Tras la victoria del “No” en el plebiscito se empezaron a desmontar las etiquetas de quienes estaban a favor o en contra del acuerdo entre el Gobierno y las FARC. Los colombianos empezaron a entender que ya no se trataba de estar divididos por una contienda electoral sino que era el momento de buscar que se lograra un buen acuerdo entre ambas partes para terminar con el conflicto armado entre el Estado y ese grupo armado.
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Eso lo entendieron algunos jóvenes que se despojaron de etiquetas políticas y espontáneamente decidieron acampar en la Plaza de Bolivar, un lugar emblemático de la capital colombiana en la que se encuentra el Capitolio Nacional, la Alcaldía de la ciudad y el Palacio de Justicia y en medio de ellos un espacio por el que han pasado miles de personas que han decidido presionar a alguna institución para que se haga cargo de algún asunto.
Estos jóvenes están ahí desde el día en que los colombianos rechazaron los acuerdos. Un par de ellos decidió poner una carpa y decir que no se movía de ahí hasta que hubiese un acuerdo listo para implementar y muchos decidieron seguir su ejemplo. Hoy en día hay varias carpas en el lugar y han recibido el apoyo de muchas personas que les han llevado alimentos y cobijas, sin embargo, no reciben dinero para no perder la independencia de su causa.
Su campamento está rodeado por una gran bandera de Colombia, en la que que todos los visitantes pueden escribir lo que deseen sobre la paz del país. En su interior, las carpas tienen letreros con nombres de lugares donde la violencia del conflicto armado ha hecho estragos y ellos pasan su día esperando lo que muchos colombianos esperan por estos días: que se acabe la incertidumbre sobre lo que viene para el país con el proceso de negociación.
John Granados, director de logística, salió de una de las carpas más alejadas a la entrada del campamento con un vaso de maní en su mano y trataba de calmar el hambre como muchos de sus compañeros de campamentos. Al salir, le dice al PanAm Post que los voceros oficiales del movimiento no se encuentran, pero que él atenderá a las preguntas que el medio quiere hacerle.
“Nuestro propósito es hacerles entender que ciudadanos sin intereses políticos, sin intereses económicos, sin intereses empresariales estamos aquí plantados, acampando en pro y para las víctimas del conflicto armado, haciéndoles entender al Gobierno y a los actores que se encuentran mediando los acuerdos que ya queremos la paz. Aquí no tenemos auspicio de ningún partido político, de ningún tipo de entidad y por supuesto esto está lleno de gente que busca un bien común: la paz” dice John Granados, director del comité de logística del campamento.
Según él, los acuerdos deben implementarse lo más pronto posible para evitar más víctimas y pide que el cese bilateral al fuego se mantenga de manera indefinida y no hasta el 31 de octubre como lo advirtió el presidente de la República, Juan Manuel Santos, a pesar de que los acuerdos fueron rechazados por más del 50 % de los electores colombianos que salieron a votar el pasado dos de octubre en el plebiscito y que han exigido modificaciones para lograr una verdadera paz estable y duradera.
Sin embargo, Granados asegura que es necesario que no haya una sola víctima más, por lo que no le da mucha importancia al estado actual de los acuerdos, que han recibido propuestas de los sectores opositores como el liderado por Álvaro Uribe, senador y expresidente o de la excandidata presidencial Marta Lucía Ramírez.
En la Plaza de Bolivar la tarde transcurre normalmente, hay dos altoparlantes que acaban con la tranquila tarde bogotana que se vive normalmente. Uno de ellos apunta hacia el capitolio y un grupo de indígenas de la comunidad de Misak le hacen sus peticiones a los legisladores. Del otro lado de la plaza se ha instalado una tarima de la Alcaldía de Bogotá en la que otro grupo de indígenas de la misma comunidad aseguran que respaldan el proceso de paz.
Es curioso que quienes acampan en la Plaza de Bolivar reciban apoyo de Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá. Ya que en ocasiones pasadas varios manifestantes que intentaron hacer algo similar fueron desalojados de allí, sin embargo, esta vez reciben apoyo quienes se asentaron en ese lugar.
Granados afirma que aunque no tienen apoyo político de ningún tipo, asevera que la policía Nacional ha estado acompañándolos y brindándoles seguridad. Además, a la salida del campamento hay dos baños portátiles que no se sabe quién está pagando.
Tras la conversación con Granados el joven es abordado por otros medios de comunicación y al interior del campamento el ambiente de expectativa sobre lo que pueda pasar sigue siendo el mismo. Los jóvenes que están allí han entendido que el país ha entrado en un momento en el que no importa las etiquetas políticas, sino que hay que buscar un acuerdo que pare la violencia. Sin embargo, no se pueden desconocer los resultados de las urnas.
Pese a que el gran ganador de esa jornada electoral fue la abstención, la mayoría de electores dijo “No” al acuerdo como estaba y será necesario hacer modificaciones viables que permitan reducir el descontento de los colombianos hacia lo pactado.
Sin embargo, eso tomará un tiempo y ojalá, por el bien de las víctimas, no se extienda tanto y no se deje permear por intereses políticos de cara a las elecciones presidenciales de 2.018, sino que surja un verdadero acuerdo que no afecte las libertades individuales y que permita una verdadera paz.
El fin de la tarde bogotana ya llega y las personas del campamento empiezan a prepararse para la fría noche que les espera. Los vendedores ambulantes, que aprovechan la oportunidad de negocio que ven en la paz, se retiran tras haber vendido algunos pines de palomas blancas a algunos ciudadanos locales y turistas que se pasean por la zona y los manifestantes esperan a que llegue el siguiente día con la esperanza de que se logre un acuerdo.