Cuando en diciembre vi a Jeanine Añez vestida de Santa Claus repartiendo regalos a niños en situación de vulnerabilidad puse un tuit en el que calificando ese acto de populista. Hubo quienes me reclamaron por criticar a la dama de hierro boliviana que destacaba ante el mundo como una prócer de la nueva democracia. Para ese momento ella había prometido no aspirar a la presidencia en las elecciones que debía anunciar en cuestión de semanas.
En la víspera de navidad se difundió un video de ella saludando a los pasajeros de un vuelo comercial para desearles felices fiestas. Pensé por un momento: “esta señora va a lanzarse a la presidencia”. Sin embargo, en el espíritu festivo propio de diciembre decidí no criticarla más y me abstuve de hacer una predicción que hoy se habría visto cumplida.
#ÚLTIMAHORA Mandataria transitoria de Bolivia Jeanine Áñez anuncia su candidatura a la presidencia #AFP pic.twitter.com/s9GFfeqUt3
— Agence France-Presse (@AFPespanol) January 25, 2020
Qué tristeza. Se los digo honestamente. ¡Qué tristeza que no haya políticos con verdadero sentido de trascendencia! Con lo fácil que habría sido conformarse con ser la mujer que reconstruyó la democracia y se retiró para siempre de la política. Pero no. Tenía que gustarle el poder. Tenía que dejarse seducir y permitir que el ego creciera hasta el punto de creer que nadie lo hará mejor que ella.
Esta decisión tan lamentable no demerita los logros de su tenaz administración, pero la vocación electoral en un gobierno interino termina envileciendo la naturaleza transicional del mismo.
Yo celebré enormemente que Añez dijera que no se lanzaría a la presidencia porque pensé que su precedente sería suficientemente contundente como para que Juan Guaidó, en Venezuela, descartara esa posibilidad también. Ahora, sin embargo, Añez me deja con la esperanza colgada en el perchero de la prudencia.
Tal vez sea yo el único que piense que un presidente interino debe encargarse nada más de lo indispensable para llevar al país a comicios. A lo mejor yo exagero y soy más radical de lo que debería. Pero lo que pienso, lo escribo.
Creo que Añez perderá las elecciones.
Intento imaginarme cómo escribirán de Añez en el futuro. Tal vez sea yo quien deba redactar su perfil en Wikipedia para que diga algo más o menos así: “Tras la salida de Evo Morales del poder, asumió la presidencia interina, se presentó como candidata a la presidencia en las elecciones generales del 3 de mayo de 2020 y perdió. Desde entonces se retiró de la política”.
Si gana, le deseo muchos éxitos –como a cualquier presidente que sea democráticamente electo–, pero para mí este error se trae abajo los puntos que tenía esta dama por coherente, tenaz y firme. Hoy Jeanine Añez es una candidata más que utilizará el despacho presidencial para lograr un periodo más en el poder.
Si la historia pudiéramos escribirla los periodistas definitivamente prescindiríamos de los ambiciosos de poder y los mediocres latinoamericanos. Seguramente colocaríamos a esos personajes raros, insobornables, íntegros y casi siempre relegados a la sección de agradecimientos en los libros que escriben esos que en efecto llegan a ocupar el poder.
Ahora, lo que yo considero bueno, probablemente otro colega lo considere abominable.
Añez para mí se convierte en una más del montón. Espero vivamente estar equivocado.
Estos interinos terminan dando más dolores de cabeza de los que uno habría podido imaginar.