
La construcción del relato de campaña de Luisa González en las elecciones presidenciales de Ecuador de 2025 ha sido una estrategia cuidadosamente diseñada para conectar con amplios sectores de la población. A lo largo de su campaña, ha utilizado un enfoque narrativo que apela tanto a la emoción como a la crítica al statu quo. Sin embargo, este relato tiene sus matices y contradicciones, lo que genera tanto apoyo como escepticismo.
1. El relato del “cambio” vs. el “continuismo”
Luisa González ha utilizado como eje central de su campaña la narrativa del “cambio”, posicionándose como la alternativa al actual modelo económico y político que, según ella, está representado por el presidente Daniel Noboa y las élites del país. Su discurso se centra en la idea de que Ecuador necesita un giro hacia políticas más inclusivas, orientadas a las clases trabajadoras y los sectores más vulnerables, criticando las políticas “neoliberales” que percibe como dominantes en la gestión actual.
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En este sentido, González se presenta como una líder que busca “restaurar” la justicia social, impulsando un modelo económico de redistribución que beneficie a los pobres y a la clase media, con un énfasis particular en la educación y la salud pública. Este relato le permite contrastarse con Noboa, quien a menudo es percibido como el candidato de las élites económicas, haciendo de su discurso un potente llamado a los sectores que se sienten marginados o ignorados por las políticas actuales.
2. La retórica del “pueblo” vs. “las élites”
Uno de los pilares de su narrativa es la polarización entre “el pueblo” y “las élites”. Este discurso tiene un fuerte componente emocional y busca consolidar el apoyo de los sectores más empobrecidos del país. González presenta su candidatura como la oportunidad para que las clases populares, los trabajadores y los sectores rurales finalmente tengan representación y acceso a las oportunidades que históricamente se les han negado.
Al utilizar términos como “la lucha contra las élites” y “la justicia social”, González intenta posicionarse como la voz de los marginados, apelando a una narrativa que ha sido exitosa en muchas otras partes del mundo. Esta narrativa tiene un impacto directo en aquellos que sienten que la brecha de desigualdad en Ecuador ha crecido, sobre todo después de la crisis económica y la creciente violencia, que ella acusa a la administración de Noboa de no haber logrado resolver.
3. La recuperación del “correísmo”: el regreso a un pasado familiar
El vínculo de Luisa González con el “correísmo” es central para su relato de campaña. Al ser la candidata que representa el movimiento liderado por el expresidente Rafael Correa, González no solo apela a la nostalgia de aquellos años, sino que también hace un llamado a la unidad de los “legítimos herederos” de las políticas sociales que, según ella, fueron una bendición para el país. La narrativa aquí es clara: el correísmo fue un período de estabilidad económica y justicia social que debe ser retomado y completado.
Sin embargo, esta relación con Correa también es una espada de doble filo. Mientras que para muchos ecuatorianos el correísmo sigue siendo sinónimo de progreso social, otros lo ven como sinónimo de autoritarismo y corrupción. La campaña de Luisa González, por lo tanto, debe lidiar con la polarización que genera la figura de Correa, lo que puede limitar su alcance en algunos sectores de la sociedad ecuatoriana, sobre todo entre los votantes más moderados y los que consideran que el país debe pasar página a ese periodo.
4. Los valores tradicionales y la “defensa de la familia”
Otra parte significativa del relato de campaña de Luisa González se ha centrado en la defensa de los “valores tradicionales”, especialmente aquellos relacionados con la familia. Ha apelado a las preocupaciones de los sectores más conservadores, destacando la importancia de la protección de la familia frente a lo que ella considera “amenazas” de ideologías extranjeras o movimientos progresistas, como la “ideología de género”.
Esta retórica ha sido muy efectiva en ciertos sectores rurales y en la población más religiosa, que a menudo se siente desbordada por los cambios sociales y culturales. González se presenta como la defensora de esos valores y de una visión de la sociedad que pone a la familia y la protección de la niñez como prioridades clave de su política.
5. El discurso sobre la inseguridad: respuesta a la crisis del narcotráfico
La creciente inseguridad y la violencia en Ecuador, exacerbada por el narcotráfico, ha sido otro tema central en la campaña de Luisa González. Aunque el tema de la seguridad ha sido abordado por otros candidatos, su enfoque ha sido particularmente duro. A través de un discurso de “mano dura” contra el crimen, González ha logrado conectar con votantes que sienten que el gobierno actual ha fracasado en garantizar la seguridad en el país.
Su narrativa de enfrentamiento a los carteles de la droga y la promesa de una policía más fuerte, combinada con su llamado a la justicia social, la posiciona como una figura de autoridad en medio del caos, apelando a aquellos que buscan un liderazgo firme frente a la crisis de violencia.
6. El retorno a la prosperidad: promesas de desarrollo económico
En términos económicos, González ha prometido restaurar la prosperidad del país mediante políticas que apunten a la redistribución de la riqueza, la inversión pública en áreas clave como salud y educación, y la creación de empleo mediante programas sociales. Aunque sus promesas suenan atractivas, el desafío para González será convencer a los votantes de que realmente puede ofrecer soluciones efectivas frente a la crisis económica, la inflación y la deuda pública que afectan al país.
Además, su propuesta de financiación sigue siendo algo vaga y se enfrenta a la crítica de quienes argumentan que un retorno al “correísmo” no resolverá los problemas estructurales del país, sino que podría incluso agravarlos debido a las tensiones económicas previas.
Conclusión: la controversia y el impacto de su relato
La construcción del relato de campaña de Luisa González ha sido una mezcla de nostalgia, promesas de justicia social y confrontación directa con el modelo económico actual. Si bien ha logrado movilizar a su base y atraer a sectores que buscan un cambio profundo, también ha generado divisiones y ha sido percibida como una opción polarizadora, especialmente por aquellos que no desean un regreso al pasado del correísmo.
El reto para González será consolidar su mensaje de unidad y justicia social sin alienar a los sectores que temen que su victoria suponga un retroceso en términos de libertades democráticas y progreso económico. La narrativa de campaña de Luisa González, basada en la lucha contra las élites y la defensa de valores tradicionales, será crucial para determinar si puede superar la barrera de los votantes moderados y ganar la presidencia de Ecuador en 2025.
Las posibilidades electorales de Luisa González dependen de su capacidad para unir a los sectores que apoyan el legado del correísmo sin alienar a los votantes más moderados o jóvenes que buscan un cambio genuino. Aunque tiene un fuerte apoyo en ciertos sectores, la polarización y su asociación con el pasado podrían ser sus principales obstáculos en un país que clama por nuevas ideas y liderazgo. Si González quiere ganar en 2025, necesitará reinventar su propuesta de país, alejándose de la retórica divisiva y ofreciendo un plan realista y moderno que se adapte a los desafíos del Ecuador del siglo XXI.