La Unión Europea (UE), ante la crisis del coronavirus, busca desesperada la adopción de medidas que, por un lado, resulten efectivas y, por otro, maquillen la imagen de una Europa, cuando menos, descoordinada hasta la fecha.
Con tal fin, el alto funcionariado europeo, que no tanto los jefes de gobierno de los Estados miembros, se ha conjurado para que no tenga lugar una tercera cumbre fallida. Es aquí donde se enmarcan algunas de las últimas propuestas, como el reaseguro de paro europeo destinado a facilitar los expedientes de regulación de empleo temporales, para lo cual se han dispuesto 100.000 millones de euros. Sin embargo, no parece sencillo que los países del viejo continente adopten un acuerdo o, mejor dicho, que, en caso de que lo hagan, este sea eficaz en absoluto. El motivo de esta sospecha se halla en la incidencia tan dispar que está teniendo esta pandemia en los diferentes Estados miembros, así como en la diversidad de respuestas por parte de estos.
Además, a esta gestión hay que añadirle otra previa: la administración de las economías europeas en periodo de bonanza. Aquí también se observan diferencias manifiestas entre el norte y el sur. De ahí que, cuando Pedro Sánchez suplica a Bruselas un Plan Marshall para reconstruir España tras una crisis económica que ha costado ya 1,9 millones de empleos en tres semanas, sus socios le vuelvan la espalda.
No le falta razón al presidente español cuando señala que la UE ha de dar “una respuesta económica y social única, porque esto es una catástrofe que nos afecta a todos”. Sin embargo, evita alguna puntualización. Por ejemplo, la de que, si bien afecta a todos, no lo hace por igual, así como tampoco se están manejando de la misma forma las crisis en toda la UE. Desde luego, no con la tamaña incompetencia con que lo está haciendo su Ejecutivo. Una incompetencia que, con razón, muchos países europeos no desean mutualizar a través de la emisión de “coronabonos”, como manifestaron los gobiernos de Finlandia, Países Bajos y Alemania, apresurándose a fulminar la propuesta del presidente socialista. Resulta en verdad complicado hacer honor a la solidaridad europea y, a la vez, no crear incentivos perversos como los que llevan a España a externalizar los problemas que son responsabilidad suya. Tampoco se equivoca Sánchez al indicar que “esta vez, Europa no puede fallar”, pero hay que recordarle que allí no radica la solución a una crisis que su Gobierno se ha mostrado incapaz de gestionar.
De lo que sí podemos estar seguros a estas alturas es de que, quizá, la crisis del coronavirus se trate, como señaló la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de “la mayor tragedia humana dentro de la Unión desde las dos guerras mundiales”. Solidaridad o justicia, rescate o responsabilidad. Sea como fuere, la Unión Europea se juega mucho en este enorme desafío, y no solo en el ámbito sanitario o económico. Como señalé en un reciente artículo para este medio, la propia razón de ser de la UE está en entredicho, y es en momentos adversos cuando se mide su valía. ¿Habrá finalmente Unión o (des)Unión Europea para combatir el coronavirus?