Estimado Chumel:
Durante mis años de estudiante en México muchos compañeros me dijeron convencidos: “Chumel es lo máximo”. Bastó ver uno de tus Pulsos de la República para comprobarlo.
Cuando volvía a Costa Rica de vacaciones me daba cuenta de que mi hermano adolescente también seguía tus programas y poco a poco entendí que tu alcance era inmenso y tu mensaje era, en mi opinión, el correcto.
Te conocí personalmente en una ocasión, cuando participamos en la transmisión Somos valientes de nuestra querida y respetada Lydia Cacho, en las oficinas de Facebook en México. Eres un tipazo. Los minutos que pudimos coversar te sentí cercano y auténtico. Te guardo un gran respeto.
En ese momento era presidente de México el delincuente Enrique Peña Nieto. Tu papel de rechazo a la corrupción desde la trinchera humorística/informativa me parecía brillante.
La llegada de Andrés Manuel López Obrador supuso un punto de inflexión para el periodismo mexicano. Muchos de esos a quienes consideramos vendidos durante años pasaron a ser opositores y muchos de los que eran contrapeso para Peña Nieto y los gobiernos de derecha pasaron a ser concubinas de Morena.
Te mantuviste donde debías: oposición. Sin ser periodista, como lo has dicho en numerosas ocasiones, te has convertido en una ventana fundamental para una generación que si no fuera por tu trabajo no trataría de entender la actualidad de su país.
Lo más importante: tu punto de vista siempre crítico.
Por eso, al ver el programa que presentaste en HBO titulado El FMI te quiere… pobre, no pude evitar sorprenderme sobremanera, pues solo el título lo hace parecer un programa más propio de Telesur.
Debo aclarar que yo no estoy aquí para defender al Fondo Monetario Internacional, pues tengo ostensibles diferencias con sus imposiciones y formas de cobro, no obstante, hay un par de reflexiones que tengo que compartirte. Al no tener oportunidad de hacerlo en privado, me permito hacerlo mediante esta carta abierta.
Partes de la premisa de que entre la COVID-19 y el FMI “le darán en la torre” a nuestros países. Presentas algunos reportes sobre el recorte a los subsidios que hizo el gobierno de Lenin Moreno para cumplir sus compromisos con el Fondo y las protestas que ello generó.
Para analizar este caso debemos poner la mirada en el problema y después podremos detenernos en sus consecuencias. Los países (sus gobiernos) deciden asumir un crédito asumiendo la responsabilidad que ello conlleva y a sabiendas de las condiciones que pedirá el ente crediticio a cambio del dinero. Los términos son aceptados de manera voluntaria. Si no te convienen, buscas otra entidad.
El origen del problema no está en las tasas de interés, en los métodos de cobro o en los planes de ajuste estructural que son, ciertamente, fuertes y coincidimos en que hay muchos casos en los que han sido desmedidos. El origen de este predicamento no está en quién presta el dinero o las condiciones en que lo presta, sino en quién lo pide.
Los países de América Latina no lograremos progresar si pensamos que todo lo malo es culpa de un tercero (usualmente ubicado al norte del continente). Cada gobierno debe hacerse responsable de las decisiones –propias o heredadas– que han sumido sus economías en un infierno insostenible y tomar decisiones adaptadas a las realidades de cada país y a la capacidad de pago que puedan tener a la hora de ponerse la soga del crédito en el cuello.
Pongamos un ejemplo aterrizado a nuestra vida, como el que pusiste en el programa.
Si tú le pides dinero prestado a tu mamá para tu coche y ella ve que tu vida es un pinche desastre, obviamente te pedirá que hagas los ajustes necesarios para asegurar que tengas solvencia suficiente para pagarle de vuelta y que tu vida a la larga mejore. Eres tú quien decide si aceptas las imposiciones de tu mamá a cambio del dinero o si vas a pedirle mejor a tu tía. No obstante, la culpa de que no te haya alcanzado hasta ahora para el coche no es de tu madre ni de tu tía, es tuya.
Tocas el caso argentino. Usas un reportaje en el que se refieren al mediocre Mauricio Macri como “un político adinerado”.
Bien, el caso de Argentina es quizás el más emblemático. Si Macri tuvo que acudir al FMI fue porque el gobierno socialista de la criminal Cristina Fernández de Kirchner hizo que los argentinos vivieran en una ilusión de estabilidad gracias a los subsidios. Una vez cayó Kirchner esa burbuja se reventó y salió a flote el verdadero desastre que había provocado Fernández en la economía del país. Macri, ciertamente, fue incapaz de solucionarlo, pero el origen está en Cristina (a quien no nombras en el programa).
Hablaste de Chile, al que definiste como “uno de los países más desiguales del mundo”, abanderando así el enunciado estrella de la izquierda chilena. Sí, América Latina es la región más desigual del planeta, pero Chile no es – ni de cerca – el país más desigual.
Según ha documentado Claudio Sapelli, autor del libro “Chile: ¿Más Equitativo?”, doctor en economía en la Universidad de Chicago y director del Instituto de Economía de la Universidad Católica de Chile, la puntuación de la desigualdad en el índice GINI para el país suramericano mejoró 20 puntos entre quienes nacieron en la década de los 60 y quienes nacieron en los años 90. El catedrático admite que hay aún trabajos pendientes en distribución del ingreso, movilidad y disminución de la pobreza, pero asumir que la democracia chilena ha provocado mayor desigualdad es un error.
Ahora, si te parece, hablemos de la pobreza. En este rubro veremos que Chile es uno de los países que más ha reducido la pobreza en los últimos años. En 2003 era pobre el 40% de los chilenos, mientras que para 2017, última vez que la CEPAL publicó sus estimaciones, lo era sólo el 10,7 por ciento.
Si todo lo que expresaste en este programa es tu pensar, me confieso sorprendido, pero respeto tu derecho a decir en tu espacio lo que consideres pertinente. Ahora bien, si confiaste en tu equipo de guionistas, siento decirte que un chairo o venezolano chavista se ha infiltrado y ha logrado que hicieras un programa emblemático para la izquierda latinoamericana.
No me cabe duda de que Rafael Correa, Cristina Fernández, Maduro y Chávez junto a Castro desde el infierno agradecerán por siempre ese episodio.
Bien. Me despido deseándote lo mejor.
Recibe un afectuoso saludo y mi respeto, Chumel.
Sigue luchando por desenmascarar al engendro que los chairos pusieron en la presidencia de México.