EnglishGustavo Pirich, un soldado del séptimo regimiento de La Plata, fue uno de los primeros en ver al enemigo. Durante horas, proyectiles de artillería llovieron desde el cielo. Soldados del experimentado Regimiento de Paracaidistas británico aparecieron detrás de la niebla, y tras una sangrienta batalla, las fuerzas británicas tomaron el control del monte Wireless Ridge. Al día siguiente, aceptaron la rendición argentina en las islas Malvinas (islas Falkland). El calendario marcaba el 14 de junio de 1982.
Las Malvinas, archipielago en el Atlántico Sur —a 350 kilómetros de la Patagonia y 12.800 de Londres—, estuvo, a partir de mediados de 1700, ocupado por Francia, Gran Bretaña, España y Argentina. En 1833, Gran Bretaña expulsó a las tropas enviadas por Buenos Aires, reemplazándolas con pastores y agricultores. 149 años después, la junta militar que gobernaba Argentina invadió las Malvinas, y Londres despachó una enorme unidad especial de respuesta. Tres meses más tarde, 255 soldados británicos, 649 argentinos y tres isleños estaban muertos.
Pero para Pirich y miles de soldados como él —que conformaban una gran parte del ejército argentino—, la batalla recién estaba comenzando. “Sufrimos casi 1.225 muertes por enfermedades, alcoholismo y drogadicción”, señala. “No hay estadísticas oficiales, pero nosotros contamos alrededor de 419 suicidios”, dice Alfredo Pucci, otro exconscripto. “Hay veces que se dice que murieron en un accidente de auto, pero en realidad quisieron suicidarse”.
La falta de alimentos, equipos y vestimenta adecuada y el maltrato de sus superiores dejaron marcas en la salud mental y física de los combatientes argentinos. Desde entonces, la lucha es constante, explica Pirich.
“Ahora, no somos ricos, pero tampoco estamos mendigando. Por lo menos hay pensiones, aunque nadie nos regaló nada. Tuvimos que luchar paso a paso, luchar y luchar, y fue duro”.
Guerra de Palabras
La batalla continúa. El Estado había prometido exámenes de salud mental para poder identificar cualquier signo de enfermedades psiquiátricas entre los veteranos. El Gobierno tampoco investigó los abusos cometidos por sus oficiales, incluyendo casos de torturas y ejecuciones sobre contra sus propios hombres, aparte de una corte marcial fraudulenta, agrega Pirich.
En respuesta, el exinfante unió fuerzas con sus camaradas para formar la Asociación de Combatientes de Malvinas por los Derechos Humanos (Acomadeh). En entrevista con PanAm Post, con la sede del Congreso argentino de fondo, sus integrantes debaten sobre su próxima jugada luego de que dos decisiones de la Corte Suprema rechazaran su solicitud para abrir una investigación y cumplir la promesa de ofrecerles un servicio permanente y obligatorio de salud.
Las sentencias de la corte contrastan con la retórica del Gobierno sobre la islas. En el exterior, Argentina demanda con frecuencia que Gran Bretaña negocie sobre el estatus de su territorio de ultramar.
Ni con militarización, ni espionaje electrónico masivo o la apropiación de recursos naturales argentinos se resolverá la disputa
Las resoluciones emitidas por los organismos regionales multilaterales que hacen eco del reclamo argentino llenan un tomo de 300 páginas. Londres se niega a negociar, citando un referendo del 2013, en el cual 92% de los isleños habilitados para votar manifestaron querer seguir siendo británicos.
En el frente interno, una ley aprobada en 2014 obliga a todos los autobuses, trenes y aviones a exhibir la leyenda “Las Malvinas son Argentinas”.
Un nuevo billete de AR$50 (US$4, según la cotización del peso en el mercado negro) lleva una imagen de las islas. Las sucursales argentinas de empresas petroleras con exploraciones en aguas de las Malvinas enfrentan causas judiciales y el argumento argentino —de que heredaron las islas de España, y fueron expulsados ilegalmente en 1833 por una “población implantada”— está representado en un nuevo Museo de las Malvinas.
Los visitantes son guiados a un cine, donde imágenes de campos barridos por el viento, pingüinos y bosques de algas marinas dejan lugar a un montaje con monarcas ingleses bañados de sangre. En caricaturas, la Armada Británica expulsa a los pobladores gauchos por la fuerza. Una paz incomoda súbitamente abre paso a disparos de ametralladora y explosiones de torpedos.
Hacia el final, Néstor y Cristina Kirchner forman parte de un fotomontaje de la pandilla de “gigantes” regionales —Chávez, Correa, Morales, Mujica— para alegremente reafirmar el reclamo pacifico de América Latina.
Dos guías entusiastas le mostraron al PanAm Post las instalaciones, destacando el mobiliario que le perteneció a Luis Vernet, un comerciante alemán que se afincó en la isla Soledad (East Falkland), enviado por Buenos Aires en 1828 (también le pidió autorización al embajador británico para hacerlo). Hay una morsa de peluche, algunos fósiles y un aérea para niños.
