En su columna semanal, excongresista y tres veces candidato a la presidencia de los EE. UU., el Dr. Ron Paul, propone que frente a los recientes enfrentamientos entre grupos de extrema derecha y extrema izquierda en las calles de EE. UU., la postura libertaria es no defender a ninguno, pues sostiene que ambas son las dos caras de la misma moneda autoritaria.
El Dr. Paul habla de Antifa, la abreviación de anti-fascista, el ala de la izquierda radical que toma las calles con los rostros cubiertos en las protestas —causando destrozos a la propiedad privada y agrediendo a quienes llaman fascistas, lo sean o no— como marxistas. Y aclara que, al igual que todos los marxistas, elevan la identidad de clase sobre la identidad individual.
Es decir, mientras el libertario superpone al individuo frente al colectivo, la derecha radical superpone a la identidad racial por encima de la individual y la izquierda radical hace el mismo paralelo con respecto a la clase social. En ambos casos la exigencia es que el Estado sea quien resuelva los conflictos de los “desfavorecidos”.
Incluso algunos prominentes líderes de alt-right apoyan el aborto como una forma de limitar la población minoritaria. Por ello, el Dr. Paul, explica que nadie que apoye sinceramente la libertad individual, los derechos de propiedad o el derecho a la vida puede tener alguna simpatía por este tipo de colectivismo racial.
Así mismo, resalta cómo los partidarios de Antifa —a quienes llama marxistas— creen que el Gobierno debe dirigir la economía. Pues al dividir a la sociedad en clases y por consiguiente en estructuras de poder, presupone que de lo contrario “los trabajadores serán explotados por los capitalistas codiciosos”.
A partir de este concepto, depositan su “fe en la planificación central e ignoran la realidad económica” donde un libertario propone un mercado libre, donde los empleadores y los trabajadores trabajan en conjunto voluntariamente, logrando su beneficio mutuo.
Entonces el Dr. Paul explica la diferencia entre una “economía mixta” y el los mercados libres. Comúnmente se cree que la estructura actual en la que vivimos predomina el libre mercado, cuando en realidad vivimos dentro de un Estado hiper-regulado. Es en este contexto, cuando el Gobierno interviene en la economía, que surgen lo que el Dr. Paul llama “capitalistas conyugales”, porque están casados con el Estado. Ya que los emisores de las leyes están no solo a favor de las corporaciones sino que están en sus bolsillos, tienen la oportunidad de explotar a los trabajadores, consumidores y contribuyentes. Lamentablemente, muchos de la izquierda confunden los resultados de la “economía mixta” con los mercados libres.
Autoritarismo económico
El Dr. Paul llama responsables tanto del surgimiento de la extrema derecha como de la extrema izquierda a los economistas del “establishment”, es decir, aquellos que proponen que el Estado intervenga en la economía, como es el caso de Paul Krugman, uno de los tantos promotores del Keynesianismo. Pues las consecuencias de la intervención estatal en la economía aumenta la dependencia estatal y reduce las posibilidades de emprendimiento y consigo de enriquecimiento. A su vez menciona la creación de la Reserva Federal, una política puramente Keynesiana y cómo la emisión —y consigo la inflación— de dinero bajo el monopolio estatal debilita la economía. Afirma que históricamente estos fenómenos han llevado al enaltecimiento de figuras demagógicas que ofrecen soluciones fáciles en medio de tiempos difíciles.
Para que prospere la demagogia debe haber un enemigo común y un héroe. En el caso de la izquierda, el enemigo son los más ricos, mejor conocidos como “el 1 %” que posee la mayor concentración de riqueza. Cuando hablan de la dicotomía entre ricos y pobres, no distinguen a quien creó su fortuna con ingenio y esfuerzo del que lo hizo por medio de artimañas políticas, juzga a todos colectivamente. Por ende, niega la capacidad de los individuos a salir de la pobreza por su propio esfuerzo mientras niega la existencia de obstáculos impuestos desde la política que facilitan a sus aliados mientras perjudican a quienes no lo son.
Paralelamente, para los demagogos de derecha, el chivo expiatorio son los inmigrantes y las minorías étnicas. De nuevo, se prejuzga de manera colectiva, ignorando los obstáculos que existen dentro del mismo sistema para y hacia quienes consideran sus enemigos ignorando cómo estos grupos sufren bajo el sistema actual y sus políticas, tanto en el caso de la militarización de la policía como en la “guerra contra las drogas”.
Se refiere al sistema como el “imperio keynesiano-Krugman” donde la intromisión del Gobierno es grande y la emisión de la moneda es FIAT, es decir, que no está respaldada por metales preciados (como pueden ser el oro y/o la plata), lo cual genera deuda. Vincula el aumento de la violencia, tanto interna como externa, la militarizacion de la policía como la intromisión en guerras extranjeras, al aumento del poder y consigo del control del Estado.
En contraposición propone que “nosotros que conocemos la verdad trabajemos más para difundir las ideas de la libertad”. O sea, que el rol de los libertarios en medio de este conflicto es “asegurar que el sistema actual no sea reemplazado por algo aún peor”.
Para lograrlo, es necesario “estar dispuestos a formar coaliciones con individuos de buena voluntad en todo el espectro político, nunca debemos alinearnos con nadie que promueva la violencia como una solución a los problemas sociales y económicos”.
Así mismo, dentro del rechazo a la iniciación de la violencia, sugiere no caer en el error de —dentro del repudio a dicha violencia— justificar el avance en materia de censura. Pues en la actualidad, como forma de silenciar a ciertos grupos violentos se está validando la negación de derechos constitucionales como es la libertad de expresión. Lo cual a su vez le da tanto al Gobierno como al Estado profundo el poder de circunvalar leyes existentes para determinar qué se puede decir y qué no, así como quién puede decirlo. Esto es intrínsecamente anti-libertario, pues niega un derecho individual que queda sojuzgado bajo un prejuicio colectivo.
La columna fue republicada por la plataforma digital The Daily Liberator. Al igual que en el original, como conclusión y solución, sostiene que en la batalla ideológica los libertarios tenemos varias ventajas frente al modelo keynesiano de bienestar. Porque cuando se sostiene la verdad, los chivos expiatorios y los demagogos no son necesarios. Pues, por medio del intercambio y el beneficio mutuo, “ofrecemos una manera realista de restaurar la prosperidad”. Mientras que sí lo son para los defensores de la Reserva Federal y el Estado de Bienestar, ya que exigen al ciudadano (contribuyente) que financie sus fechorías (por medio de impuestos).
Concluye equiparando ambos tipos de colectivismo que exigen como remedio a los males que les aquejan mayor autoritarismo. En contraste, en nombre de la filosofía libertaria culmina: “…nuestra mayor ventaja es que, mientras que el autoritarismo divide a las personas por raza, clase, religión u otras diferencias, la causa de la libertad une a todos los que buscan la paz y la prosperidad”.