EnglishTodos los gobiernos elegidos democráticamente en Venezuela desde 1958 han sido socialdemócratas o socialcristianos. Los partidos de derecha nunca llegaron siquiera a acercarse a ganar una elección nacional. El acceso universal y gratuito a la salud y la educación, incluyendo la educación universitaria, ha existido desde 1936. Cualquiera que conociese América Latina y hubiese visitado el país en 1980 se habría dado cuenta de que que el sistema público de salud no solo estaba disponible para todo el mundo, sino que además era tan bueno como el mejor sistema privado de salud del resto del continente.
A pesar de esto, los editores y reporteros de The New York Times han informado sistemáticamente sobre Venezuela como si los pobres del país hubieran estado abandonados hasta que el heroico, y siempre bien intencionado Hugo Chávez, irrumpiera en en 1998.
Pero los editores y reporteros de The New York Times son hombres honorables, todos ellos, hombres honorables.
El Presidente Carlos Andrés Pérez, a quien Hugo Chávez y el colaborador de The New York Times Nicolás Maduro intentaron derrocar en un sangriento golpe de estado en 1992, fue el héroe del mundo “progresista” durante dos décadas. Pérez, sin embargo, ya había restablecido relaciones diplomáticas con Cuba en 1974, y nacionalizado las compañías mineras y petroleras extranjeras y domésticas. A partir de su gobierno, la inversión extranjera quedó prohibida en las telecomunicaciones, la distribución de alimentos, y las finanzas, junto a muchos otros campos. Se gastaron miles de millones en crear gigantescas compañías estatales de acero y aluminio, y la producción de petróleo se recortó porque la riqueza petrolera “corrompía los valores del ciudadano venezolano”. Se consideraba que los ingresos petroleros eran “El excremento del diablo”.
Estas mismas políticas no solo fueron continuadas, sino profundizadas por los gobiernos posteriores al de Pérez. Todos los presidentes antes de Hugo Chávez pertenecieron a partidos miembros del Movimiento Socialista Internacional. De hecho, durante los últimos 40 años, los incrementos de precios para bienes y servicios dejaron de estar sujetas a la aprobación previa del gobierno solo durante tres años (1991-94).
Sin embargo, durante quince años los reporteros y editores de The New York Times han transmitido la impresión de que Venezuela era una economía capitalista antes de que llegara el maravilloso paraíso socialista de Hugo Chávez. Pero estos periodistas son hombres honorables. Todos hombres honorables.
Human Rights Watch, la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos, el Departamento de Estado de Estados Unidos, y el Parlamento Europeo, se han pronunciado sobre la pérdida total de independencia judicial en Venezuela. Durante las dos últimas elecciones presidenciales, la Unión Europea ha rechazado de plano enviar observadores, manifestando claramente que el gobierno de Venezuela no procuraría un entorno adecuado para que los observadores hicieran su trabajo.
Pero The New York Times y sus editores siguen haciendo referencia a la elección legítima de Maduro como líder de Venezuela, y sabemos que todos ellos son hombres honorables.
Encontrar evidencias de la participación cubana en la administración de Venezuela es bastante fácil. El diario más prominente de España, El País, ha producido una extensa serie de artículos muy bien documentados sobre ese tema en concreto. Cualquier abogado venezolano puede proporcionar amplia evidencia de las normas, leyes, y tratados ahora vigentes que permiten a oficiales policiales y personal de seguridad cubanos portar armas en Venezuela, e incluso hacer arrestos dentro del país. Cualquiera que lo intente, puede obtener fácilmente copias de contratos otorgados a compañías estatales cubanas para la automatización de los sistemas de identificación nacional y pasaportes venezolanos, el registro de la propiedad comercial, y todas los notarías.
Pero los reporteros de The New York Times en Caracas aseguran que los líderes de la oposición “ofrecen pocas evidencias firmes para apoyar sus sospechas” de la intervención cubana.
Cuando el último presidente realmente democrático de Venezuela, Rafael Caldera, un hombre de la izquierda que gobernó con una coalición de partidos socialistas, cedió la banda presidencial a Hugo Chávez en enero de 1999, Venezuela atravesaba su peor crisis económica en un siglo. El precio del petróleo, factor clave para la economía entera, caería aquel año hasta los US$7 por barril.
Para el año 2005 el precio del petróleo se había recuperado, y alcanzó lo que entonces fue su nivel histórico más alto. Fue esta enorme lluvia de petro-dólares la que permitió a Chávez, y ahora a Marduro, declarar una reducción de los niveles de pobreza. Sus cacareados programas sociales son cáscaras vacías. Son gigantescas Pueblos Potemkin con los que han engañado a Walter Durantys modernos, y a los que se han dejado engañar. Si alguno de los predecesores de Hugo Chávez, cualquiera de ellos, hubiera disfrutado de la misma cantidad de recursos, Venezuela se habría catapultado a la prosperidad. Chávez y Maduro han conseguido lo contrario.
El periódico francés Le Monde es una pieza importante de la izquierda francesa. Algunos lo consideran casi el diario oficial del Partido Socialista francés. Sus editores han publicado recientemente un editorial que finaliza así: “Uno debe tener en cuenta el ‘Exotismo Latino’ para comprender por qué ciertos intelectuales franceses le encuentran algún encanto al ‘chavismo’. Sobre todo porque este movimiento, ya sea bajo Maduro o bajo Chávez, cercena las libertades públicas, amordaza a parte de la prensa, y maltrata a toda la oposición. En realidad el ‘chavismo’ se ha convertido en una pesadilla”.
The New York Times, otorgando el mismo peso a la opinión de Nicolás Maduro que a la del encarcelado líder opositor Leopoldo López, cuyo artículo publicara ese medio la semana pasada, ha provocado un grave daño a la causa de la democracia y la prosperidad en América Latina. Uno se pregunta a quién leeremos la próxima vez en las páginas de opinión del Times. ¿A Bachar El-Assad, tal vez?.