dice: “no vinculen a grupos de odio al presidente Trump, mucho menos al KKK que nació del partido demócrata”. Silk agrega: “Así es”. A través de Twitter, anunciaron que tomarán acciones legales contra Google.
Frente a esto, el activista de redes sociales y creador de WikiLeaks, la plataforma que develó secretos de Estado, Julian Assange llama a las recientes acciones de Google a través de YouTube “censura económica“. Lo dijo en mención a la desmonetización de la página del comentarista libertario, Ron Paul, quien fue congresista y tres veces candidato a la presidencia de los EE. UU.; luego de que emitió comentarios contra el envío de tropas estadounidenses a Afganistán.
Al respecto, Daniel McAdams, co-productor del Ron Paul Liberty Report, según lo reportado por RT America, dijo: “No tenemos violencia, ni lenguaje inapropiado, ni extremismo político, ni odio ni intolerancia. Nuestro programa es simplemente una discusión de análisis de noticias desde una perspectiva libertaria y pacifista“. Así lo replica el consultor político Lew Rockwell en su artículo titulado: “Bienvenido a 1984: el Gran Hermano de Google mira cada movimiento político“.
Pero, aunque la censura va en aumento, no aplica por igual. De acuerdo a la filosofía detrás del autor, el castigo es mayor o menor. Difusores que profesan ideas más controvertidas como Neo-Nazis y nacionalistas blancos han visto sus páginas desaparecer por completo tanto de Google como YouTube, como es el caso de Jared Taylor, nacionalista blanco. Pueden ver el enlace fuera de servicio aquí.
Si bien una compañía privada tiene la plena libertad de limitar sus servicios a quien elige, nos despierta la reflexión sobre la dirección que toma la cultura y cómo la censura -en lugar del debate- se vuelve una solución. Para quienes somos usuarios activos del Internet, los contenidos que brinda Google son parte de nuestra vida diaria. Con lo cual, lo que transmite nos compete.
Que un canal de difusión coarte la libertad de expresión despierta una alerta con tiempo hacia una tendencia en auge. Entonces viene a la memoria el poema de Martin Niemöller, pastor luterano de los tiempos de la Alemania Nazi, que guardó silencio inicialmente porque las políticas represoras no le afectaban; tal como a muchos de nosotros no nos afecta la censura de otros… por ahora:
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos, no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
Haciendo un paralelismo de este poema histórico hacia la libertad de expresión:
Cuando quitaron de Internet las páginas de nacionalistas blancos,
guardé silencio, porque yo no era nacionalista blanco.
Cuando censuraron a los libertarios,
guardé silencio, porque yo no era libertario.
Cuando despidieron a un biólogo de sistemas,
no protesté, porque yo no era biólogo de sistemas.
Cuando vinieron a por los disidentes de la izquierda,
no pronuncié palabra, porque yo no era disidente de izquierda.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
Sea cual sea nuestra postura, la manera de llegar a un acuerdo o bien tener un desacuerdo pacífico es a través del diálogo, no el silencio. Y lo visibilizamos ahora, que aun se puede, antes que sea tarde.