
Tengo muy presente la voz de doña Amelia en diferentes momentos de mi vida.
Cuando era niño y me llevaban a la escuela ella era infaltable.
Después del terremoto de Nicoya en el colegio se hizo viral la frase “uy, uy, uy ¡caramba!” entre mis amigos, en alusión a su reacción durante el sismo.
El 5 de septiembre de 2012 un terremoto de 7.6 grados nos sacudió en #CostaRica ??. El epicentro fue en la Península de Nicoya.
Este es uno de esos vídeos que no se olvidan. La valiente periodista es @ameliarueda. pic.twitter.com/X6Sf23pWVT— Jovel Álvarez (@Jovel_Alvarez) July 15, 2020
Cuando acompañaba a mi padre a sus viajes de trabajo a Guanacaste, su presencia era constante.
En México, durante mis años como estudiante, la escuchaba ocasionalmente por internet para no sentirme totalmente desconectado de la realidad de mi país. Su voz y su acento me llevaban de vuelta a casa.
Más de una vez la puse como ejemplo a mis compañeros, pues parecía absolutamente inimaginable que una periodista crítica pudiera llamar a cualquier político al aire y que éste le atendiera casi siempre.
Pocas veces los llamaba para felicitarlos. Más bien le encantaba hacerlo para confrontarlos y ellos estaban moralmente obligados a atender la llamada, pues les iría peor si no lo hacían.
No tengo clara su tendencia política, cosa positiva para todo periodista. Siempre que la he escuchado está criticando al gobierno de turno.
Solo una vez la he visto en persona, durante un foro de mujeres poderosas organizado por la revista Forbes. Iba acompañada por su hijo Antonio.
Amelia Rueda Ahumada es un ícono en Costa Rica. Una periodista rebelde, inoportuna, temida, respetada y muy querida. Todo a la vez.
Durante estos meses que me he visto forzado por la pandemia a quedarme en Costa Rica he tenido que soportar a los medios tradicionalmente complacientes con el actual gobierno. En medio de tanto descaro he redescubierto a doña Amelia como esa voz crítica que madruga todos los días para decir lo que tantos otros en radio y televisión no se atreven.
Quienes tienen más años que yo la recuerdan por su trabajo en Telenoticias junto a don Rodrigo Fournier y en el Noticiero Univisión del canal 2, donde tocó temas que en otros medios eran tabú.
Tras un despido decidió llevarse a su grupo de periodistas a la radio y fundar el espacio con el que lleva dos décadas triunfando: “Nuestra voz”. Además, dirigió los espacios informativos de Radio Monumental y los antiguos radioperiódicos Reloj.
Cuando las páginas web eran experimentos poco rentables, doña Amelia abrió su portal y lo convirtió en un sólido medio de comunicación independiente.
Siempre he tenido curiosidad por su carrera como reportera. Vi un video en el que aparece atrincherada durante el funeral de monseñor Oscar Arnulfo Romero en San Salvador después de que comenzaran unos disturbios. Supongo que debió disfrutar del reportaje, pero desde que la tengo presente en mi vida ha sido conductora y líder de opinión.
Recientemente circuló un vídeo en el que doña Amelia increpaba al presidente de la república por hacer campaña política con la pandemia. En redes sociales los súbditos de Carlos Alvarado salieron a decir que Rueda “no construye, solo destruye” (parecido al “suma, no restes” que nos aplican en Venezuela a quienes denunciamos los delitos del régimen narco-chavista y de la oposición).
Actualmente es una de las periodistas que más ha trabajado para crear conciencia en los costarricenses de la responsabilidad individual en la lucha contra la COVID-19, y mientras el gobierno intenta desviar la atención hacia la pandemia sanitaria ella insiste en que debemos ver también las otras dos pandemias que nos afectan: la económica y la política.
Agradezco estos meses que he pasado en Costa Rica porque me han permitido reencontrarme con el buen periodismo que se hace en este país. La semana pasada dediqué una columna a las condiciones laborales paupérrimas que limitan el ejercicio del oficio en esta sociedad, pero me ha parecido conveniente dedicar una columna a una periodista a la que considero un ejemplo de que las cosas se pueden hacer bien a pesar de todo.
Debo confesar que me encanta el hecho de que doña Amelia sea argentina, pues es la prueba viva de que el periodismo trasciende fronteras y nacionalidades. Un periodista lo es donde decide serlo.