El piso superior alberga paneles paneles interactivos que detallan los las ultimas posiciones “colonialistas” en todo el mundo —incluyendo las Malvinas, Gibraltar, la Polinesia Francesa y Guam. También hay un homenaje en memoria a los conscriptos caídos, y una velada condena a la junta militar que causó el conflicto.
Población “implantada”
La ofensiva cultural parece estar funcionando. En comentarios a PanAm Post, la embajadora argentina en Paraguay, Ana María Corradi, destacó el fuerte respaldo internacional a una solución negociada a la disputa sobre la soberanía, citando una serie de declaraciones regionales y a la Resolución 2.065 de Naciones Unidas, que cumplió 50 años el pasado diciembre.
“Esta reconoció la disputa entre la Argentina y el Reino Unido, como únicas partes, llamándolas a negociar como único modo de resolverla, teniendo en cuenta los intereses de la población y no sus deseos”, dice Corradi, una exsenadora del gobernante Frente para la Victoria.
Los isleños no tienen nada que temer de Argentina, que está limitada por su Constitución y resoluciones de la ONU a respetar el modo de vida de los isleños, continúa la embajadora, planteando un contraste entre la postura “pacifista” argentina y un “ejército que carece de armamento” frente al poderoso despliegue militar británico en las islas.
“Ni con militarización, ni espionaje electrónico masivo o la apropiación de recursos naturales argentinos se resolverá la disputa. El único camino es la diplomacia directa”, concluye Corradi, quien agrega que el Gobierno de Kirchner ha alentado a los denunciantes a acudir ante los organismos internacionales de derechos humanos.
Hemos estado acá desde hace 170 años, bastante más tiempo que la mayoría de los que se consideran a si mismos argentinos
Pero Gavin Short, integrante de la Asamblea Legislativa de las Falkland y responsable por la relación del archipiélago con América Latina, rechazó la acusación de la embajadora de que la población “colonial” de las Malvinas no tiene derecho a la autodeterminación.
“Yo soy tan implantado como casi todos los argentinos”, dice Short jocosamente, en conversación telefónica desde Puerto Stanley. “Vinieron a la Argentina en busca de una mejor vida, igual que lo hicieron mis antepasados. Hemos estado acá desde hace 170 años, bastante más tiempo que la mayoría de los que se consideran a si mismos argentinos”, argumenta.
Con una economía fuerte y una comunidad próspera, de alrededor de 3.000 personas, incluyendo algunos residentes argentinos, la vida en las islas continúa. En síntesis, la retórica argentina “no es la primera, segunda, tercera o incluso decimoséptima cosa sobre la que pienso cuando me levanto”, dice. “Pero lo que sí logra es endurecer nuestra actitud. Cuando Kirchner termine su mandato, tendrá a toda una nueva generación en su contra. Se han disparado en su propio pie”, considera.
“Hemos tenido acuerdos sobre el petróleo, la pesca y han renunciado a todos. Han dañado más a su propio pueblo que al nuestro”, señala Short.
Oportunidad desperdiciada
La sensación de una oportunidad desperdiciada es compartida por Sacha Cleminson, recién llegada a las islas e integrante de la Real Sociedad para la Conservación de las Aves (RSPB), una organización ambientalista que trabaja junto con las autoridades la preservación de de la biodiversidad única que presenta el archipiélago.
“Es la meca de la naturaleza. Es extraordinario: hay ballenas, mi familia la mayoría de los fines de semana hace snorkel con delfines, pingüinos y lobos marinos. Pero una de las cosas tristes es que la cooperación ambiental con Argentina se ha perdido”, dice Cleminson, lo que hace improbable que se trate de una colonialista.
“Las aves, peces, calamares, no saben de fronteras, por eso es tan importante que los recursos sean manejados como un todo. La conservación es una brillante vidriera para la cooperación internacional”, agrega.
Sobre los residentes humanos de la isla, Pirich y sus compañeros tienen sentimientos encontrados. Reconocen que los isleños tienen su manera de vida y arraigo en las islas. Pero mantienen que los derechos de Argentina prevalecen sobre los deseos de “los kelpers“.
Gustavo Moledo, un expiloto conscripto, recuerda los esfuerzos de la Fuerza Aérea Argentina, cuando la derrota era inevitable, para mantener abiertos los canales de comunicaciones con las tropas terrestres.
“Me siento orgulloso de que nunca los abandoné, ni en el último momento”, dice. “Al menos en el sector en que yo estaba, no nos rendimos. Se comportaron como los profesionales que eran, y yo, en algunas partes, los acompañé”.
Los veteranos prometen mostrar la misma determinación en su búsqueda por la justicia. Será probablemente una batalla más fácil que obtener la soberanía de las islas. Y con muchos de los veteranos británicos también sufriendo de trastorno por estrés postraumático, quizás, incluso, encuentren aliados en lugares inesperados.