EnglishLa mayoría de las universidades canadienses prominentes son rotundamente seculares.
La Universidad Trinity Western en Vancouver, Columbia Británica, se sale del patrón, porque como su nombre lo indica, se toma en serio su afiliación religiosa.
La universidad está diseñada para servir a una comunidad específica: estudiantes evangélicos cristianos que quieren disfrutar de una educación universitaria con colegas de ideas afines, dentro de un entorno que respeta y defiende sus creencias religiosas.
La universidad es sobre todo una institución de pregrado (ofrece 42 programas de pregrado y 16 programas de posgrado). Es relativamente pequeña, sirviendo a aproximadamente 4.000 estudiantes, con un promedio de alrededor de 20 a 25 estudiantes por salón de clases. Cuenta con una amplia variedad de programas y ha ganado calificaciones impresionantemente altas en encuestas profesionales y públicas. A diferencia de la mayoría de las universidades canadienses, no recibe financiación pública para sus operaciones, sino exclusivamente donaciones privadas, principalmente de miembros de la iglesia y ex-alumnos.
Tal como lo han informado varios medios de comunicación, los estudiantes que deciden estudiar en Trinity están obligados a firmar un código de conducta comunitario. La declaración es bastante larga, y establece que los estudiantes deben “cultivar las virtudes cristianas como el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la gentileza, el dominio de sí mismo, la compasión, la humildad, el perdón, la pacificación, la misericordia y la justicia”. Los estudiantes deben comprometerse a “vivir vidas ejemplares basadas en la honestidad, la cortesía, la sinceridad, la generosidad y la integridad”, así como a “comunicarse en maneras que edifiquen a los demás”, “tratar a todas las personas con respeto y dignidad”, “ser ciudadanos responsables tanto a nivel local como a nivel global” y “someterse a las leyes” de Canadá.
El que una universidad cristiana privada espere que sus estudiantes se adhieran a sus valores religiosos y morales difícilmente puede calificarse como algo controversial, con la excepción de que la universidad tiene planes de establecer una nueva escuela de leyes a partir de 2016. Esto significará —¡Dios no lo quiera!— que los cristianos evangélicos comprometidos podrían graduarse en una universidad cristiana y obtener una licencia para practicar leyes en todas las provincias canadienses.
Inmediatamente, el Colegio de Abogados del Alto Canadá (Ontario) detectó el peligro y votó 28-21 en contra de la acreditación del programa de leyes propuesto por la universidad. Y al día siguiente, el Colegio de Abogados de Nueva Escocia, dispuesto a unirse en la batalla contra las actitudes sociales retrógradas, votó para negar la acreditación de los graduados de Trinity al menos que la universidad se comprometiese a abandonar la exigencia de que los estudiantes firmen su compromiso comunitario para defender los valores cristianos.
A simple vista, esta medida preventiva del Colegio de Abogados para impedirle a los cristianos evangélicos ejercer su oficio en Ontario y Nueva Escocia contradice la “Carta Canadiense de Derechos y Libertades”. La Carta garantiza las “libertades fundamentales”, como la “libertad de conciencia y religión”; la “libertad de pensamiento, creencia, opinión y de expresión”; y la “libertad de asociación”. Pero los tribunales canadienses decidirán esta cuestión a su debido tiempo, ya que es de esperarse que surjan apelaciones a las decisiones de las asociaciones de abogados.
Sin embargo, lo que es aun más preocupante es la mentalidad detrás de estas agresivas iniciativas legales y profesionales.
El código comunitario de Trinity Western prohíbe todo tipo de cosas como el robo, el vandalismo, las drogas ilegales, la pornografía e incluso el uso de alcohol y tabaco en el campus. A los estudiantes se les advierte que deben abstenerse de todo lo que es “degradante, deshumanizante, explotador, odioso o injustificadamente violento”, y de “chismes, calumnias, lenguaje vulgar/obsceno, prejuicio, acoso o cualquier forma de intimidación verbal o física”.
Pero nada de esto tiene que ver con el escándalo que se ha montado. Lo que ha resultado especialmente ofensivo es la afirmación de la universidad, en su código de comunitario, de la creencia tradicional bíblica de que “la intimidad sexual se reserva para el matrimonio entre un hombre y una mujer”. ¡Nuestros ilustres colegas en los colegios de abogados están indignados de que los cristianos evangélicos tengan la temeridad de refrendar públicamente la creencia religiosa de que la promiscuidad y el matrimonio homosexuales son incorrectos!
La Universidad Trinity Western no es, a todas luces, una institución que promueva la homofobia. Al contraio: En su sitio web, declara que “Todos son bienvenidos a asistir a la Universidad Trinity Western, con independencia de su orientación sexual o creencias religiosas. Muchos estudiantes gay han estudiado —y se han graduado— en nuestra universidad, al igual que estudiantes de una gran variedad de religiones y etnias”.
En cualquier caso, los graduados de la escuela de leyes que en algún momento se inaugurará en la Trinity Western no podrán cambiar las leyes canadienses sobre el matrimonio del mismo sexo. En su práctica profesional, estos abogados tendrían que obedecer las mismas leyes y políticas de no discriminación en lo que respecta a la orientación sexual que todos los demás en la profesión legal.
Lo que está pasando aquí es un intento deliberado —por parte de la profesión de la ley— de discriminar a un grupo considerablemente grande: Los cristianos abiertamente conservadores. Es un caso en el que se pretende discriminar para prohibir la discriminación.
No importa si uno es un cristiano conservador o no. No importa si uno es gay o heterosexual. No importa si uno aprueba o desaprueba un estilo de vida homosexual o la sexualidad gay. Este agresivo movimiento para privar —de antemano— a todo un grupo de creyentes sinceros de su derecho al empleo legítimo, debería ser una noticia inquietante para cualquiera que crea en la libertad.
¿Se debería obligar a las personas que no creen en el matrimonio gay a llevar una estrella amarilla? ¿Se les debería prohibir ocupar cargos públicos? ¿Se les debería permitir ejercer únicamente en las profesiones en que no puedan influir en la opinión pública?
¿Desde cuándo los abogados en la lejana Ontario o Nueva Escocia tienen la potestad de dictar a una universidad cristiana privada el contenido exacto de su propio código comunitario?
De ninguna manera deberías estudiar en la Universidad Trinity Western si no estás de acuerdo con los valores cristianos tradicionales. Si piensas que el cristianismo está fundamentalmente equivocado, pues estás en todo tu derecho de argumentar vigorosamente en contra del cristianismo en la prensa. Pero no discrimines a las personas que no estén de acuerdo contigo porque tú estés en contra de la discriminación.
A medida que uno se hace mayor, nota que muchos de aquellos que promueven los lugares comunes habituales a favor de la tolerancia, la diversidad y el pluralismo, sólo se adhieren a esos valores cuando se aplican a su propio grupo, a su propia agenda política, a su propia persuasión moral.
En las representaciones tradicionales, la Señora Justicia tiene los ojos vendados y sostiene una espada y la balanza de la justicia. Tiene los ojos vendados para que no pueda favorecer a nadie. La ley debería proteger a todos de la discriminación. Los cristianos evangélicos son ciudadanos de Canadá. Tienen el mismo derecho a exigir la igualdad de oportunidades en el lugar de trabajo que cualquier otro grupo.