En los últimos días de julio, el biólogo renombrado Jerry Coyne causó controversia con una publicación argumentando a favor de la eutanasia de los recién nacidos. El argumento de base es que si podemos abortar en base a defectos genéticos, por qué no hacerlo cuando ya han nacido. Esto exige un debate médico, pero sobre todo ético e incluso legal, además de lingüístico, porque hay que reconfigurar la lengua para “suavizar” y así justificar lo que hasta hoy se entiende como matar.
En su artículo, el profesor Coyne se une al profesor y filósofo de la Universidad de Princeton, Peter Singer, quien se ha enfrentado a una reacción violenta a lo largo de los años por promover políticas públicas que legalizarían matar a niños gravemente discapacitados y consigo cambiar planes de salud. Agrupaciones de defensa hacia las personas discapacitadas, como Not Dead Yet (No estamos muertos aún), denuncian constantemente al profesor Singer a través de protestas y colectas de firmas, pues se oponen a la legalización del suicidio asistido y la eutanasia como formas mortales de discriminación.
“El filósofo Peter Singer ha argumentado que la eutanasia es la acción misericordiosa en estos casos, y estoy de acuerdo con él”, escribió Coyne. Lo curioso es que utilizan términos y alusiones religiosas mientras Coyne sostiene que:
“La razón por la que no permitimos la eutanasia de los recién nacidos es porque los seres humanos son vistos como especiales, y creo que esto proviene de la religión -en particular, la opinión de que los humanos, a diferencia de los animales, están dotados de un alma… Cuando la religión se desvanezca, como lo hará, también lo hará gran parte de la oposición a la eutanasia tanto de adultos como de recién nacidos.”
Agrega: “Después de todo, hay eutanasia para nuestros perros y gatos cuando prolongar sus vidas sería una tortura, así que ¿por qué no extender eso a los humanos? Los perros y los gatos, al igual que los recién nacidos, no pueden tomar tal decisión, por lo que sus cuidadores deben asumir la responsabilidad.”
El profesor sostiene que si el aborto es permisible por cuestiones médicas, por qué no una vez que el bebé nace. Dice:
“No veo ninguna diferencia sustancial que haga que el acto anterior sea moral y el último inmoral. Después de todo, los recién nacidos no son conscientes de la muerte, no son tan sensibles como un niño mayor o adulto, y no tienen facultades racionales para hacer juicios (y si hay discapacidad mental severa, nunca desarrollaría tales facultades).”
Si el desconocimiento del valor de la vida es progresivo, nos enfrentamos a un punto quiebre en los estándares morales. Comenzando por restarlo dentro del vientre, luego cuando haya nacido. Podría avanzar, lo cual implicaría retroceder en materia histórica. Pues no sería la primera vez que sucede. En la Antigua Esparta, si nacían con algún defecto, se arrojaba a los bebés por un risco. En aquel tiempo la guerra era parte de la vida diaria. Por ende si no servía para la batalla, no servía para vivir. Es decir, se le agregaba una propiedad utilitaria al ser humano, el valor con base en su funcionalidad. Este fenómeno se reprodujo de nuevo en la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Alemania buscó la unidad por medio de la hegemonía. Eso implicó crear una moral propia guiada por la superioridad racial. Bajo el lema Lebensunwertes Leben que significa “una vida digna de ser vivida”, se consagró una política pública . Es decir, el régimen determinaba quién vivía y quién no.
El vocablo “eu” en griego significa buen, eugenesia significa buena vida y eutanasia buena muerte. En los tiempos de la Alemania Nazi entró en marcha la eugenesia -a la par de la eutanasia. Esto llevó desde la esterilización forzosa hasta asesinatos en masa para quienes no cumplían con los estándares establecidos para “una vida digna de ser vivida”
Cuando estos estándares son establecidos por medio de la ley, como propone Singer, también entra en efecto el factor de la obligatoriedad. Es decir, si una persona tiene tales características que no fueron identificadas en el vientre y sí al nacer, debe morir. En principio Singer propone que sea con el consentimiento de los padres. No obstante, la ley funciona bajo principios de universalidad, no con base en casos específicos. Entonces habría que agregar un nuevo protocolo tanto legal como médico. Luego surge la disparidad entre los juicios de los padres. Qué sucede si uno quiere conservar la vida y el otro no, cuál determina su supervivencia. Crearía la necesidad de apelaciones.
