El 19 de marzo del 2021 escribimos con respecto a un mundo impregnado de capítulos de la más variada índole y entre ellos los concernientes a Fidel Castro, el de la denominada revolución cubana, calificado hasta “con facultades mentales trastornadas”. En criterio de algunos “vivo y despierto para entender las cosas y actuar en consecuencia”, por lo que se aprovechó de la huida del dictador Fulgencio Batista estimulada por la soberbia popular. Y “el espigado barbudo” tomar el poder de manera absoluta hasta su muerte.
En días pasados, tres años y siete meses después, tuvimos la fructífera ocasión de asistir al Foro “Consecuencias de la ocupación de Venezuela por Cuba” promovido por el Interamerican Institute for Democracy, fundado por iniciativa del destacado político boliviano Carlos Sánchez Berzaín, de cuyo directorio formo parte orgulloso de ello. Las ponencias, por demás, importantes, de los venezolanos Henrique Salas-Romer, candidato presidencial contra Hugo Chávez, este último calificado como “el discípulo más obediente de F. Castro” y el diputado demócrata cristiano Paciano Padrón.
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En concurrencia con Jorge Castañeda, de México y de Princeton University, Ricardo Israel, de Chile, donde fue candidato presidencial y de la destacada periodista cubana Ileana Labastida, directora con esmero del Diario de las Américas. La moderadora Beatrice Rangel, mixtura de ponderación, nobleza, coraje y sapiencia. Ministra en el segundo gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez, al cual se derroca por un Coup de État “Continuado”, pues el alzamiento castrense potenció, a través del voto popular, como lo demostraron los hechos, la presidencia de Hugo Chávez, quien asumió como Fidel el grado de “Comandante”, convertido en líder civil.
En esta oportunidad en el IID quien estas notas escribe no fue “expositor”, lo cual permitió escuchar con más detenimiento las acuciosas exposiciones. La convicción en los oradores nos indujeron a preguntarnos si habíamos sido humildes en aquella ocasión en el análisis con respecto a Fidel Castro. Un serio contraste con las exposiciones en el IID, a través de las cuales se denuncia que “el dictador del Caribe” se propuso arbitrar “una disciplinada estrategia” dirigida, prácticamente, a la creación de “una humanidad nueva”, convirtiendo a Cuba en una especie de plataforma a fin que los gobiernos de Rusia, China, Corea, Irán y unos cuantos más minimicen la influencia exclusiva de los EEUU en “las Américas”, poseedoras de abundantes riquezas, particularmente, materias primas que demandan tanto USA, como los nuevos invasores. Hoy nos preguntamos si se habrá planteado Castro, inclusive, una “tercera guerra mundial”. Algunos lo niegan, pero otros lo afirman. Y no faltan quienes piensan que el próximo gobierno de EEUU, republicano o demócrata, estaría compelido a analizar la situación con más seriedad que hasta ahora. Los venezolanos han sido los más exigentes, pues a Caracas se le incluye en la triangulación por la cual trabajó el tan particular comandante de Cuba. Y la crisis política que confronta después de recientes elecciones presidenciales potenciará sus exigencias ante el “Gigante del Norte”.
El Foro nos condujo, sin dudas, a recordar las acotaciones de nuestro ensayo del 2021, entre ellas: 1. El parecer de Carlos Alberto Montaner, para quien Cuba en “la época precastrista”, el país en el rango 22 en lo relativo a salud, por delante de Holanda, Francia, Reino Unido y Finlandia. En la economía, un respetable desarrollo junto a los argentinos, uruguayos, chilenos y venezolanos. Todo ello y mucho más fue acabado por “los insurrectos”, 2. La inventiva del “Comandante” fue asimismo “sui generis”, por no tener vínculo alguno con un proceso eleccionario.
Se trató de “una guerra de guerrillas”, parecida, por lo menos, en sus inicios, a la de Colombia y la cual en aras de subsistir terminó, en el país suramericano, manoseando el narcotráfico, 3. La “pasta blanca” no contaminó, aparentemente, a “los barbudos” en la Sierra Maestra, pero sí sumergió en ella al “gobierno revolucionario”, pues sostener a un régimen político demanda bastante plata, 4. Para algunos, la isla inmersa en la categorización de un “estado criminal”, de la mano con países de cercanas y distantes latitudes, 5. Acotamos, asimismo, que Loris Zanata, profesor de la Universidad de Bolonia, relata que el Papa Francisco en su visita al comandante le regaló “los sermones y reflexiones de Armando Llorente”, jesuita español tutor del colegio donde el guerrillero se formó, a fin de que se reconciliara con su pasado religioso. La reacción que se atribuye a Fidel “Hay que reprimir al hombre para salvarlo” y 6. El comandante, para el historiador, creyó haber recibido “el soplo creador del “hombre nuevo”, quien aplicando “la disciplina revolucionaria” alcanzaría la sociedad sin clases.
