
El día de ayer, 13 de julio, apareció una nota en el The Washington Times que muestra el escrito de académicos que invitan a sus colegas a no citar hombres blancos heterosexuales en sus investigaciones, porque al hacerlo estarían afectando a quienes no encajan en esa descripción. Cabe mencionar que la nota es meramente expositiva, no partidaria. Se trata de la declaración de los geógrafos feministas Carrie Mott and Daniel Cockayne en una publicación “Gender, Place & Culture: A Journal of Feminist Geography”, que en castellano sería: Género, Lugar y Cultura: Diario de Geografía Feminista. Es decir, que existen académicos que han no solo subjetivizado algo objetivo como es la ciencia sino que lo han sesgado y sexualizado. Pero lo que más llama la atención e incluso podría despertar indignación es el llamado abierto al racismo y sexismo y por qué no a la “heterofobia”.
De acuerdo a su planteamiento, “cuando se cita predominantemente a hombres blancos heteronormativos, significa que las opiniones y los conocimientos que están representados no reflejan la experiencia de personas de otros orígenes”, dijo. “Cuando los estudiosos continúan citando sólo a hombres blancos sobre un tema dado, ignoran la diversidad más amplia de voces e investigadores que también están haciendo un trabajo importante sobre ese tema”.”La reproducción de la heteromasculinidad blanca del pensamiento geográfico y la erudición”.
Esta necesidad de quitar a unos para dar a otros tiene un origen claro. Lo encontramos con cada vez más frecuencia en las distintas iniciativas de los afamados SJWs, acrónimo en inglés que significa Guerreros de la Justicia Social, que son activistas, sobre todo presentes en universidades —más que nada en EE.UU. y Canadá, aunque también en el Reino Unido y Lationoamérica— que actúan bajo el principio marxista de la redistribución de la riqueza, que a unos les falta porque a otros les sobra. Por ende, para que personas de razas que no sea la blanca, mujeres y personas de preferencias sexuales que no sean heterosexuales tengan representatividad en el ámbito académico, entonces hay que quitarles protagonismo a hombres blancos heterosexuales.
Algo fundamental que cabe ser mencionado es que el Manifiesto Feminista, conocido como la Declaración de Sentimientos o la Declaración de Séneca Falls, por el lugar donde fue emitido durante un congreso feminista, se publicó el mismo año que el Manifiesto Comunista de Carlos Marx, 1848. Ahí se suplanta al hombre por el burgués y a la mujer por el proletario, logrando así que la “lucha de clases” se traslade a la guerra entre sexos, donde se conserva la dinámica de oprimido y opresor, donde no se toma en cuenta los actos de los individuos sino que adjudican rasgos de comportamiento en base a los rasgos genéticos, en este caso del sexo.
Para explicar el funcionamiento de esta teoría de manera práctica y sencilla, el politólogo y escritor Agustín Laje, representa la teoría social de Marx con la forma de una casa de dos pisos, donde el primer piso alberga la economía y el segundo piso la cultura y todo lo demás. Así representa la lucha de clases, donde es necesario desmoronar la base de la casa para que la otra parte primero caiga sobre ella y luego sea la que permanece.
El caso de los geógrafos feministas no es único ni aislado sino una tendencia en auge. En la Facultad de Estudios Africanos y Orientales de la Universidad de Londres exigieron que “filósofos blancos sean removidos del plan educativo”, “si vamos a estudiar filósofos blancos, que sea desde una perspectiva crítica”. Al respecto, en una nota para The Independent la fundadora de Académicos Británicos Negros dijo que los estudiantes buscan: “Un currículo culturalmente democrático es algo que todos los estudiosos, independientemente de su origen étnico, deben ser la enseñanza, dadas las prioridades globales y nacionales en el siglo 21”.
También en Londres está el #DTMH, compuesto de personal administrativo, docentes y estudiantes, opera dentro del University College de Londres. Es una comunidad abocada a la corrección de los males del campo laboral y a escala mundial de las estructuras de poder transversales que identifican como el Patriarcado Blanco Capitalista Imperialista Supremacista. Las siglas en inglés, DTMH, significan Desmontando la Casa del Amo, el término surge de la activista Audre Lorde, de raza negra y preferencia sexual homosexual, o sea lesbiana, a quien le rinden tributo. Fue la precursora de su propia rama de activismo: marxismo negro queer. Para quien no sepa, queer es una denominación surgida de la ideología de género que significa que es una persona que no está conforme con la disposición hombre/mujer, sistema que consideran binario, como únicas opciones de identificación sexual. Quien se identifique como queer, asume una especie de sexo neutro, que no es identificable como masculino o femenino, lo contrario al transexualismo donde alguien con un sexo biológico se opera quirúrgicamente para ser del sexo opuesto.

Opinión: Ser no-binario no es parte de política de identidad y no es racista ni sexista cuando odio a los hombres blancos cisgéneros.
Nos explica el historiador Stephen Davies, del Instituto de Asuntos económicos que: “El capitalismo y el imperialismo no son sistemas complementarios, sino contradictorios de organización social, política y económica”. Pues, para que haya capitalismo y por ende libre mercado, debe haber consenso y beneficio mutuo, oferta y demanda, se da de manera voluntaria, respetando la propiedad privada. Que el panadero le compre al lechero no requiere expropiación, obligación ni violencia, es un intercambio. Mientras que el imperialismo exige la expansión por medio de la fuerza y el sometimiento de unos bajo otros, se impone de manera colectiva, requiere un ejército y expropia lo que atribuye como suyo.
Esto desde lo económico y técnico, pero la base ética y filosófica es “ser y dejar ser”, “vivir y dejar vivir”, para ello pregona en individualismo. Bajo este pensamiento, no se prejuzga, perjuicia ni privilegia a nadie en base a raza, sexo o preferencia sexual. Al contrario, el mercado suple a todo gusto y necesidad. Ha sido bajo regímenes marxistas, como el cubano, soviético y chino, que homosexuales han sido torturados y condenados a trabajo forzado por su mera preferencia sexual. Dicho por el Che Guevara: “el trabajo os hará hombres”, indicando que al amar a otros hombres el homosexual pierde su condición de hombre. Porque en el socialismo clásico el deseo individual es visto como un fetiche burgués, mientras que el amor del revolucionario radica en el partido, en la revolución, en el colectivo, nunca en el individuo ni hacia otro en específico.
Pero ahora estamos entrando en una nueva era, la de la nueva izquierda, del posmarxismo, de la lucha transversal, donde los genes y no —solo— el capital como en el marxismo de antaño, imponen estructuras de poder, donde el individuo no es libre de elegir su destino ni libre de las cargas que le aducen por su raza, sexo y preferencia sexual, sino nacido bajo el pecado original que implica su genética. Solía ser la presunción de inocencia la base de la justicia. Inocente hasta demostrar lo contrario. La tendencia actual, en cambio, es adjudicar culpas en base no a los actos sino a los rasgos. Veremos cómo trasciende. Por ahora el debate sobre la mesa es si para tener hay que quitar, si puede haber mayor representatividad de autores que no sean los prevalentes sin quitar a otros, pero sobre todo si llegaremos a un momento donde valga el mérito de la persona, el contenido de su obra, más allá de su composición genética.
Como dijo el Dr. Martin Luther King Jr, en el Discurso en Washington: “Tengo un sueño, que mis cuatro hijos pequeños podrán vivir en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el valor de su carácter.”