Los enemigos de la libertad atacaron de nuevo, esta vez el objetivo fue un revista con sede en París que caricaturizaba a Mahoma, ¿Cómo atacaron? ¿haciendo una campaña de desprestigio?, ¿usando los medios para criticarlos abiertamente y perjudicar sus ventas? No, y asesinaron a sangre fría a sus “enemigos”. ¿Por qué? simplemente porque disentían.
A esta altura de la historia, pensar con este grado de intolerancia resulta casi troglodita. Lo que no nos damos cuenta es que los intolerantes nunca se fueron, simplemente se transformaron. Desde los reyes todopoderosos, a los señores feudales, pasando por regímenes totalitarios como el de Stalin, Hitler o Mao; las revoluciones como la cubana, con Fidel y el Che; hasta la guerrilla revolucionaria como la vivida en Argentina con los Montoneros y el ERP.
Hoy los intolerantes enemigos de la libertad, que solo quieren imponer su verdad y su forma de vida al resto, se ocultan bajo la manta del fundamentalismo de una religión: el islamismo.
Lamentablemente tuvo que pasar un evento de estas características en una ciudad de primer mundo como París, al igual que paso el 11S en Nueva York, para darnos cuenta de que los enemigos de la libertad están más vivos que nunca y hace rato andan haciendo estragos en el medio oriente.
Los enemigos de la libertad son simplemente eso, intolerantes que se cubren bajo la capa de un acto idealista o de fe, pero que al fin del día no pueden ocultar lo que son: asesinos.
Por otro lado, generalizar y decir que todos los musulmanes son asesinos es una locura; si tan solo 1% de los musulmanes fuese violento, alcanzarían un número sería seis veces mayor a todo el personal militar de Estados Unidos. Es decir, para detenerlos haría falta una coalición de países con todos sus recursos humanos bélicos, y todavía devastarían una gran parte del planeta. Los musulmanes no son el problema, los terroristas sí lo son.
Son unos pocos, y nos están ganando. Está bien que el ciudadano común manifieste su rechazo a través de las redes sociales o saliendo a la calle; lo que no está bien es que los políticos, los que tienen poder de decisión sobre estas cuestiones, hagan lo mismo. Para bien o para mal, tienen el monopolio de la fuerza y la responsabilidad de defender los derechos individuales de todos los ciudadanos que representan, en este caso el derecho a la vida. No se pueden quedar solo lamentándose lo sucedido, el terrorismo no tiene bandera, no tiene religión; el terrorismo viola los derechos más propios de cada individuo y hay que actuar en consecuencia.
El precio de la libertad es su eterna vigilancia. Thomas Jefferson