Hay una tendencia en auge. Con cada vez mayor frecuencia profesores universitarios —sobre todo de derecho— están siendo sancionados por el uso de casos hipotéticos que generan malestar en sus alumnos. No solo eso, hay estudiantes que se retiran de las aulas por la incomodidad y hasta trauma que les genera. Es decir, les afecta tanto psicológicamente como fisiológicamente, pues se descomponen. Esto representa un problema tanto para la libertad de expresión como para la autonomía de los docentes, pero sobre todo a la calidad del estudio no solo de los estudiantes sino de los profesionales que serán una vez que se gradúen. Esto nos lleva a preguntarnos cómo va a lidiar un abogado con un caso real, si no es capaz de lidiar con un caso hipotético en el aula porque le genera incomodidad.
Samantha Harris, integrante de FIRE (Fundación para los derechos individuales en la educación, por sus siglas en inglés), nos presenta el caso de Reginald Robinson, profesor de derecho en Howard University, situada en EE. UU., a quien su organización contactó el mes pasado. En su clase, Robinson expuso un caso hipotético, en la pregunta número 5 de un examen. En el ejemplo una persona que va a un centro estético para que le hagan una depilación con cera al estilo “brasilero”. En ningún momento se indica el sexo de ninguna de las personas, ni de quién depila ni de quien se depila. Se indica que el centro atiende tanto a hombres como mujeres.
El caso hipotético plantea que la persona se duerme en plena sesión de depilación. Al despertar, percibe que hubo formas indebidas en el contacto físico. Entonces cuestiona a quien le depila si le tocó de manera indebida, a lo cual responde que no. Al poco tiempo recibe una notificación de que pesa un juicio en su contra por haberle tocado de manera indebida y también por la terapia que tuvo que hacer y los medicamentos que tuvo que tomar el denunciante luego del trauma que le generó la situación previa. A lo cual la pregunta del examen es si P objeta, la corte fallará a favor de quien denuncia y plantea cuatro posibles respuestas:
Quien denuncia es T y quien está siendo denunciado es A, mientras que P es empleador de A.
A) Sí, porque T estableció que A proveía un servicio lo cual como la persona encargada de la estética podía hacerle daño a T.
B) No, porque T expresamente e implícitamente consintió que A le toque a T de cualquier manera razonable para que A pueda proveer el servicio que T solicitó.
C) Sí, porque P se benefició de la ganancia que le pagó T a P por los servicios que depilación completa a A.
D) No.
Luego del examen, el profesor fue denunciado por dos alumnas. De acuerdo al informe de la universidad, “Las querellantes sentían que el escenario hipotético fue elaborado con el fin de motivar que revelen detalles personales sobre sí mismas.” Pero, como indica el texto, no hubo tales motivaciones. Dicho en términos orwellianos, por su crimental, a Robinson se le ordenó someterse a un entrenamiento de sensibilidad, también al monitoreo en el aula, a que sus materiales académicos sean revisados por un decano en caso de ser “material sexualmente sugestivo y/o ofensivo” y que se registre una reprimenda oficial en su archivo.
Este no es un caso aislado. La Universidad de Oxford, en el Reino Unido, autorizó que los alumnos que se sientan incómodos puedan retirarse. Los alumnos son advertidos con antelación (trigger warnings) que los contenidos posiblemente sean sensibles, esto permite que quienes puedan sentirse ofendidos y hasta agredidos, puedan irse antes de escuchar el contenido sensible. Esto comenzó cuando hubo estudiantes que se sintieron conmovidos por casos de agresión sexual.
Cabe mencionar que no hay un consenso unánime. Hay profesores que hablan abiertamente en contra de esta censura. Por ejemplo, la profesora Laura Hoyano de la Universidad de Oxford le dijo al diario Daily Mail: “No podemos eliminar los delitos sexuales del programa de leyes penales —obviamente. Si vas a estudiar derecho, tienes que lidiar con cosas que son difíciles”. Sumado a ella, el también profesor de Oxford, pero de sociología, Frank Furedi, denunció las advertencias como una disminución de la “calidad de la libertad intelectual en nuestros campus” y agregó que “ha sido tan ampliamente pisoteada por la izquierda estadounidense”. Concluye: “Es realmente lamentable que Oxford, que solía ser un bastión de excelencia académica, está permitiendo que estas presiones creen conformismo”, dijo Furedi.
Ante lo cual un portavoz de la universidad aclaró: “La universidad tiene como objetivo fomentar el pensamiento independiente y crítico y, por regla general, no busca proteger a los estudiantes de ideas o materiales que puedan resultar incómodos. Sin embargo, puede haber ocasiones cuando un conferenciante siente que es apropiado para aconsejar a los estudiantes sobre temas potencialmente angustiosos”.
Hay incontables casos, pero la idea no es enumerar a cada uno sino remarcar no una cifra sino una tendencia, plantear la problemática, cómo los centros académicos se están tornando lugares de contención en lugar de formación. En lugar de que los alumnos salgan adelante, hacia el mundo, a volar por sí solos, las universidades se vuelven un nido donde los polluelos estén a salvo.
Qué nos depara como sociedad si los profesionales temen capacitarse. Si los médicos tienen fobia la sangre, los arquitectos a la inestabilidad y los abogados los casos sensibles, nos veremos obligados a usar carteles de aviso que indiquen que el cirujano de turno solo puede operar si la cirugía no conlleva hemorragia, que si la casa se desmorona que tengamos compasión de la sensibilidad del arquitecto y que el tribunal disculpe al abogado si debe refugiarse en un lugar seguro porque necesita contención, ya que el caso en cuestión le aflige.
Ahora, esto no implica que como sociedad seamos insensibles. Podemos y debemos tomar en cuenta las emociones de los demás, pero también nos exige pensar que si una sociedad no exige a sus profesionales no solo que no obtendrá el mejor servicio sino que infantilizará a la población. Primero cabe observar que los universitarios llegan a edad adulta aun con comportamientos propios de niños con berrinches y luego se convierten en profesionales incapaces de lidiar con la presión de su trabajo.
Si un joven de 18 años para arriba no tiene la entereza emocional para estar presente ante un caso legal donde aparece la palabra “genital”, quizás no está listo aun para estudiar. Pero, sobre todo, si no es capaz de analizar un caso de manera imparcial, también debe revisar su capacidad de ejercer un rol dentro de la justicia. Pues en el caso hipotético de la depilación con posible exceso de tacto, ambas alumnas atribuyeron que el profesor estaba indagando sobre su vida personal, cuando no había rastro alguno de insinuaciones de ese estilo. Es decir, literalmente se lo tomaron personal. Por ende carecen de la capacidad de abstracción y de distinguir lo subjetivo de lo objetivo. Si bien el aspecto subjetivo es lo que permite al profesional individualizarse y por ende destacarse, la carencia del reconocimiento del aspecto objetivo imposibilita que pueda analizar el caso en base a la evidencia.
Un equilibrio es posible. Donde la emoción y la razón convivan para lograr una sociedad tan sensible como eficiente, para lograrlo primero hay que diagnosticar dónde, qué y cuánto falta y sobra de cada aspecto. En esto las académicas cumplen un rol fundamental, pues forman a la siguiente generación de profesionales, sobre todo de docentes que forman a la generación siguiente.