En Uruguay, por ejemplo, el único país de Sudamérica donde el aborto es legal, ya hubo un caso donde un padre apeló la petición de la madre para un aborto. Pues, si es el hijo de ambos, el padre -en principio- también debería valer su postura.
Quien no opina es quien está por nacer y, de acuerdo a estos profesores, ni siquiera quien ha nacido. Singer argumenta:
“Los bebés humanos recién nacidos no tienen sentido de su propia existencia en el tiempo. Así que matar a un bebé recién nacido nunca equivale a matar a una persona, es decir, a un ser que quiere seguir viviendo. Eso no significa que no es casi siempre una cosa terrible de hacer. Lo es, pero eso se debe a que la mayoría de los bebés son amados y apreciados por sus padres, entonces matar a un niño suele implicar causar un gran daño a sus padres”.
O sea que abiertamente declara no valorar la vida hasta que es consciente de sí mismo quien la disfruta. Para quienes no quieren ahondar en la cuestión de la fe y la moral, también se puede analizar desde la ciencia. Pues la medicina es una, estudia las enfermedades que afectan al ser humano, estrategias de prevención y tratamientos para curarlas. Si las propuestas de estos profesores prosperan, que ni son los únicos ni son los primeros y ciertamente no serán los últimos, la medicina tendría que contradecirse a sí misma; convertir la prevención en la negación a vivir. Pues, efectivamente, si no nacemos, no padecemos; no solo quienes padecen algún trastorno, todos.
Entonces, para eludir el infanticidio como término, dos filósofos italianos, expertos en bioética, Alberto Giubilini y Francesca Minerva, proponen el término “aborto después del nacimiento”. En un artículo, titulado “Aborto después del parto: ¿Por qué debería vivir el bebé?”, publicado en el Journal of Medical Ethics, argumentan: “El estado moral de un niño es equivalente al de un feto en el sentido de que ambos carecen de las propiedades que justifican la atribución de un derecho a la vida a un individuo”. En lugar de ser “personas reales”, los recién nacidos son “personas potenciales”.
Agregan: “Tanto el feto como el recién nacido son ciertamente seres humanos y personas potenciales, pero tampoco es una” persona “en el sentido de” sujeto de un derecho moral a la vida “;”para enfatizar que el estatus moral del individuo muerto es comparable al de un feto (sobre el cual se realizan” abortos “en el sentido tradicional) más que a un niño”.
Esto surge efecto ya que en el momento que se deshumaniza a quien pierde la vida, su vida pierde valor. Para quienes defienden el aborto es dentro del vientre. Hay quienes proponen extender el término hasta luego de nacer. Si las enfermedades incurables son justificativo, podría ser en cualquier momento de la vida o bien si es la consciencia el determinante, podría extenderse no solo hasta días después sino meses y hasta años. De acuerdo a la lógica, lo contrario a nacer es morir. Por ende, quitar la vida luego de nacer, es matar. Por eso exige adaptar el lengua para validarlo.
Recordemos que enfermedades que hoy se resuelven con vacunas, antes eran mortíferas e incluso causaban severa discapacidad, como la polio. Pero la ciencia avanzó, porque justamente va hacia la curación. Si permitimos que tome un giro y consigo un alto, no buscará mejorar la condición de vida sino adecuarla hacia un estándar estético maquillado como ético, pues solo le permitirá el derecho a vivir al perfecto, a quien considera posee “una vida digna de ser vivida”, como sucedía décadas y siglos atrás, provocando masacres indignas de ser repetidas por escrito, ni se diga como suceso histórico.