En la Teoría de los Juegos, la estrategia “maximin” consiste en la maximización del beneficio mínimo que puede ser alcanzada por un jugador. Se trata de una maniobra conservadora cuyo objetivo es eliminar riesgos antes que ampliar beneficios. Por tanto quien apueste por esta opción debe establecer su base aceptable y su extremo ideal.
Lo peor que le podía ocurrir en las elecciones presidenciales al binomio neopopulista Arauz/Rabascall era no llegar a la segunda vuelta electoral luego del notable deterioro que sufrió tras la denuncia presentada por el consejero del CNE Luis Verdesoto por presuntas infracciones electorales contrarias a lo prescrito en el artículo 204 del Código de la Democracia y por la probable colaboración del Ejército de Liberación Nacional (ELN) a su campaña, en torno a una investigación de la revista Semana de Colombia.
Pese al tropiezo, el neopopulismo local alcanzó su resultado aceptable: llegar a la segunda vuelta. Ahora irá en busca de su máximo ideal: la presidencia. A nuestra democracia le va mal; muy mal para ser precisos. De un lado domina una minoría con ínfulas de mayoría pero solo con 32 por ciento de los votos. De otro lado, una verdadera, aunque dispersa, mayoría democrática. Emerich Edward Dalberg-Acton (Lord Acton) decía que el destino de toda democracia depende de la elección que haga entre dos estos principios opuestos: el del poder absoluto por un lado, y el de los límites de la legalidad por otro.
A simple vista una solución útil aunque no seductora para todos, transita por lo más obvio: la convergencia de las mayorías democráticas y la resultante contracción de minorías autoritarias que quieren volver a un pasado borrascoso.
Entre dos aguas
Ecuador navega entre dos aguas. Surca entre aquellas que remueven la perversión neopopulista, y otras que se dirigen hacia valores como la confianza, la prudencia y el estímulo por el logro y la responsabilidad individual. A la hora presente se ha apoderado de no pocas almas la fiebre de reformas “revolucionarias” fundadas no en los bien entendidos intereses de la nación, sino en juicios preconcebidos, en la fábula y en el deseo inmoderado del poder; en cierto espíritu de aventura originador de ensayos que han quedado en agua de cerrajas, y sobre todo, en un odio manifiesto a quienes no se alinean ni alienan con el “proyecto”, antipatía que impulsa a sus idearios a romper los moldes de “las viejas estructuras”, para fundar un “nuevo país” habitado, desde luego, por un “hombre nuevo”.
En democracia, los compromisos entre orientaciones opuestas son saludables. El encuentro en el CNE entre Yaku Pérez y Guillermo Lasso, en el que se acordó recontar los votos denotó prudencia y capacidad de adaptación frente a un escenario de interés general. Jeremías Bentham, en su “Deontología o Ciencia de la Moral” definía al discernimiento como “la previsión que traza la línea de conducta más conveniente en una ocasión dada”.
La decisión de ambos candidatos, en principio, avanzó por esta línea y se alejaba con cierto aire de optimismo, de la intemperancia de quienes insinuaban que este acuerdo es “jugar una final en cancha contraria”. A ellos hay que recordarles que el mismo Bentham decía que “la prudencia tiene su asiento en el entendimiento” y que en el lenguaje ordinario, se entiende como “la adaptación de los medios a un fin dado.”
Hasta las inteligencias más extraviadas suelen tener momentos de lucidez tributando homenaje al bien y a la verdad, y lo propio las equilibradas cuando piden disculpas por sus errores, intención, que no dejará de ser un mero convencionalismo si no viene acompañada de lo que en religión se llama el propósito de enmienda, es decir, de la capacidad de definirse en los términos y experiencias del otro.
Hoy, es el momento de tomar una postura sagaz, una visión conexa, una forma de “animus societatis” para tratar de iniciar una “democracia aburrida”, o si usted gusta, “un proyecto sugestivo de vida en común” –atendiendo a Ortega y Gasset–, sin sobresaltos, sólida y construida con nuestros propios atributos, y alejada, muy alejada, de raquíticas doctrinas que huelen a herejía.