Todo político ha de despertarse un día imaginando el mundo perfecto. Pocos requisitos tiene ese planeta idealizado del gobernante: primero, su popularidad roza el 99 %; segundo, todos somos ricos; tercero: el cáncer tiene cura; cuarto: la prensa no existe.
– ¡Qué pesadilla los periodistas! Especialmente esos que critican y no valoran el esfuerzo. Nunca se les queda bien… – ha de haber dicho alguna vez un hipotético gobernante –.
En estos días he leído toda suerte de comentarios en las redes sociales en contra de quienes mostramos escepticismo en torno a la figura de Juan Guaidó.
Esta incredulidad no es gratuita. La reincidencia en rutas que en el pasado fracasaron suscita en muchos periodistas una feroz animadversión hacia una clase política que primero llama a la calle para finalmente hacer lo que le da la gana.
En un país donde la juventud desconoce lo que es vivir en democracia, se ha posicionado la idea de que quien cuestiona el proceder del gobierno legítimo en realidad colabora con Maduro.
A esta Sra. No se le escucha criticar al enemigo #NicolasMaduro #DiosdadoCabello mucho menos a los #CuerposdeSeguridaddelEstado pero critica a nuestra gente @jguaido esta Sra. Es enemiga dl pueblo opositor @MariaCorinaYA @ibepacheco @carlaangola
— Floraida (@Floraida17) July 12, 2019
Todo lo contrario. Quien pretenda construir una democracia debe lidiar con el primer síntoma de esta: la prensa libre.
Hay quienes piensan –y no son pocos– que el periodismo existe para acompañar al presidente encargado incondicionalmente, y conciben la exigencia como una osadía injustificable.
no señor los periodistas son ciudadanos y no tienen que exigirles nada a nadie , puede opinar yo solo le sugiero que deje de jugar al abandonado al traicionado al pobre que no quieren porque eso nos baja a todos en democracia o en dictadura
— emma armirotti (@armirotti) July 12, 2019
Sé que muchos se preguntan: “¿Por qué todos estos periodistas apoyaban a Guaidó en enero y ahora lo critican?”.
Fácil. El rol del periodista, según Jorge Ramos, es el de “contrapoder” y el acto de juramentación de Guaidó fue la expresión máxima de ese concepto. Leopoldo y su pupilo decidieron hacer caso omiso de quienes obstaculizaban esa hazaña y dieron un paso en una dirección que a todos entusiasmaba.
No obstante, con el tiempo han asumido una ruta que parece más un suicidio.
Ante este panorama, es obvio que nos hagamos algunas preguntas: 1) ¿Quién sacrifica de esta forma su capital político en una ruta que no va a dar ningún resultado? 2) ¿Por qué siguen insistiendo en que van a Barbados a negociar el cese de la usurpación si no es así? 3) ¿Estarán logrando lo imposible?
Voy a hacerle una oscura confesión, presidente. Muchos quisiéramos que nos cierre la boca ganando. Quedar en ridículo por haber cuestionado su fórmula y que nos diga con aires de vencedor: “se los dije”.
Ese día nos veremos a la cara, estrecharemos su mano, reconoceremos su triunfo y le invitaremos a una pasta con atún y un Nestea de limón para demostrar nuestro respeto. Pero al día siguiente lo volveremos a criticar.
El periodismo real (no la propaganda) lo concebimos como un contralor ciudadano de la transparencia. El periodismo real (no la propaganda) busca el bien común y no piensa solo en dinero. El periodismo real (no la propaganda) nunca ha estado para alabar la gestión de un mandatario, sino para cuestionarla desde el primer día y hasta el último.
Nosotros queremos que nos cierre la boca algún día, pero mientras ese día llega, no espere que nos quedemos callados viendo cómo sigue una ruta tantas veces fracasada. No espere que dejemos que sean los propagandistas quienes difundan sus virtudes en la opinión pública sin que haya un contrapeso. Hablaremos, criticaremos, exigiremos (especialmente quienes comparten gentilicio con usted) porque estamos convencidos de que la hora decisiva es esta, y no se puede dejar ir.