Barack Obama es un político de protagonismo. Además de ser el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, firmó el acuerdo nuclear con Irán. Al ‘Plan de energía limpia’, o al primer discurso ofrecido por un presidente estadounidense ante la Unión Africana, se agrega, ahora, el deshielo de las relaciones entre Washington y La Habana luego de medio siglo.
Cuba y Estados Unidos tienen vínculos diplomáticos desde 1898. Por petición de los independentistas cubanos, EE.UU. intervino en la guerra de independencia de Cuba contra la corona española. En 1920, empresas estadounidenses participaban en los principales sectores de la economía de la isla; su condición se mantuvo estable hasta la llegada de Fidel Castro al poder, en 1959, cuando las asperezas iniciaron. En 1961 se produjo la ruptura de relaciones entre ambos países y al año siguiente, Washington puso en vigor el embargo económico contra Cuba.
En 1966 EE.UU. aprueba la ‘Ley de Ajuste Cubano’ que privilegia la emigración de la isla. En 1992 hace lo propio con la ‘Ley para la Democracia en Cuba’ y cuatro años después, viene la Ley ‘Helms-Burton’ que endurece el embargo. Luego del desplome de la ex Unión Soviética, el presidente Bill Clinton da paso, entre otras cosas, a la creación de un servicio de correos directo entre ambos países y a la exportación de alimentos a particulares cubanos. Con estas decisiones, Clinton apuntaba a apoyar al pueblo cubano, sin fortalecer el régimen de Fidel Castro. La guinda del pastel fue la celebración de dos juegos de béisbol, uno en La Habana y otro en Baltimore. Es lo que se llamó ‘la diplomacia del béisbol’ —algo similar a la del ping-pong en tiempos del presidente Nixon para las relaciones Washington-Pekín.
Obama en Cuba
Washington y La Habana anunciaron el deshielo de sus relaciones en diciembre de 2014, noticia a la que le siguió un encuentro histórico entre ambos líderes en Panamá y la reapertura de las embajadas en cada país. Esta cita, que duró cerca de una hora, es inédita, ya que los encuentros conocidos entre los líderes de estos países han sido fortuitos. En 2013, hubo un breve apretón de manos entre Obama y Raúl Castro en los funerales de Nelson Mandela y, lo propio sucedió entre Clinton y Fidel Castro en el año 2000, con motivo de la ‘Cumbre del Milenio’.
En 2013, hubo un breve apretón de manos entre Obama y Raúl Castro en los funerales de Nelson Mandela.
Situar un encuentro comparable al de Panamá exige remontarse a 1956 cuando el presidente Dwight Eisenhower se reunión con Fulgencio Batista, o a la vista de Fidel Castro en 1959, a EE.UU., cuyo anfitrión fue el entonces vicepresidente Richard Nixon.
En marzo Obama será el segundo presidente en funciones y el primero de las filas Demócratas en viajar a la isla. En 1928 lo hizo Calvin Coolidge (1923-1929), y luego Jimmy Carter en 2002, pero ya como expresidente.
La visita de Coolidge a Cuba fue con motivo de la VI Conferencia Panamericana celebrada en La Habana. Hubo una alocución; transcribo lo siguiente:
“Treinta años atrás, Cuba era una colonia extranjera, desgarrada por la revolución y devastada por fuerzas hostiles (…) Hoy Cuba es su propio soberano. Su gente es independiente, libre y próspera, pacífica, y disfrutar de las ventajas del autogobierno. (…) Las cualidades intelectuales del pueblo cubano (…) los ha convertido en un factor importante en la estructura económica del mundo (…) Han alcanzado una posición en la estabilidad de su Gobierno, en la genuina expresión de su opinión pública en las urnas, y en la solidez de su reconocido crédito público que ha demandado el respeto universal y la admiración”.
¿Visita en beneficio del ciudadano de a pie?
El ambiente económico en Cuba sigue descompuesto. La última publicación del Índice de Libertad Económica —no política— divulgada por The Heritage Foundation, muestra que entre 178 economías mundiales, Cuba ocupa el lugar 177, sólo por encima de Corea del Norte, que se ubica en el último puesto.
En cada economía estudiada, este índice va acompañado de una variable que revela su adelanto o retroceso respecto al año anterior. Cuba aparece con una mejora marginal de +0,2 que indudablemente refleja los pobrísimos avances en libertad económica, pese al anuncio de la normalización de sus relaciones con Washington.
Pero si el escenario económico es alarmante, el cívico es nefasto. La opositora Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (Ccdhrn) denunció hace algunas semanas que la represión política continúa en ascenso en la Isla. Afirma que en enero, al menos hubo 1.414 detenciones por razones políticas; una de las cifras mensuales más altas de los últimos 10 años.
[adrotate group=”8″]
En una atmósfera así, es razonable la censura de la congresista Ileana Ros-Lehtinen —algo parecido dijo en tiempos de la ‘diplomacia del béisbol’—: “Tampoco han mejorado las condiciones en Cuba desde que la Administración Obama comenzó su estrategia de extender concesión tras concesión a estos dictadores. Esta visita del presidente Obama a Cuba, sólo servirá para brindar legitimidad a la conducta represiva de los Castro contra su propio pueblo”.
No se le exige que mañana mismo se lleven a cabo elecciones libres y transparentes.
Así como ayer, hoy La Habana nuevamente tiene las bases llenas y todas las posibilidades para pegar un ‘grand slam’. No se le exige que mañana mismo se lleven a cabo elecciones libres y transparentes. Se sugiere que inicie con cosas sencillas como mejorar el acceso de los ciudadanos a internet, liberar a los presos políticos que quedan, o tal vez, incorporarse a la Organización de Estados Americanos y dejar que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos haga su trabajo.
Finalmente, el ‘refuerzo extranjero’, Barack Obama, podría replicar el ‘hitazo’ de Jimmy Carter en 2002, reuniéndose con los principales líderes de la oposición interna cubana. Si con esto y con todo, Washington no obtiene concesiones del mismo valor, el pronóstico de Ros-Lehtinen se habrá cumplido: esta visita no beneficiará al ciudadano de a pie, y las palabras Calvin Coolidge, seguirán arrinconadas en los libros de historia.