
El cambio que muchos reclamaban en Colombia finalmente ocurrió en 2022. En su tercer intento, Gustavo Petro consiguió llegar a la Presidencia con un discurso que en el trayecto de la campaña fue moderando para lograr seducir a quienes hace cuatro años no compraron su proyecto. ¿Ha sido para mejor dicho cambio? Los números y los experimentos fallidos en la región con la misma fórmula indican que no. Y es que el exacerbado estatismo que promete redistribuir la riqueza y termina espantando la inversión no puede arrojar resultados distintos a los que han llevado a la miseria a países como Cuba, Venezuela y Argentina.
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La economía colombiana no es hoy la misma que entregó Iván Duque hace casi cinco meses. De haber sido Colombia el país con mayor crecimiento del PIB en 2022 pasará a ser el que registre una mayor desaceleración el próximo año. La cotización del dólar, que si bien ha cedido en los últimos días, aún se ubica muy por encima de los 3900 pesos que marcaba en la jornada previa a la elección. Además, el gobierno izquierdista de Petro inició desde el mes pasado un aumento gradual del precio de la gasolina y consiguió que el Congreso le aprobara una reforma tributaria que contempla más impuestos a los colombianos, a pesar de que aupó a los grupos violentos, como la Primera Línea, que incendiaron el país en 2021 en rechazo a la reforma tributaria propuesta por Duque.
Las contradicciones del gobierno del “cambio” han estado a la orden del día. La austeridad que prometió en campaña quedó en el olvido, así como el discurso ecologista y animalista. Los almohadones de plumas de ganso y un televisor por un valor de 27 salarios mínimos dejaron al descubierto la hipocresía progresista. Y por si fuera poco, ya se tramita la compra de nuevos aviones de guerra cuando Petro criticó duramente al expresidente Duque por esta misma razón.
Pero sin duda lo que más preocupa es la cercanía cada vez más estrecha con el régimen de Nicolás Maduro y, sobre todo, la posición asumida frente al golpe de Estado que el destituido presidente de Perú, Pedro Castillo, pretendió dar para aferrarse al poder. ¿Peligra la democracia colombiana en manos de un presidente que defiende la ruptura del hilo constitucional en otro país?
Si en 2022 Colombia decidió dar un salto al vacío, 2023 será el año en el que se pondrá a prueba la institucionalidad que hasta hace poco parecía robusta, pero con el acomodo inescrupuloso de los partidos políticos con el Congreso por algunos cargo en el gobierno ya comienza a verse frágil frente a las pretensiones de un caudillo disfrazado de ambientalista que -según confesó durante la campaña su vicepresidente Francia Márquez- llegó a la Casa de Nariño con un proyecto de largo plazo.