Para ello la redención del pueblo elegido por “el mesías, líder y salvador”. Alguien interpretaría, pudiéramos afirmar, que dada la reconocida habilidad del “barbado”, hasta para meterse por el ojo de una aguja, Francisco, no ilustró, ni convenció al Comandante. Lo contrario, este al representante de Dios. En esos mejores años, el “soberbio comandante”, ha de reconocerse, que inyectó a un gentío “la euforia revolucionaria” bandera hoy cuestionable por los principios que en criterio de Salvador Gines, catedrático de sociología de la Universidad de Barcelona, informan a “la constitución moral” en las sociedades contemporáneas.
Fidel vivió entre la ambivalencia de aquellos que le consideraban criminal y de otros, que por admirarle, quisieron conducirlo por el camino de la democracia. Pero su terca convicción terminó privando. Y tal vez, hasta su muerte. La razón habrá sido, cabría preguntarse, de que la desigualdad social que presuntamente combatía, le sumaba adeptos. En el propio Preámbulo de la Constitución de 1919 hay definiciones para tipificar al régimen y quién fue Fidel Castro y su legado, entre otras, “por los que lucharon contra la explotación impuesta por capitalistas, terratenientes”, “por los que difundieron las ideas socialistas y fundaron los primeros movimientos revolucionarios, marxistas y leninistas”, “por quienes nos condujeron a la victoria revolucionaria popular de 1959”.
No ha de haber persona que ponga en duda de que este “preámbulo” fue escrito por “el líder barbado” y dirigido, tal vez, hasta en forma personal, al constituyente. Pero, además, con la mención “Va sin enmienda”, referida como sabemos a “garantía de normalidad auténtica” y por supuesto, al poder del “barbudo”. Hoy y desde hace ya algún tiempo, como aduce el escritor chileno, Jorge Edwards, Cuba sumergida en la desesperanza en medio de la indiferencia del resto de las naciones. Y quienes apoyaron a la revolución, miran a otros lados, como para expresar “no somos culpables”. “Así nos comportamos” provoca gritar y a todo pulmón.
Un intento de revolución se convirtió en una metodología, a juicio de los intervinientes en el IID, en aras de revivir estructuras políticas que conducirían a la creación de un bloque de países conducidos por gobiernos atraídos por ideas trasnochadas. Y es hoy lo que alimenta a los regímenes políticos que de una u otra manera detentan el poder y lo ejercen distanciándose de los patrones del mundo democrático. Es un cambio radical para la democracia, tipificada como aquel régimen político que tiene su fuente en la voluntad popular libremente ejercida. Condicionamiento ni relativamente cercano al régimen de la Habana y de aquellos bajo cuya metodología hoy existen.
A la ruta castrista pareciera faltarle bastante para una “nueva humanidad”. No pareciera tampoco una hazaña como la de la Alemania Nazi que puso fin a la democracia en Alemania. Sucumbiendo en la oprobiosa criminalidad que nos revela la historia. Para algunos, sin embargo, Fidel y Hitler son comparables.
En criterio de este escribidor una gran verdad no puede ocultarse y esa es la que alimenta la lucha de los pueblos por menos desigualdades. Una realidad exhibe hoy el mundo y ella pasa por gobiernos seleccionados en limitados círculos, a cuyos asistentes los unen vínculos, en algunos supuestos, ideológicos, pero en otros, personales y egoístas. Entre ellos, los de China y Rusia y de los cuales Cuba, que nos dejara Castro, parecieran haberse inspirado. Por lo menos en lo relativo a las elecciones de gobernantes guarda similitudes.
En competencia con los países que han abrazado las democracias, las cuales han de devenir en eficientes para asirse a la bandera de que ha comenzado a pagase la deuda para con la propia humanidad. Es inevitable, pues va ínsita con la racionalidad del hombre.
¿Viviremos la humanidad nueva?
Dios quiera que sí.